Era la primera vez que impartía el taller Lo íntimo y lo público en Cabo de Gata. Los ejercicios se centraban en la desidentificación, en cuestionar el cuerpo, el contacto visual, crear desde paisajes naturales, el desarrollo de dispositivos artísticos y, sobre todo, en el cuidado entre los propios participantes. Sin saberlo, parecíamos estar apurando la libertad y vaticinando un esquema de cómo nos gustaría vivir cuando saliéramos de esta. Sin televisión y casi sin móviles, no éramos conscientes de lo que pasaba al margen de nosotros, ni si quiera mencionamos el tema. Cuando acabó, empezamos a enterarnos de todo. A los pocos días se declaró el estado de alarma y nos encerramos con el consuelo de haber estado muy fuera.