¿Qué son las horas sino una noción universal del paso del tiempo? ¿Se podría debatir entorno a cuántos minutos hay en una hora o cuántos segundos en un minuto? No necesariamente planteada desde un diálogo, pero sí desde un punto de inflexión en el imaginario universal tras 2 años de pandemia, el tiempo es el punto de partida de I Am Not Afraid. Hasta el 28 de mayo en el espacio barcelonés CordovaBruno Zhu presenta su primera exposición en solitario en España. Con motivo de ello charlamos con Zhu y Cory Scozzari, dueño y comisario de Cordova, sobre I Am Not Afraid, racismo y los dobles estándares que se esconden tras el mundo del arte.
Hola Bruno, háblame un poco de ti. Por el momento sé que te has criado en Portugal y que vives y trabajas entre Ámsterdam y Viseu.
Mi trayectoria profesional comenzó en Londres con el diseño de moda, y luego se trasladó a Ámsterdam para hacer un máster en Bellas Artes. Me crié en Portugal, nací en Oporto y crecí en Viseu, que está a una hora de Oporto. Mis padres siguen allí y ahora vivo en Ámsterdam, así que vuelvo a menudo a Viseu, donde tenemos un proyecto en el que hago un par de exposiciones.
¡No sabía lo de la moda! ¿Cómo fue el cambio de dedicarte de la moda al arte?
¡Fue una transición orgánica! Hacía fotografías en mi tiempo libre durante mis estudios en moda, así que mi entrada inicial al mundo artístico fue la fotografía y la creación de imágenes en general. Empecé a hacer photobooks y no fue hasta que hice el máster que pensé en imágenes más allá de la fotografía. Hace poco volví a la ropa y a los textiles –por eso el reloj está hecho de retales– y así es como la moda pasó a formar parte, también, de lo que hago.
Eres un miembro del colectivo A Maior, el cual me alucina por que parece un supermercado aunque también exhibe obras de arte. ¿Podrías hablarme un poco más al respecto? ¿Cómo nació esa idea?
La razón por la que vuelvo tanto a Viseu es para crear instalaciones o proyectos en A Maior. ¡Es la tienda de mis abuelos! Vende prácticamente todo lo que necesites para la casa, excepto comida. Es un almacén de 3.000 m2 que tienen desde hace 11 años. Tienen un par más en Oporto pero bueno, a las afueras mejor dicho (risas).
El proyecto empezó en 2016 como colaboración entre mi madre y yo. Un año antes ella comisarió una exposición mía en Oporto, así que, tiempo después, recordé esa experiencia y quise explorar esa energía que tuvimos. Empecé volviendo a su espacio de trabajo al trabajar con un escaparate comercial, introduciendo obras de arte en ese entorno y viendo lo que provoca a nuestros clientes; además de inspirarnos en sus hábitos. En general, fue un extraño intercambio cultural entre el mundo local y la abstracción del arte – por mucho que el arte ya sea así de cierto modo.
Parece una macroinstalación de arte. Puede ayudar a crear ese debate entre qué vemos como arte y qué no, ¿no?
¡Claro! No creamos ningún tipo de jerarquía para hablar sobre los límites del arte o de las obras. No obstante, considero que la idea es la de crear una especie de estadio donde aquellos objetos con un trasfondo abstracto y aquellos con un trasfondo más mundano estén sentados en un mismo sitio; el mismo espacio de diálogo donde ver qué es lo que escogen los clientes. Todos los artistas que participan son conscientes de esta dinámica y la aceptan. Al final, se trata de una experiencia extremadamente simbólica.
Sin embargo, ahora no estamos en Portugal, sino en la galería Cordova de Barcelona. Presentas I Am Not Afraid. ¿Qué inspiró el nombre?
Este espectáculo no es muy visceral para mí. He seguido mi intuición y al final ha resultado ser el espectáculo más contemporáneo que he hecho en mucho tiempo. I Am Not Afraid es, por así decirlo, el texto central de nuestro espectáculo. Es una expresión, un estado de ánimo y una instalación que nace de la voluntad de querer que el espectador tampoco sienta miedo. Y que experimente un momento en la exposición, como aquí en la oficina, con el reloj, un instante que imponga la ausencia de miedo.
