En él se observan un temple y una sosegada tranquilidad a la hora de enfrentar y concebir su trabajo, es de esos tipos de carácter ralo que ante todo permanece cauto y tranquilo, casi inmutable, en ávida prueba de continuidad y firmeza, como si el conflicto interior que en ocasiones se perpetúa de creador a creador no tuviese nada que hacer con él. Ante semejante forma de entender el hecho de la creación y la exploración de las ideas, nos aproximamos al trabajo del barcelonés Enrique Muda. Con la salvedad de la pausa en su conversación, suave y concisa, casi resumida, como si quisiera medir someramente la repercusión de sus palabras, no encontramos atisbo de la más mínima inquietud, topándonos con un artista altamente formal, interesado en el significado de sus creaciones y en la progresión formal y sucesiva de ideas, en un plano que sobrepasa todo atisbo cotidiano pero que regresa a la esencia de la calle, de las cosas, un valor decididamente presente en su obra. Ese valor que podría decirse, inunda las calles y terrazas de la cotidianidad más incipiente.