“Creo que soy responsable. Bueno, no, creo que tengo que ver; pero no soy responsable”. Padua Keoma, mejor conocido como Kidd Keo, tiene claro lo que piensa y responde decididamente. Pero es inevitable que se muestre dubitativo cuando los límites de la libertad de expresión y la influencia que un artista como él, con más de dos millones y medio de seguidores en redes sociales, entran en juego. Atribuye la educación a los padres, a quienes señala por no sentarse lo suficiente a hablar con sus hijos e hijas de los problemas que de verdad les afectan. “Yo fumé petas el último de mis colegas, porque en mi casa siempre ha habido y sabía lo que era”, comenta intercalando algunas anécdotas que ayudan a entender el porqué de sus acciones (y de sus letras). “Mi madre me llevó a un punto de drogas para ver a todos los reventados cuando era pequeño, para que supiese que tenía que llevar cuidado”.
Ahora, se lanza a construir una ciudad desde cero. Una urbe ficticia cuya banda sonora es su nuevo álbum, Back to Rockport, resultado de 2 años de trabajo y en el que recopila más de veinte temas, en la que cabe todo el mundo. “Pensé que tenía que tener su cancioncita para el sexo, para irse de fiesta, para por la mañana, la motivacional, una para llorar, su palo de reggaeton…” Un nuevo capítulo en un etapa “más calmada” de su carrera, a la que que nos aproxima a través de una serie de ficción llamada Bienvenidos a Yonkiland –disponible en su canal de YouTube– al que fue uno de sus sueños de infancia: ser director. Hablamos con Kidd Keo sobre la vida en el barrio, la autenticidad artística y su proceso de desarrollo personal. “Al principio, me compraba ropa de chica, pantalones de zebra porque se los veía a Lil Wayne, y aquí en España no había. Las madres de por ahí se extrañaban, mi madre no. Así es como me he construido yo, no ha sido tan complicado”.