Fotografía, vídeo, indumentaria, pintura, escenografía… Ernesto Artillo es uno de esos artistas cuya dedicación y práctica no tienen nombre concreto. Ha colaborado con marcas como Loewe o Harvey Nichols y ha expuesto en museos y galerías desde Saint Petersburgo hasta en Barcelona. ¿Cómo está viviendo la cuarentena un alma con una creatividad inquieta e imparable? Aunque nos confiesa que su vida de por sí ya era bastante confianada, su clave está en mantenerse desinformado y pintarse los labios de vez en cuando, que dicen que ayuda a venirse arriba.
Antes que nada, ¿puedes presentarte y decirnos desde dónde nos contestas?
Me llamo Ernesto Artillo. Ernesto lo eligió mi padre en un gesto de chulería a los nombres tradicionales de mi familia, con referencia literaria y altas expectativas incluidas. ‘Va a ser artista’, dijo él. Artillo es el apellido de mi madre. Lo puse al frente a los veintipocos años, una decisión estética y competitiva para subir la apuesta de mi padre. En plena adolescencia, añadir más erres y tes a mi enunciado era como decir: no tengo miedo. Mi dedicación no tiene nombre. Me expreso a través de diferentes disciplinas procurando hacerlo con la mayor honestidad, con la intención de comunicarme y ser querido. Os escribo desde un limbo con dos salidas, una al mar y otra a la montaña.
Cuando empezaron las noticias sobre el Covid-19 en Wuhan, que luego se extendió y cuyas consecuencias se empezaron a notar, por ejemplo, con la cancelación del Mobile en Barcelona, ¿qué pensabas tú?
Era la primera vez que impartía el taller Lo íntimo y lo público en Cabo de Gata. Los ejercicios se centraban en la desidentificación, en cuestionar el cuerpo, el contacto visual, crear desde paisajes naturales, el desarrollo de dispositivos artísticos y, sobre todo, en el cuidado entre los propios participantes. Sin saberlo, parecíamos estar apurando la libertad y vaticinando un esquema de cómo nos gustaría vivir cuando saliéramos de esta. Sin televisión y casi sin móviles, no éramos conscientes de lo que pasaba al margen de nosotros, ni si quiera mencionamos el tema. Cuando acabó, empezamos a enterarnos de todo. A los pocos días se declaró el estado de alarma y nos encerramos con el consuelo de haber estado muy fuera.
Ahora ya vemos que sí, que es grave y debemos quedarnos en casa confinados. ¿Cómo lo estás llevando tú? ¿Qué haces para sobrellevarlo?
Mi vida ya estaba bastante confinada. Vivo con mi perro y aunque tenemos espacio, sigo rutinas monacales durante largos periodos hasta que llega gente a mi casa; entonces la llenan de sí mismos y juntos hacemos una especie de festival de la otredad que me abastece hasta la siguiente visita. Ahora, aunque me faltan esas celebraciones y el tacto empieza a resentirse, lo cotidiano continúa casi igual.
Sí que estoy incorporando a otras personas en mis procesos creativos, hacer colaboraciones con artistas de diferentes ámbitos resulta bastante saludable. Estoy escribiendo teatro con Beatriz de la Cruz, clausurando una ocurrencia que tuve hace un tiempo con Niño de Elche y los Korsía, y bocetando otra con María José Llergo y Paloma Peñarrubia. En general procuro estar desinformado, centrarme en personas concretas si necesito gente, y pintarme los labios de vez en cuando, que dicen que ayuda a venirte arriba.
Danos un consejo para pasar una cuarentena mejor –o menos peor…
Hay muchos consejos ahora. Me divierte recibirlos como un entretenimiento en sí, no como un medio para conocer algo nuevo. Me interesa más analizar por qué alguien elige algo para representarse que ahondar en esa cosa en concreto.
Ahora que le vamos pillando el truquillo, si te dieran la posibilidad de pasar otra cuarentena con cualquier persona (viva o muerta, famosa o de tu entorno), ¿quién sería y por qué?
La pasaría con un hombre insolente, atractivo, ingenioso, creativo, apolítico, extravagante, indefinido… con Jesús, por ejemplo.
Estamos todos como locos buscando nuevo contenido, así que te pediré algunas recomendaciones con una pequeña explicación de por qué las eliges: una peli.
Les Garçons Sauvages, de Bertrand Mandico. Ha sido una recomendación de un desconocido al que estoy conociendo. Cuando la vi, no supe bien cómo tomármela. Esa sensación, que me parece tremendamente placentera, intento llevarla también a mis propias creaciones. No saber cómo tienes que reaccionar como espectador significa estar presenciando algo nuevo.
Una serie.
The New Pope. Después de haber estado predicando mi utopía del punk poético durante 2019, viendo esta serie me pareció que comulgaba con Sorrentino y creo que esa es la gracia del arte, tener un momento de intimidad con alguien que parece ajeno a ti.
Un libro.
Polvo eres, de Harold Pinter –es teatro. Para los que estén solos, ya sea acompañados o no, puede ser interesante leer sobre lo más íntimo que se puede hacer con una persona, el humor. 
Una canción o álbum.
Ode to a love lost, de Finn Ronsdorf. Me gustaría que quien se la ponga la escuche como si fuese una copla, como si la cantase Lola flores en sus últimos años, por ejemplo. Da para eso.
Un videojuego.
Enamorarse online. Mi querida @violfta, que es una artista muy lista, está juntando a gente que considera afín. Tú le escribes diciéndole que quieres participar, ella analiza tu perfil y cuando tiene a alguien para ti, te avisa. Entonces os empezáis a escribir cartas de manera anónima a través de ella hasta que la cosa evoluciona como cada uno quiere. Alcahueta, médium, celestina… Violeta Niebla reaviva el amor en género epistolar.
Ernesto Artillo Metalmagazine 1.jpg
Y para acabar, cuando acabe la cuarentena, ¿qué es lo primero que tienes pensado hacer?
Dejar que los demás pasen primero.