Bajo un manto iridiscente resultado de aunar el glamour de las grandes pasarelas y los increíbles estilismos –completamente desconectados del plano terrenal– que capturan los fotógrafos de street style, la moda está repleta de negativas, decepciones y un sinfín de bancarrotas a las que nadie parece prestar demasiada atención. “Nadie habla sobre esto, y creo que es lo que muchos diseñadores emergentes sentimos”, explica Otero, cuyo proyecto de vida parece haber tocado tierra tras su paso por firmas como Ágatha Ruíz de la Prada, donde perdió el miedo al color, y después de haberse lanzado a emprender en su tierra natal, Galicia.
Desde allí ha seguido los desfiles de la última temporada, emitidos en su gran mayoría en streaming a consecuencia de la pandemia. Un formato que, si bien parece no haber convencido a los aquellas personas que reivindican la importancia de la presencialidad en un arte tan táctil como la moda, le ha hecho recuperar la ilusión. “No solo es más creativo, sino que creo que facilitaría la inclusión de diseñadores emergentes en los calendarios oficiales”, comenta sobre los desfiles digitales. La campaña de su nueva colección, Diane Young, surgida de una reconexión con sus referentes adolescentes, se fotografió en Madrid en su ausencia, debido a las restricciones de movilidad. Aún no ha presentado su trabajo sobre ninguna pasarela, pero promete hacerlo muy pronto. “Es una decisión que me cuesta tomar, pero es el momento de hacerlo”.