Temblores llega a nuestras pantallas este viernes 4 de septiembre denunciando una de las realidades más grises de Guatemala: el castigo y el rechazo a cualquier manifestación de diversidad sexual. Con la iglesia evangélica como cuarta fuerza del país, el director Jayro Bustamante se ha propuesto crear un filme donde se presentan los problemas y contradicciones que implican ser hombre, homosexual y casado con una mujer. Una película que es un grito político y un completo seísmo para una sociedad que vive tras la fachada de la tradición.
Antes que nada, ¿cuál es el origen de esta historia?
Temblores forma parte de un tríptico junto a Ixcanul y La Llorona. Monté estas tres películas pensando en los tres insultos que, bajo mi punto de vista, causan la mayor brecha social entre personas en Guatemala. En Ixcanul, que habla de la situación de las indígenas guatemaltecas, abordo el insulto de ‘indio’; con Temblores, el de ‘hueco’, referido a los hombres homosexuales; y con La Llorona, el de ‘comunista’, empleado para todos aquellos que se preocupan por los derechos humanos.
Con Temblores, además de denunciar la homofobia, también quería denunciar el machismo y la misoginia vinculada a un insulto como ‘hueco’. En Guatemala todavía se piensa que los hombres que ‘eligen’ volverse homosexuales están renunciando a la masculinidad y yendo hacia la feminidad, rebajándose en cierta forma.
¿Por qué has querido contarla de esta forma, vinculada a los movimientos sísmicos?
En Guatemala siempre tenemos una presencia de la naturaleza muy fuerte por razones geográficas: lluvias torrenciales, más de treinta volcanes en activo… Al final me parece hasta cómico que seamos una sociedad que está constantemente construyendo fachadas por el qué dirán en una naturaleza que nos sacude a cada rato. Esta metáfora también me pareció muy apropiada como reflejo de una sociedad que se está haciendo a sí misma con el miedo de la mirada del otro, con fachadas pero sin cimientos, de forma que el cambio en la vida de una persona origina un seísmo en la vida de muchos.
¿Ha habido alguna historia en particular que te haya inspirado para realizar esta película? ¿O es más el grito de un colectivo entero?
Ambas. Cuando empecé a indagar en el tema, conocí a un Pablo (nombre del protagonista en el filme), que me contó su historia. Al inicio, este chico no llamó mi atención porque no quería que la película se convirtiera en un coming out. Sin embargo, con el tiempo, me contó su proceso y las razones por las que se mantuvo durante tanto tiempo en el armario: lo acusaban de hacer daño a su familia y también a Dios. En una sociedad tradicional y con un 98% de la población creyente, me pareció mucho más interesante alejarme del nicho LGTB+ y hacer una película social.
Durante el estudio que realicé con otros perfiles similares (padres de familia homosexuales en Guatemala), pude constatar que son los propios hijos los que están realizando una labor de ‘liberación’ a sus propios padres. Por otro lado, es llamativa la figura de la mujer en todo este proceso, ya que cuando un hombre está intentando salir del armario, el primer consejo que recibe por parte de psicólogos es ‘búscate una mujer y cásate’. Poco importa en este caso si ella es feliz o no, o si ella está construyendo una relación sobre una base honesta o una mentira.
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¿Crees que en este tipo de sociedades la mujer está instrumentalizada para probar la masculinidad del hombre?
Hay un movimiento muy fuerte de despertar de las mujeres en Guatemala, pero todavía siguen siendo las ‘fieles servidoras del opresor’. Incluso en temas religiosos, son quienes defienden la religión tal y como existe, sabiendo que impone unas leyes que juzgan más su propio comportamiento que el de los hombres.
¿Crees que películas como estas ayudan a concienciar a la sociedad guatemalteca sobre la existencia de otras formas posibles de amar o todavía se percibe como algo ajeno?
