No lo hago desde una visión freudiana, es decir, no es una cuestión sentimental. Como he contado, yo había roto con la tradición familiar que ya venía de mi abuelo. En un momento determinado me gustó también romper con la recuperación de materiales –que ya se me estaba haciendo un poco pesada en mi trabajo– y hacer algo nuevo con un material que evidentemente no recupero, sino que voy a comprarlo y trabajarlo. Incorporar a mi padre en el diálogo no tiene tanto que ver con que hubiésemos trabajado juntos, sino que hay un diálogo con el oficio propiamente, las posibilidades y cuestiones que abordan lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Trato de buscar posibilidades a técnicas del oficio, por ejemplo, dibujar con soldadura o estas líneas azules que utilizan para marcar el suelo del taller para dibujar estructuras. Sería un poco pervertir el uso de las técnicas que ellos utilizan para hacer otra cosa y llevarlas a mi terreno. Es esa idea de no usar los materiales para lo que están determinados. Es lo que me interesa de la escultura actual, no tan centrada en la idea clásica de peso, escala y materiales nobles, sino que focalizada en otro tipo de cuestiones que tienen más que ver con las posibilidades. Algo que nos lleva otra vez a reflejar el momento de la precariedad en la que nos toca vivir. Tenemos que controlar mucho qué hacemos con los materiales porque tampoco tenemos tantos recursos.