En la obra podemos ver un reloj de pulsera que funciona a la inversa, mientras que el resto del espacio está vestido con estrellas. Personalmente, creo que podría ser una mezcla del paso del tiempo frente a la percepción que se tiene de este. ¿Cuál es el trasfondo de la obra?
¡Sí! Creo que es una buena manera de decirlo. Quizá en los últimos 3 años hemos tenido que replantearnos nuestra conexión con otros seres humanos, por lo que me he inclinado a pensar en algo que pudiera considerarse universal o que despertara una sensación de universalidad. Aunque discrepemos en otros temas, todos sabemos lo que son las horas o los minutos. Podremos discutir sobre la percepción que tengamos de ellos, pero siguen siendo esa experiencia universal.
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Buscando información sobre ti me topé con A Shit Show y el texto que subiste a la revista online Blue. En él, reflexionas sobre el racismo que sufres por ser una persona racializada en Portugal y el conflicto identitario que deviene de ese tipo de comentarios. ¿Podrías contarme un poco más al respecto?
Fue un suceso muy desafortunado, porque ocurrió en un lugar en el que creía que podía sentirme seguro porque la persona que fue racista conmigo era un colega artista, también de Oporto, así que me resultó muy confuso cuando ocurrió. Lo que más me dolió fue que no era malo conmigo por mi etnia, sino porque seguramente venía de los celos… No era malo en sí, lo que de alguna manera lo hace peor porque eso significa que piensa así en su vida diaria de forma inconsciente. Llevé este tema a sus compañeros de trabajo, no porque quisiera que lo despidieran, sino porque quería llegar a una solución juntos. No quería cancelar mi exposición y tampoco quería que nadie saliera perjudicado, pero era algo que se tenía que abordar. El texto salió de ese deseo.
La razón por la que se subió en otra plataforma fue que, justo antes de que se estrenase el espectáculo, tuvimos una reunión bastante agresiva en la que me dijeron que no estaban contentos con el texto original. Fue una reunión de 3 horas durante las cuales me llamaron problemático, entre otras cosas. Acabamos presentando el texto en el espectáculo, pero con algunas cosas modificadas. Unos meses después, esta revista online, Blue, dio con el texto y quiso publicar el original.
A la vez, en tus redes sociales podemos ver enlaces a otros textos y artículos académicos hablando del racismo tanto en Portugal como a escala global, además de información sobre asociaciones y grupos portugueses contra la discriminación. ¿Esta iniciativa viene ligada a los estudios sociales que indican que la base del odio es la desinformación?
Hubo muchos factores que me llevaron a hacerlo. Además de lo que me ocurrió, ese mismo verano, en Portugal, un activista afroportugués fue asesinado a plena luz del día. Hubo una serie de acontecimientos que se acumularon. Para mí, la recopilación de esa lista no fue bajo la idea de ‘ayudar’ a los demás, sino casi de una manera egoísta. Era yo quien buscaba esa información para mí, porque en aquel momento me sentía muy negligente sobre cómo era la situación, cómo vivían las minorías étnicas en Portugal y cómo funcionaban otras cuestiones.
Era mi forma de sentirme cuerdo y me parecía bien compartirlo. Era para que la gente supiese que había movimientos sociales en Portugal. Pero también hay muchos estudios sociales e intentos antropológicos para entender la discriminación en Portugal, en los que no me he fijado todavía. Y me alegro de que haya gente interesada en escribir sobre esto, más allá de querer captar la atención de los medios de comunicación.
En este mismo texto hablas también de colonialismo. Leyendo al respecto me he cruzado con el concepto del binarismo lingüístico. La idea es: aprendemos y hablamos en torno a oposiciones, y eso hace que de forma intrínseca se generen discursos de poder. Contrastes entre ideas con poder e ideas sometidas. ¿Cómo lo ves tú?
