Su formación es casi autodidacta, y aprendió trabajando en el taller con figuras como Manolo Valdés y Jorge Oteiza. En los 90 lo fichó una de las galerías más prestigiosas de Madrid, y a día de hoy ha expuesto por todo el mundo, participado en ferias y, además, se presenta su primera monografía. El escultor Juan Asensio inauguraba ayer una nueva exposición individual en la Galería Elvira González de Madrid, con piezas de mármol y aluminio que conjugan lo orgánico y lo geométrico de forma exquisita, y que se podrá ver hasta el próximo 9 de enero. Pensamos que era la ocasión perfecta para entrevistarle.
Naciste y te criaste en Cuenca, rodeado de naturaleza y de las famosas casas colgadas. ¿Cómo crees que afectó este entorno a tu percepción de lo bello y lo artístico?
No estoy seguro de que las ‘casas colgadas’ o la naturaleza que me rodeaba fueran lo que influyó en mi percepción de lo artístico. Fue más bien el Museo de Arte Abstracto de Cuenca y el entorno que creó durante los años 70, que es cuando tuvo más fuerza. Por la ciudad veías a artistas como Antonio Saura, Fernando Zóbel o Gustavo Torner, entre otros. A ellos nos uníamos los que estábamos empezando y los que nos interesaba el arte y la escultura, y se creó un ambiente de personas que hacían piña. Esta fue mi mayor fuente de inspiración artística.
Actualmente vives rodeado de naturaleza cerca de la Sierra de Guadarrama. ¿Te has planteado alguna vez vivir en una gran ciudad? ¿Cómo piensas que serían tus creaciones si te hubieras mudado al centro de Madrid (o cualquier gran ciudad)?
Creo que el proceso creativo es algo más mental e introspectivo, y no sé hasta qué punto el entorno puede influir. De todas formas, sí que viví en Madrid una temporada, cuando tenía más o menos 27 años. El entorno artístico del que te hablaba antes se me quedó corto, o incluso provinciano. En aquel momento estaba trabajando en una serie de obras con entidad y seguía un proceso creativo distinto, porque con los años uno va evolucionando. Hace veinte años me volví a mudar y mi obra se volvió más orgánica, pero no por el hecho de vivir en la sierra, sino más bien por un proceso natural de evolución de trabajo. Cambié yo, y en consecuencia lo hizo mi obra, pero no fue por trasladarme de un sitio a otro.
Tu formación como escultor es en gran parte autodidacta. ¿Qué crees que te ha aportado aprender y descubrir las cosas por ti mismo, y no a través de una institución académica?
Se aprenden cosas distintas. En primer lugar, el proceso de aprendizaje es más rápido cuando trabajas en un taller codo con codo con artistas consolidados que te enseñan a partir de su experiencia. En aquella época, Cuenca no tenía una facultad de Bellas Artes, pero sí el entorno privilegiado de gente y artistas del que te he hablado. Además, el Ayuntamiento de Madrid nos cedió un convento en la parte alta de la ciudad donde creábamos y trabajábamos juntos.
Allí se crearon sinergias, la convivencia hizo que nos influyéramos unos a otros, y ver las obras y las maneras de crear de los demás es lo que realmente me ayudó a agudizar el ingenio y de donde más aprendí. De hecho, recuerdo a un amigo que llegó de la facultad de Madrid que me explicaba cómo durante el último año de carrera se “encerró” a trabajar en el taller, porque era donde estaba aprendiendo el oficio de escultor, y no en las clases.
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Como dices, parte de tu formación se debe a trabajar personalmente con artistas y maestros como Martín Chirino o Jorge Oteiza. ¿Qué te llevas de ellos? ¿Podrías contarnos alguna anécdota (graciosa, o curiosa, o que te traiga algún buen recuerdo, o que te hiciera aprender una lección importante, etc.) que te ocurriera con alguno de ellos?
Todos ellos me han aportado algo. Oteiza, desde luego, me influyó muchísimo, sobre todo cuando no le conocía. Él era un personaje que irradiaba fuerza, y tenía una mirada azul penetrante que lo hacía parecer un encantador de serpientes. Sin embargo, con quien más he trabajado ha sido con Manolo Valdés. Además del aprendizaje artístico, lo que más aprendí a manejar gracias a él es la vida de artista fuera del taller o del estudio. Es un gran conversador y tiene una inteligencia social y comunicativa impresionante. Sabe hablar muy bien por teléfono y ejercer de relaciones públicas, y eso es algo muy importante para un artista, además de ser bueno en su trabajo.
