Fátima de Juan siempre ha entendido la complejidad de ser mujer en un mundo donde el hombre es quien lleva la batuta. Mucho más, cuando el arte urbano es aquello que te mueve y te ves obligada a competir con ellos, pero también contigo misma. Experta en abrirse camino, la artista mallorquina centra su trabajo en mujeres valientes que no necesitan dejar atrás la dulzura para demostrar su fuerza. En Eating Sugar? No papa! se ven mujeres empoderadas con guiños a Frida Kahlo, Misaki Kawai o Niki de Saint Phalle, y puede verse en la L21 Gallery de Palma de Mallorca hasta el 3 de diciembre.
¿Podrías hablarnos un poco sobre ti?
Nací y crecí en Mallorca. Mi primer contacto con el mundo de la pintura fue a través del grafiti siendo adolescente, años después estudiaría ilustración y diseño gráfico en Barcelona y Madrid. Trabajé en publicidad y me dediqué durante años a la pintura mural hasta que volví a Mallorca y decidí dedicarme de lleno a mi pasión, y empecé a pintar sobre tela.
La idea del espray y el arte de pared a menudo queda reservada únicamente para artistas masculinos. Tanto es así, que has hablado con anterioridad de la necesidad de reivindicar el espacio de la mujer en ese sector del arte. ¿Cómo lo rediriges? ¿Te has encontrado alguna dificultad por el camino?
Nunca fue fácil, busqué la oportunidad en la adversidad. El hecho de que fuera difícil, territorial y masculino no me echó para atrás, al contrario, pronto entendí que tendría que luchar por ocupar ese espacio más que mis compañeros.
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Con respecto a la exposición Eating Sugar? No papa!, en la que también participa Jordi Ribes, entre otros, vemos que planteas una serie de retratos junto a las frutas. A mí personalmente me transporta al imaginario de Frida Kahlo, aunque llevado a tu terreno. ¿Qué fue lo que te llevó a plantear estas obras? ¿Cuáles son tus referentes?
Partiendo de lo esencial, que es que me encanta la fruta (risas). Hace un par de años viajé a Cuba y quedé prendada de su cultura y su manera de entender la vida, supongo que de ahí nace la idea de hacer una serie de chicas con frutas despojándolas de todo aquello que no era esencial. Dulces, voluptuosas y fantasiosas, que me trasportaran a la tierra, a la infancia y a las raíces.
Mis referentes van desde Paul Gaugin o Jean-Jacques Rousseau, Niki de Saint Phalle a dibujantes como Robert Crumb y artistas más actuales como Todd James o Misaki Kawai pasando por el arte folk cubano.
Las obras de esta última exposición en L21 tocan la figura femenina con un aire inocente. Aun así, tus obras suelen ser una mezcla entre trasfondos oscuros y el mundo esotérico de la astrología. ¿Podrías hablarnos un poco de ese universo tan propio? ¿Qué otros elementos hacen a tus mujeres? 
Mi obra combina la ingenuidad, la fuerza, la fantasía y la sensualidad; también lo rudo, lo tierno y lo exótico. Al fin y al cabo, son una especie de autorretratos y acabo pintando como me siento en ese momento. Se trata de mujeres de grandes rasgos, a veces dulces, a veces no tanto, medio niñas, medio gigantas.
Al principio hemos comentado el concepto de pared, pero cuando toca hacer exposiciones de este tipo pasas a trabajar sobre el lienzo. ¿Qué diferencias encuentras entre ambos medios y con cuál te sientes más cómoda?
Los procesos creativos son totalmente diferentes y disfruto de ambos, pues se retroalimentan entre sí. Por una parte, me encanta enfrentarme a una pared sin boceto y con cuatro botes de pintura al azar y a ver qué sale. Igualmente, también me encanta el proceso de trabajar sobre lienzo en el estudio, del boceto a la obra final. Supongo que en el grafiti me siento menos observada y, al estar en un contexto más desenfadado, soy más permisiva. Trabajar sobre lienzo, por otra parte, me ha dado más seguridad y enfoque a la hora de trabajar y me permite ponerle más cariño y calidad humana a lo que hago.
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Aparte de grafitera y pintora, también estudiaste ilustración, cosa que queda muy reflejada en tus obras. ¿Cómo es el proceso de creación? ¿Por dónde empiezas?
Normalmente me pongo a dibujar desde cero, con lápiz y papel, sin una idea preestablecida, para calentar motores, luego las ideas vienen solas. Coloreo a menudo en iPad, que me permite jugar con los colores y formas. A veces empiezo sacando un dibujo perdido de entre una montaña de hojas y redibujando alguna idea que se quedó en el tintero.
Me estoy centrando mucho en tu faceta como artista plástica en plano, por decirlo de alguna manera. Pero en tu currículum también hay espacio para la escultura, como tu obra Encanteri. ¿De dónde vino la idea de pasarte al volumen?
Surgió sin más, pensé que sería interesante darle otra perspectiva, más de instalación, llevar unas flechas de grafiti a otra dimensión y que de repente se convirtieran en una maraña, un hechizo, que se erige sobre un altar de ladrillo. En verdad me eché unas risas.
Para terminar, ¿tienes algún proyecto en marcha? ¿Qué es lo próximo que podemos ver de ti?
Estaré en Untitled Art, en Miami, con L21 a finales de noviembre y tengo cerrado un show propio en marzo con la misma galería, se vienen cositas.
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