No conozco bien este término, pero siento que esto se reproduce por costumbre. No porque se nos obligue a pensar así, sino porque a nivel cultural no se ha cuestionado. Me siento incómodo con ello, pero no te queda de otra que sobrevivir y lidiar con ello. Si eso, evitar reproducirlo tú mismo para entender y cambiar el porqué la gente lo hace. Por ejemplo, esta persona sobre la que escribí se autodenomina blanca, cosa que hace que vea a la gente negra como al otro cuerpo que necesita ayuda. Así es cómo los verá y cómo posiblemente me verá a mí. Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? Realmente no lo sé, no es mi trabajo hacerlo y no puedo hablar en nombre de todas las comunidades asiáticas. Es un poco complicado.
Creo que hay algo muy curioso en tus obras, y es que ese juego de oposiciones que te comentaba antes se puede ver muy bien. A menudo son composiciones minimalistas que tienen, de golpe, algún elemento disruptor que cambia por completo la forma en la que estábamos mirando la obra. ¿A qué se debe?
En ese sentido, ¡sí! Tal vez no le llamaría a eso un punto de inflexión en mi carrera, si acaso es lo contrario. Lo que veo es que mis preocupaciones se están centrando más en los materiales y en el formato, lo que puede resultar muy aburrido para quien busque algo más profundo. Pero mi trabajo nunca ha sido sobre algo en concreto. Soy una persona mucho más compleja a la que le interesan las historias y cómo es la gente que me rodea. Creo que todas estas conversaciones son interesantes y tocan muchos temas de nuestra vida cotidiana.
En este caso, quizá durante estos 2 últimos años –me gusta olvidarme del Covid porque esos no cuentan (risas) –, 2018 o 2019, he ido poco a poco moviéndome y trabajando más allá de un único objeto artístico. Tal vez este sea un ejemplo extraño, pero la remodelación del espacio Cordova, entre una habitación abierta y la oficina, está llena de algo que es extremadamente gráfico que hace que se sienta como algo totalmente diferente a pesar de funcionar como un todo. El equilibrio consiste en gestionar ese espacio.
¿Hacer que la gente sea parte de la exposición?
¡Sí! Tampoco lo quiero llamar performativo porque no se trata de que actives algo de repente cuando entres, ¿sabes? (Risas). Ya estás activado. Has vivido, has tenido tus experiencias. Quizás pone en el punto de mira tu propia esencia y cómo te mueves en escena. Eres consciente del espacio y gravitas en él.
Cory, ¿cómo casa Bruno con la galería?
Cory: Nos conocimos hace un par de años e inmediatamente seguimos el trabajo del otro. En este caso fue bastante directo. Tuvimos cinco o seis conversaciones sobre lo que podíamos hacer hasta que surgió la idea del reloj, sobre la que empezamos a trabajar enseguida. La elección de hacer las estrellas y los materiales que elegimos era algo que Bruno ya había hecho, pero pensamos en cómo hacerlo a una escala diferente porque el espacio es más pequeño. Fuimos de un lado a otro para el diseño, pero llegamos a una conclusión bastante rápido. El proceso consistió más en la idea y luego en la ejecución, que no es exactamente como suele funcionar.
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¿Así que fue una mezcla entre el trabajo de Bruno y tu visión del arte?
Cory: Creo que en cierto sentido sí. Aun así, mi papel es más bien el de abrir un espacio para que las cosas sucedan. Haber tenido la oportunidad de trabajar con artistas de contextos tan diferentes ayuda, sin duda, a crear exposiciones que no se mezclan, pero que tienen sentido entre ellas. Es muy emocionante permitirles tener la oportunidad de aprender o crecer a partir de este tipo de experiencias.
Bruno: Concuerdo con Cory. Su influencia en el proyecto se encuentra en lo fácil que te hace entender la política de un espacio. Solo se llevó a cabo este proyecto porque Cory me empujó a ir a la pregunta fundamental de mi propio arte sin la obligación de dar una respuesta.
Cory: Porque normalmente todo viene del sentido de tener que justificar el trabajo de los artistas, que es un gran problema en el mundo del arte. Creo que un artista como Bruno es más que capaz de expresar lo que hace y cómo, pero es importante que esto no se confunda con una justificación de las decisiones de los artistas. No suelo ver esto mucho en Barcelona y eso lo hace complicado. Al venir de trabajar como comisario en otras instituciones, entiendo lo importante que es para el artista no ser tratado de esa manera.