Como anécdota, recuerdo algo que me pasó con un amigo mío cuando fuimos a visitar a Jorge Oteiza en Zarautz con motivo de un homenaje a Joaquín Torres García. Tras una buena comilona bien de txakolí, se nos ocurrió la peregrina idea de ir hasta San Sebastián para ver una peli en el cine. Más concretamente, fuimos a ver la ya mítica Full Monty, en la que los trabajadores de una fábrica se quedan en paro y deciden montar su propio show de striptease. Imagínate a Oteiza, a sus 80 años, viéndola… Cuando salimos de la sala estuvo echando pestes durante un buen rato, muy indignado y diciendo cosas como “¡dónde han quedado las vanguardias!” Era un hombre con muchísima personalidad.
Cuando se habla de tu obra, es muy difícil no pensar en artistas como Chillida, Brancusi o Anish Kapoor. Seguro que forman parte de tus referentes y resultan fuentes de inspiración, pero ¿qué otros artistas, de cualquier disciplina artística inspiran tu obra, o incluso tu vida?
Esto es un poco difícil… En cuanto a escultura, también me influyó mucho Isamu Noguchi y sus obras en piedra negra. Por lo que respecta a los gustos literarios o cinematográficos, creo que son parecidos a los de todo el mundo. En este aspecto, mi bagaje cultural es similar al de todos los madrileños de la época. No me viene a la cabeza ningún libro o película que me hayan influido de forma clara o evidente a la hora de esculpir y trabajar.
Tú eres un artista que trabaja directamente sobre el material y realiza sus propias obras (¡y cabe destacar que lo haces con una maestría exquisita!). ¿Qué opinas sobre los artistas que tienen ideas o piensan conceptos pero que no producen sus propias obras? ¿Crees que el artista artesano está destinado a desaparecer?
En cierto modo sí, al menos el oficio artesanal de trabajar la piedra como yo lo hago. Pero ya hace tiempo que está casi extinguido. En realidad, me he ganado la vida durante mucho tiempo precisamente por tener esa técnica y por haber ayudado a otros escultores a realizar obras porque ellos no sabían cómo hacerlas técnicamente. También es cierto que hay gente que, además de no tener el conocimiento, tampoco tiene el taller o el espacio para hacerlo. Pero entiendo que la idea sí que es lo más importante, porque a partir de ella puedes delegar trabajo a otras personas. Por ejemplo, si debes trabajar con metal, lo llevas a un taller de fundición, y si no, buscas a las personas que sepan hacer lo que necesitas. La suerte de los que tenemos la técnica es que nos ahorramos los intermediarios, no dependemos de terceras personas y controlamos todo el proceso. Porque, eso sí, el que solo tiene ideas, pero carece de técnica, siempre va a estar sujeto a las personas que sí que saben. Sin embargo, ahora están surgiendo oficios relacionados con las nuevas tecnologías, como los técnicos que saben usar impresoras 3D, informáticos y programadores, diseñadores gráficos…Personalmente, casi no trabajo con el ordenador, así que todo lo que se debe hacer por allí lo delego a otras personas.
Personalmente, cuando veo tus obras pienso en belleza, sensualidad, delicadeza y sutilidad. ¿Qué piensas tú cuando las ves?
Veo todo eso y espero que algo más, algo que pueda transmitir. Los dos pilares fundamentales de mi obra son la geometría y lo orgánico. Cuando trabajas con estos dos elementos, la belleza sale sola. Pero también es cierto que muchas veces, cuando las miro, todavía veo las formas geométricas que tenían al principio, antes de que empezara a modificarlas y a trabajarlas. Veo las matemáticas anteriores a la transformación.
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¿Cómo lo consigues reunir la geometría y lo orgánico? ¿Cuál es el secreto para hacer que el mármol o el acero parezcan fluidos?
