Después de vivir su larga experiencia parisina, en 2011 regresa a la capital catalana donde se instala en lo que él llama “mi refugio” enfrente de La Pedrera para relanzar sus propios proyectos. Durante el confinamiento, decidió archivarlo todo y probar una nueva forma de trabajar que le obliga a viajar constantemente entre París, Barcelona y el sur de Francia, donde ha comprado una granja en un campo de perales, que está restaurando.
Nos citamos en la tienda de Roche Bobois de Barcelona, donde el diseñador me muestra su primera colección producida por la casa francesa. Una serie de mesas, sillas y sillones de estética biomórfica inspirada en los seres vivos. Un logro que se suma a muchos más en estos últimos años, en los que Quitllet ha seducido a los principales editores de mobiliario europeo contemporáneo para los que ha creado objetos superventas.