Es cierto que es algo que se ve mucho cuando se va a los museos y a otras galerías, y creo que esa justificación debería venir del espectador.
Cory: ¡Exacto! Hay dinámicas de poder que fuerzan este discurso respecto al valor de la exhibición. En ese sentido, me siento privilegiado de hacer el programa que quiero y exhibir lo que quiero. Aparte de no replicar un programa ni etiquetarme a mí ni a los artistas que trabajan aquí.
Bruno: Me parece muy interesante porque estas ideas están históricamente relacionadas con el arte. Y obligan al artista a ser responsable de la propia gestión de las expectativas del cliente. También fuerzan una visión muy tradicional del arte y a la categorización de los artistas, en la que de alguna manera partimos de un valor cero; ¡lo cual es falso! Todos los seres humanos tienen valor, y el arte es uno de esos aspectos en los que no debemos destacar si algo tiene valor o no.
¿Crees que cuando una galería o una institución utiliza términos como ‘nuevo artista’ o ‘artista en alza’ ayuda o perjudica al artista? Normalmente, también se dice que sirven como ‘altavoces’.
Cory: Me cuesta mucho entender ese lenguaje y no me gusta usarlo. Creo que es muy jerárquico y limitante. ¿Quién soy yo para decir que un artista es más o es menos? No digo que haya ningún tipo de peligro, pero, aunque no pueda controlar cómo la gente ve a los artistas, yo no quiero guiarles a pensar de esa forma sobre ellos.
Me gustaría poder tener más presupuesto para poder cambiar eso a mejor. Hay que pagarles, darles recursos, ayudarles… Si no, el circuito del arte se empequeñece. Hace mucha falta una conversación intergeneracional que lo pueda cambiar.
Bruno: Eso también es algo muy desalentador. En esta época, en 2022, es puro marketing. Antes hablábamos de esto. Cuando presentas la biografía de alguien tienes que poner sus principales valores. En este caso, es lo mismo que decir que el principal valor de un artista es la juventud y la juventud vende. Es una lógica muy pobre y creo que la gente que hace eso no es creativa y utiliza estos sistemas y modelos para salir adelante. Producen un ejercicio sistemático de poder y artistas fracasados. No dar suficientes oportunidades produce artistas destinados al fracaso.
¿Y eso?
Cory: Porque ya están diciendo que su trabajo es pequeño y, por lo tanto, ellos mismos empiezan a pensar así de ellos.
Bruno: Por supuesto. Refuerza la idea de que el crecimiento solo llega con la edad. Y una vez que tienes 40 años, estás a mitad de carrera. Este sistema los quema.
Cory: Y el mercado tampoco ayuda. Se espera que creen tanto trabajo en tan poco tiempo que es insostenible. Pienso que es algo muy peligroso. No hay espacio para que practiquen y es crucial que los tengan para permitirles crecer a su propio ritmo.
Siempre existe la necesidad de encontrar algo más nuevo y fresco, y eso se ve mucho.
Bruno: Sí, porque cuando no es mi edad, es mi género. Y si no es mi género entonces es mi sexualidad. ¿Cambiará el reloj en algo solo por el hecho de que yo sea gay? Voy a decir algo polémico (risas), pero esta práctica refleja tanto una falta de respeto hacia los artistas como una falta de respeto de los artistas hacia ellos mismos. Porque no se permiten tener privacidad para experimentar con esta. Así que cuando pones información sobre ti mismo ahí fuera, cuando te haces visible, tienes que ser responsable de ello. La biografía que escribes es la forma en que te presentas a ti mismo, así que en cierto modo también has provocado que eso ocurra. En el discurso de la institución, los propios artistas son los culpables también de que continúe este tipo de narrativa. Parte de ellos también son parte del problema.
I Am Not Afraid está disponible en Cordova Carrer de Ca l'Alegre de l’Encuny, 24, Planta 3, 08038, en Barcelona, hasta el 28 de mayo de 2022
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