No se percibe como algo ajeno y por eso molesta tanto. Yo creo fervientemente en el cine como una herramienta de cambio social, pero el cambio no lo produce la película, sino el despertar que causa la película en un ser humano, que es a quien le toca hacer un cambio.
Has decidido hacer tres películas consecutivas basadas en los insultos discriminatorios que más brecha de separación social crean en Guatemala. ¿Qué es lo que necesita una sociedad como la guatemalteca para comenzar a sanar estas heridas abiertas que separan?
Creo que van a ser las nuevas generaciones quienes van a luchar por estos derechos. Al mismo tiempo, son necesarias leyes antidiscriminatorias que defiendan nuestros derechos humanos, de la misma forma que ya existen leyes férreas contra la evasión de impuestos, por ejemplo.
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Vemos que Pablo, el protagonista, vive muchos conflictos internos a la hora de abandonar su anterior vida o continuar con ella siguiendo lo establecido por una sociedad muy tradicional. De hecho, esta tensión se mantiene hasta el final y huye de finales explícitamente felices. ¿Dirías que tu película podría considerarse también un retrato documental de la actualidad en Guatemala?
Intenté hacer Temblores de la forma más próxima a la realidad. En Guatemala no creo que haya sido percibida así por el choque que causa. No sé si es fácil imaginarse una sociedad que tiene tan poco cine, que no está acostumbrada a tener un reflejo de ella misma. Sucede que las personas tienden a tomarse estos filmes como algo muy personal y causa un rechazo lógico que espero que con el tiempo se vaya amainando.
Juan Pablo Olyslager, sin duda interpreta un papel brillante, ¿cómo fue el proceso de casting? ¿Tuviste muchas dificultades a la hora de encontrar un actor que se prestara a interpretar el papel de un hombre maduro homosexual?
Sí, aunque partimos de la base de que en Guatemala no existe apenas la industria del cine, por lo que el número de actores es limitado. En este caso hicimos casting de talento, y la mayoría de los que se presentaron no querían hacer un rol homosexual. De esta forma pudimos filtrar rápidamente a los diferentes candidatos.
Concretamente, el personaje creado por Juan Pablo Olyslager fue evolucionando durante el proceso: al inicio era un personaje mucho más ‘sensible’, pero poco a poco fue construyendo un Pablo que no tenía por qué ser víctima de nada. Juan Pablo es un hombre heterosexual encantador con el que trabajar, ya que no tiene ningún conflicto con su propia sexualidad ni con la de los demás.
Las terapias de conversión sexual son aún una realidad que se encuentran presentes en diferentes puntos del mundo, ¿qué nos puedes contar acerca de su presencia en la sociedad guatemalteca?
Ahora está sucediendo algo muy interesante y a la vez maquiavélico, ya que como nueva estrategia están implementando terapias hacia los padres para prevenir la homosexualidad. De esta forma, la violencia es mucho más fuerte, al tratarse de niños pequeños. En este caso, la culpa recaería en el entorno familiar más que en el propio individuo homosexual.
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He leído que esta película se persiguió e intentó boicotear tras su paso por festivales como La Berlinale, ¿ha cambiado la percepción de esta película en Guatemala desde entonces hasta ahora?
El boicot provino de una mujer política que dijo que la Unión Europea me había pagado medio millón de euros para destruir a la familia guatemalteca con una agenda LGTB+. Nos costó mucho proyectar la película en salas de cine nacionales, y la mayor repercusión ha venido de circuitos internacionales.
El tríptico de películas que has dirigido denuncia algunas de las realidades persistentes de tu país, donde aseguras que ser director de cine significa volverte contra una sociedad que no quiere de ti. ¿Qué otras realidades incómodas te interesan en este momento?
Yo seguiré siempre una carrera que esté relacionada con la defensa de los derechos humanos pero también tengo muchas ganas de hablar de la belleza. En Guatemala, la insensibilidad es una herramienta de protección, y creo que si perdemos la sensibilidad ante la belleza estamos perdiendo muchísimo como humanidad.
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