Vivimos en cuerpos más allá de cuerpos: la cama en la que dormimos, la ropa que llevamos, silla, habitación, casa, ciudad, son aspectos expandidos de nuestra propia corporeidad. En el uso de estos objetos el cuerpo se complementa a sí mismo, responde a necesidades. Por eso siempre llaman especialmente mi atención los objetos decorativos o amuletos, ya que no tienen ninguna otra función que la de estar conectados a una expresión personal, valor o creencia. Yo creo que los escojo de manera aleatoria, aunque quizás en el fondo no sea así. En el caso de las frutas siempre aparecen en mi trabajo desvinculadas de su función habitual, por lo que adquieren también la categoría de objeto decorativo o amuleto.