La naturaleza te lo da hecho. Cuando uno trabaja con la naturaleza como referencia, todo fluye y la organicidad y la liviandad surgen por sí mismas. El problema lo tenía al principio, cuando partía de formas geométricas como esferas o cilindros a los que intervenía con leves curvaturas para que adquirieran formas más naturales y orgánicas. Sí que parecían más livianas, e incluso parecía que el material no correspondiera con la forma que tenía. Pero es algo que he perfeccionado con el tiempo.
La mayoría de tus obras son de color blanco o negro. ¿Por qué?
Cuando mi obra era más cercana a la abstracción geométrica, me interesaban los colores neutros, que fueran lo más puros posibles. Empecé a trabajar con mármol blanco de Yugoslavia y mármol negro de Bélgica precisamente porque son muy limpios, y no tienen betas que distorsionen la sencillez de las piezas. Cuando la obra empezó a adquirir formas más orgánicas, ella misma pedía color y textura.
En la exposición actual hay una pieza de aluminio fundido a la que le he aplicado un color negro mate muy oscuro. La gente no sabe lo que es, y algunos se preguntan si es alguna piedra volcánica. Cogí la forma de una flor, pero la he desprovisto del aspecto naturalista y evidente, reduciéndola a una estructura pentagonal desarrollada con diseño fractal.
Acabas de inaugurar una exposición en la galería Elvira González en Madrid, con la que llevas muchos años trabajando. Explícanos un poco esta relación.
Nos conocimos a principios de los años 90, cuando fui a Madrid y empecé a contactar con galerías. Tuve la inmensa suerte de que la galería Theo, una de las más grandes y emblemáticas de la ciudad, se fijó en mi obra. Con ella empecé a participar en exposiciones colectivas. Era sorprendente, hasta el momento solo había hecho alguna exposición colectiva en Cuenca, y de golpe tenía obras al lado de artistas muy reconocidos y de grandes figuras como Jean Arp.
Tras un par o tres de colectivas en Theo, los propietarios, que eran Elvira y su marido, se separaron. Ella decidió abrir una galería por su propia cuenta, y afortunadamente me llevó con ella. Quiso empezar una etapa nueva, ya que le apasionaba lo que hacía y, además, tenía una buena cartera de clientes y colaboradores, así que no le costó asentar su nombre. Para mí, ahora mismo es una de las mejores galerías de Madrid y, por qué no decirlo, de España. Mi relación personal con ella es estupenda, y también con sus hijas, que son las actuales directoras. En lo que llevo trabajando con ella ya he realizado siete exposiciones individuales y me han llevado a ferias como ARCO y otras internacionales, además de haber publicado mi libro ahora.
Háblanos de esto, tu primera monografía como artista. ¿Cómo te sientes al respecto? ¿Qué encontraremos en ella?
Como comprenderás, ¡estoy encantado! La galería Elvira González ganó el premio de la Fundación Arte y Mecenazgo, y con él recibió una retribución económica que decidió invertir en publicar mi monografía (cuando podría haber hecho cualquier otra cosa). Esto demuestra la buena relación que tenemos. La verdad es que vamos caminando hacia lo mejor para ambos, y yo me dejo aconsejar por su experiencia. Confío plenamente en ella y en su criterio.
En la publicación encontraréis unas 85 obras aproximadamente creadas a partir de los años 90 (menos un par), porque es sobre todo a partir de entonces cuando la obra empieza a tener más entidad. Tuvimos que escoger entre más de 500 obras, y lo hicimos siguiendo dos criterios: el didáctico y el estético. Se pretende enseñar la trayectoria artística, así como la evolución de la obra en sí. Además, los textos son de Francisco Calvo Serraller, quien ya había escrito sobre mí, así que es un libro redondo.
Tras tanto ajetreo estos últimos meses, supongo que estarás cansado. ¿Tienes planteado retirarte un tiempo en la sierra, o sigues trabajando en nuevos proyectos para el futuro?
El futuro más inmediato es pensar en la feria de ARCO, que es dentro de nada, ¡y siempre me pilla a última hora! (Risas). También tengo que producir obras para la feria MACO, en México DF, en la que expondré junto a la galería Elvira González. También debo tener más piezas listas en febrero para la galería Dan, en Sao Paulo, con quien estoy en contacto desde hace años y es estupenda.
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