¿Quién nunca escuchó decir que los oficios están perdidos? Es probable que hoy en día el saber institucionalizado pese más que el conocimiento práctico heredado. También es cierto que los títulos de grado en muchos casos son trofeos para aquellos que dedican años de su vida a los estudios formales. Sin embargo, si hay algo que caracterice a la actual era, son las múltiples posibilidades y, hasta cierto punto, la democratización del conocimiento. Gracias a esta facilidad y a la plasticidad que ofrece la posmodernidad a la hora de forjar el propio destino, está surgiendo una nueva generación de emprendedores del oficio alrededor del mundo.
Gastón Greco es el vivo ejemplo de esta tendencia. Nacido en Buenos Aires, Argentina, se mudó a la provincia norteña del Chaco a los diez años para regresar a la capital porteña casi una década más tarde para terminar la secundaria. Tenía veintiún años cuando decidió que en aquellos ratos libres que le dejaba la carrera de Arquitectura iba a empezar un proyecto personal: hacer el zapato cómodo que el hombre urbano necesitaba. Con ése impulso creador se lanzó al desconocido mundo de las zapatillas y fundó Posco. Después de muchas muestras, pruebas y obstáculos eludidos, su proyecto se convirtió en una marca establecida que vende de punta a punta del país y cuenta con seguidores de la talla de el diseñador suizo Markus Freitag.
¿Cómo surge Posco?
Quería desarrollar un zapato cómodo para el día a día, algo que fuera más allá de una marca. Así que en 2011, mientras hacía la carrera de arquitectura en Buenos Aires, sin dinero ni contactos ni conocimiento del mundo de los zapatos, me lancé. Perdí mucho tiempo en el proceso de aprendizaje.
¿Cómo fue ese proceso?
Vivía entre suelas, lonas y cueros, volvía a casa de la facultad y me quedaba ahí adentro experimentando. No me despegaba del producto, dormía con los zapatos puestos, no entendía por qué no me salían como quería. Estaba absolutamente obsesionado. Tampoco tenía a alguien que pudiera encaminarme y responder a mis dudas, éramos yo y el zapato. Al principio parecía que nada quería salir, pero con la constancia fui encontrando la manera.
Y al final generaste una marca sólida que vende de Norte a Sur de la Argentina y colabora con artistas de la talla de Milo Lockett ¿cómo se dio esta colaboración?
Nuestra relación empezó hace mucho tiempo, Milo es muy amigo de mi viejo, es como mi tío. El tenía un local de ropa en Chaco y, casualmente, yo veraneaba todos los años ahí. Un verano decidí quedarme y termine viviendo ocho años ahí. Ahí le perdí miedo a probar, a fracasar. Mi proyecto también surge de eso, de probar sin analizar mucho. 
Arrancaste sin contactos pero entre tus colaboraciones esta Martín Churba, uno de los diseñadores más importantes a nivel nacional.
Sí, a él lo conocí de casualidad. Me lo crucé por la calle, fui hacia él, le conté mi proyecto y nos dimos el contacto. Ahora estamos desarrollando una línea para mujer. También estoy trabajando en un proyecto conjunto con A.Y. NOT DEAD.
Empezaste a los veintiún años siendo un estudiante de arquitectura que no tenía idea del mundo del calzado y hoy te estás moviendo entre las marcas de mayor renombre en Argentina.
Soy un emprendedor aventurero y no le temo al hecho de probar. Al emprender siempre pasa algo, puede ser positivo o negativo, pero siempre algo pasa. En Posco la tracción soy yo. Al principio tuve que aprender sobre el producto, y después sobre la venta. A día de hoy, estoy pegando la vuelta al proceso comercial, estoy madurando.
Volviendo a tu background, claramente a los dieciocho no sabías que ibas a terminar siendo un diseñador de calzado pero ¿qué fue lo que te llevo¡ó a la arquitectura?
Estudié arquitectura porque en el dormitorio en el que dormía no tenía ventanas y siempre me quejé por la falta de luz por las mañanas. Tenía la intención de hacer del techo un gran ventanal. Durante la carrera siempre estuve interesado en la arquitectura como algo funcional y sincero. En mi opinión, un arquitecto es aquel que tiene un vasto conocimiento de los materiales con los que trabaja y conoce plenamente las técnicas con las que construye, siempre persiguiendo la comodidad y encontrando lo que el usuario necesita. El placer estético siempre es central en esto.
¿Y como se traduciría esto en tu proyecto actual?
Considero que cuando uno está cómodo se realiza como persona en plenitud. Por eso recaigo en la comodidad. Y eso es lo que busco generar con mi proyecto, hago zapatos desde el conocimiento de los materiales y las técnicas, busco lo cómodo y bello sin caer en ornamentos. Posco sería una especie de arquitectura funcional para el cuerpo.
Por lo general, los arquitectos que se pasan a la indumentaria trabajan un estilo más relacionado con estructuras, sin embargo, tú no generas una estética alrededor de eso. ¿Dónde queda tu pasado arquitectónico?
El entrenamiento para ser arquitecto te otorga recursos que se relacionan con los usos, lo social y lo estético; nuestra formación no gira pura y exclusivamente alrededor de lo formal. Básicamente adquieres la capacidad de aplicar estos ejes teóricos a un determinado proceso. Yo pude empezar a producir zapatillas desde cero porque primero desmonté varios pares para así lograr entender sus partes y luego aprender qué necesitaba para montarlas nuevamente. Por ejemplo, tuve que pensar qué tipo de relación quería que este calzado tuviera con el suelo, si quería sentir el terreno bajo los pies o resguardarme de él. El objetivo siempre fue generar una zapatilla cómoda que pueda usarse en cualquier ocasión.
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