Con más de veinte años de carrera ininterrumpida, un éxito sobresaliente y presencia en prensa escrita, productos industriales y toda clase de objetos, nuestro entrevistado es probablemente, uno de los mejores retratistas de nuestra cultura. Nacido en Uruguay y residente durante toda una vida en Barcelona, su mundo es hoy reconocible para casi cualquiera. Ha pasado a formar parte de la vida de jóvenes y adultos a través de sus ilustraciones tanto de lujo y glamour como de simples cotidianidades. Con un ritmo de trabajo frenético, Jordi Labanda nos deja un espacio para hablar de ilustración, arte, nuestra época y su universo personal.
Estoy muy bien, gracias.
Siempre ando bastante liado, los proyectos se acumulan en mi mesa pero es una sensación que me encanta. Ahora mismo estoy preparando el tratamiento para un video de i-D.
Soy una persona muy sencilla a la que le gusta disfrutar de lo bueno de la vida sin ostentación, en ese sentido soy más Jordi que Labanda. De hecho eso es lo que me permite observar la sociedad que retrato en mi trabajo sin implicarme demasiado.
No estudié en ninguna escuela, soy totalmente autodidacta. La mano se entrena con dedicación y disciplina… Todo el mundo debería saber dibujar. No entiendo por qué las personas nos expresamos dibujando cuando somos pequeños y después perdemos esa habilidad, es como si al crecer se nos negase la fantasía.
Los colores, el buen gusto en el vestir, ese tono kitsch que lo invadía todo… No sé, supongo que también la idea absurda de que en esa época todo era más naïf. Cuando empecé a leer a John Cheever entendí que los años 50 estaban también llenos de basura, como cualquier época de la humanidad.
Como algo bello, armónico. La ilustración es una manera de comunicar, no es arte por sí mismo sino que está al servicio de un mensaje. Siempre es fruto de un encargo. Lo realmente bello es que a través de un encargo comercial se pueda generar una obra tan buena que pueda ser considerada como arte.
Primero tuve clientes en el ámbito editorial (periódicos, revistas) y luego empezaron a llegar los clientes corporativos.
No lo sé… Lo que sí está claro es que mi primera percepción de la estética 50s la tuve en Uruguay siendo yo muy pequeño. Recuerdo tener dos o tres años y fijarme en la estética de los frigoríficos, de los coches o de las faldas de las señoras, los azulejos blancos y negros en el suelo de la cocina…
Sí. Todavía tengo parte de familia y amigos de mis padres que viven allí y nos visitan con frecuencia en Barcelona. Además mi padre viaja con bastante regularidad. En casa siempre estamos al tanto de lo que pasa por allí.
Andy Warhol, René Gruau, Alex Katz, Jean Philippe Delhomme, Ingres, Sargent…
Pues la verdad es que no. Bueno, un poco sí, pero en realidad no me gustaba el ritmo que estaba llevando la colección de moda que hacíamos, así que el cierre de la tienda fue un poco como quitarme de encima algo que me molestaba y no me dejaba concentrarme en las cosas que realmente me gustaban. Mi vida profesional siempre ha sido muy plena, y en ese sentido el cerrar la tienda fue como una liberación.
Pues muy bien. Nueva York me encanta, aunque también se ve su lado oscuro. A pesar de ello creo que es la ciudad más fascinante del planeta.
Pues imagino que sí. Al final lo que nos hace diferentes no es la técnica, sino el mensaje que ofrecemos al mundo. En ese sentido creo que yo he aportado algo a la comunicación a través de la ilustración, un punto de vista… Eso es lo más difícil de copiar (afortunadamente).
¿Por qué cuesta trabajo? Honestamente, la gente es muy vaga, muy perezosa. Lo difícil es ponerse a investigar, a sacar conclusiones.
¡Caramba, qué pregunta! Pues la entiendo precisamente así, en su universalidad. Es fascinante cómo el ser humano no necesita palabras escritas cuando hay una imagen comunicando un concepto. Somos entes visuales.
Puede ser, no sé. Siempre me ha salido así. Soy hijo de la estética publicitaria de los 60 y los 70 donde todo se vendía con una sonrisa y una cara bonita. Muy Warhol todo.
Un respeto absoluto. No me interesa la belleza hueca de muchas editoriales de moda, me gusta la belleza auténtica, la que comunica y que trasciende a su época. La belleza con personalidad, con inteligencia y con estilo. Tengo el mismo respeto por el busto de Nefertiti que por una foto de Steven Meisel.
Lo mismo. La estética define nuestra época y muchas veces nuestra manera de pensar.
Quizás el convencimiento de retratar una época, de ser testigo de su realidad y de ser fiel al mensaje que quiere mandar al mundo.
¡Glups!, pues la verdad no me he puesto a pensar en ello, aunque yo ese calificativo se lo daría más a los artistas que a los ilustradores. Un ilustrador es por antonomasia un artista comercial, un artista que trabaja por encargo, por lo tanto el concepto de prostitución podría aplicársele sin ninguna connotación negativa. Yo creo que hoy en día son los artistas los que más están cediendo sus valores a la comercialidad vacía.
A mí me encanta ser comercial por lo tanto no tengo muchos prejuicios en mi cabeza.
Igual sí… aunque yo creo que desde hace diez años ya tiene bastante fuerza.
Una ilusión enorme, ese primer momento en el que abres una publicación y ves algo tuyo impreso, con tu nombre en pequeñito acompañando el dibujo es algo irrepetible. Siempre estaré enormemente agradecido a las primeras personas que confiaron en mi talento.
La verdad es que no. En realidad no me gusta mucho ver mi obra impresa (sé que es una contradicción, pero lo paso mal) entre mis amigos nunca hablo de mi trabajo.
La ilustración es un proceso creativo al servicio de una idea, de un encargo, por lo tanto todo el proceso es importante. Yo disfruto especialmente con la primera parte, la de la generación de las ideas, los bocetos, etc.
Qué difícil responder esta pregunta sin dañar susceptibilidades. Hoy en día no sé si es posible hablar de genios incomprendidos que nunca han tenido una oportunidad. Por otro lado el mercado se ha masificado de ilustradores y cada día es más difícil hacerse un hueco. Yo animo a todo el mundo a viajar, a cambiar de lugar, a ponerse en contacto con agentes, con sus revistas favoritas… ¡Hay que soñar hasta el último momento!
Por supuesto. Como decía Diana Vreeland: “The eye has to travel”, no hay otra. Viajar es alimento para el espíritu. No basta sólo con conocer las cosas a través de internet, hay que pisar el terreno, oler otros olores y hablar con otras personas. Viajar abre la mente, cuando viajas ya nada vuelve a ser igual. El mundo se hace pequeño y comprensible.
Sí claro, tengo una vida muy intelectual. Me paso el día investigando, leyendo, viendo, escuchando, tocando… No tengo mucho tiempo para dedicarlo a las críticas, la verdad.
Me parece una frase genial. Todo es tan relativo… los conflictos, las penas, los malos rollos… La gente debería soltarse un poco más y ser más libre.
Primero viene el boceto a lápiz o rotulador, eso es lo que le enseño al cliente. Cuando el boceto está aprobado lo calco a lápiz en una mesa de luz en una cartulina y entonces pinto encima con gouache. Siempre repito el mismo proceso.
¡Jajaja! Sí, no puedo evitarlo, me encanta, me relaja, a veces me evade de la conversación…
¡Bufff!, no lo sé. Supongo que mi voz sigue viva, no lo sé. Este tipo de cuestiones se me hacen muy difíciles de responder. ¿Qué va a saber uno mismo de eso? Yo me levanto por la mañana y me pongo a trabajar, no sé, creo que sólo se trata de eso.
Es que mi vida también es un poco así. Me encanta la tranquilidad y el sosiego y la meditación pero también me encanta una buena fiesta, y bailar en un club y acostarme cuando ya hace horas que amaneció. ¡La vida tiene muchas posibilidades!
La vida es lo suficientemente larga como para que puedas tener todo tipo de etapas: introspección, juergas salvajes, tranquilidad, volver a tener mucha actividad nocturna… A mí me gusta mucho alternarlo todo. Ahora estoy en un momento en el que noto que necesito volver a desfasar un poquito (sonríe).
Supongo que sí. Intento que no se note demasiado, pero supongo que sí.
Pues me gustan pero me dan pereza. No sé explicarlo muy bien… Creo que me gustan más las galerías, están más vivas y todo es más rápido. Los museos me amuerman un poco, enseguida me quiero ir.
Es que a mí me encanta poder entrar y salir de tantos sitios, lo mismo que me encanta conocer a gente súper diferente. Mi última aventura es el audiovisual. Ahora no puedo dar más datos pero pronto sabréis más cosas.
En revistas siempre puedes arriesgar un poquito más.
Ir por la vida con educación y respetando a los demás. Viviendo y dejando vivir.
Sólo es elegante la gente que se quiere a sí misma, la que se siente segura. La elegancia es algo que va más allá de lo físico, es como dejar un rastro invisible. Yo no identifico la elegancia con la moda, creo que es un concepto más espiritual.
Estamos viviendo los inicios de una época súper loca en la que el culto a la imagen, la autopromoción, el deseo de gustar a cualquier precio y la desaparición de la intimidad va a generar situaciones muy pero que muy flipantes. No me gusta quejarme de los tiempos que corremos porque eso te hace mayor. Odio la gente que dice “en mis tiempos blabla” mi tiempo es ahora, es el que estoy viviendo, pero reconozco que lo miro todo un poco con la ceja levantada ¡jajajaja!
Haciendo su trabajo, dibujando esa sociedad, siendo un espejo de ese tiempo. Contando como son las modas, los peinados, los comportamientos, como son los sueños de la gente, los miedos, lo bueno y lo malo. Un ilustrador debe filtrar la vida y devolverla en forma de dibujo.
Ha sido un placer.