Un imaginario plagado de referencias, la facilidad de moverse en los ámbitos de la moda y el arte con total naturalidad, y una trayectoria impecable, son algunas de las características que impregnan el trabajo de la directora artística Elena Gallén. Con una sensibilidad especial para obtener una belleza más depurada y menos efímera, logra estampar con su sello personal todos los proyectos en los que se embarca, consiguiendo resultados de una calidad y una carga conceptual propia de una artista multidisciplinar de su tiempo. Hoy conversamos con ella acerca de su ecléctico universo y algunos de los proyectos que se trae entre manos en estos momentos.
Me parece natural tratar de experimentar en distintas disciplinas creativas para desarrollar criterio y dominar el máximo de medios y herramientas. He trabajado en moda, arte, comunicación y editado varias publicaciones. A raíz de mi formación y de mis últimos proyectos, quiero continuar explorando el medio cinematográfico como catalizador de muchas de las especialidades de índole estética y narrativa que trabajo.
La literatura, el arte, la ciencia, la historia y el cine de autor son recursos inagotables de estímulos e inspiración. Me interesa lo inquietante, lo poético, lo femenino, lo tortuoso, lo estético, lo depurado. Me nutro de referentes clásicos y sesudos y de otros triviales y de digestión fácil, y encuentro en ello un equilibrio muy sano. Me inspiran los films de Zulawksi, Jaromil Jires, Polanski, Jean Rollin, Peter Weir o Leós Carax. La colormetría de Suspiria de Argento o de Le Mepris de JLG, el diseño de producción de Las Amargas Lágrimas de Petra Von Kant de Fassbinder, la de Gritos y Susurros o Persona de Ingmar Bergman, los guiones de Truffaut o Kaufman… la lista de referencias es detestablemente interminable (risas). Evidentemente, hay cosas que no me interesa que formen parte de mi imaginario, las rechazo automáticamente. Intento trabajar, cada vez más, con conceptos o estéticas atemporales y sustraer de las tendencias ciertos recursos pero no adscribirme en exceso a nada excesivamente efímero.
Disfruto especialmente con proyectos que no sean meramente contemplativos, sino que respondan a necesidades comunicativas, concibo la comunicación como el pilar sobre el que se fundamenta todo mi trabajo: la conceptualización, la vocación de investigación y las necesidades estratégicas de un proyecto, son tan importantes como la resolución visual del mismo. Tanto si es artístico o comercial, personal o de cliente, las diferencias no son sustanciales porque la metodología y la pasión con la que trabajo es la misma, aunque en el caso de los proyectos de cliente cuesta más convencerlos para asumir ciertos riesgos.
La oportunidad surge de la mano de Reebok Classic, cuando me propone dirigir el arte de una pieza audiovisual para un proyecto del Reebok Creative Hub. Inmediatamente me atrae la historia porque conecta con mi modo de afrontar los proyectos, optando por canalizar una estrategia comercial a través de una pieza artística. El proyecto que me ofrecen apuesta por creativos independientes que llevamos años trabajando como freelancers en cine, moda y música en un país al que le cuesta horrores valorar las disciplinas creativas y que castiga al joven emprendedor. Con respecto a lo que supone colaborar con otros artistas es siempre estimulante. Se crean sinergias interesantísimas. De este equipo en concreto había trabajado con Krizia Robustella anteriormente, ilustrando una de sus primeras colecciones, Love me and Love my Dog, que se presentó en el EGO de Cibeles en 2008.
He trabajado influenciada por el cine expresionista alemán y la arquitectura e interiorismo art déco, revisitando ambos movimientos bajo un prisma contemporáneo y minimalista para el diseño de escenografías y ambientación de los decorados. He depurado las referencias al máximo para posibilitar las construcciones de sets con un punto do it yourself que recuerda a las puestas en escena de Michel Gondry. Me gustaría trasladar al espectador a un escenario futurista, que reinterpreta algunos clichés del género de ciencia-ficción desde una óptica postmoderna.
No creo que los haya y, de haberlos, las condiciones acostumbran, bajo el pretexto de visibilizar el talento de los creativos, a explotarlos monetizando su trabajo a cambio de exposición. Es evidente que el precio a pagar es demasiado caro. Un apoyo real consistiría en financiar proyectos, en remunerar a los jóvenes profesionales y dejar de intercambiar trabajo por exposición, pues de reconocimiento mediático no se vive. Se ha de valorar económicamente el trabajo creativo de los profesionales y dejar de venderles una ilusión de falsa fama.
El proceso creativo lo he disfrutado mucho, fundamentalmente porque tenía ganas de trabajar con Tomás Peña, quien ha planteado una historia de amor y de acción en un contexto de ciencia-ficción en el cual he podido trabajar a mis anchas en un tratamiento visual disparatado. Lo estamos gestionando sin problemas, estoy acostumbrada a coordinar proyectos online ya que desde hace años trabajo con clientes extranjeros. La presencialidad está sobrevalorada, cuando obligas a alguien a definirse por escrito siempre tiende a clarificar sus ideas, y lo mismo le ocurre a uno cuando ha de vender algo sin pantomimas. Si gusta, es porque es intrínsecamente bueno. La palabra escrita es el mejor control de calidad.
En esencia, hay rasgos comunes tanto a nivel conceptual como estético que se han mantenido desde mis inicios profesionales. Afortunadamente, de alguna forma que se me hace incomprensible, aquellos que han seguido mi trayectoria aseguran ver un estilo en esa polimatía. Mi nivel de auto exigencia es casi incompatible con sentirme orgullosa, pero los proyectos de los que estoy más satisfecha son aquellos en los que asumí mayores riesgos y por ende, con los que aprendí más. Con veinte años compaginaba la producción de contemporary fashion, artists books y ofrecía servicios creativos. Llegué a comercializar mi marca en concept stores de sitios tan dispares como Barcelona, Nápoles, París, Moscú, Riyad o Taiwan, y a diseñar para otras marcas. Otro proyecto al que le tengo especial cariño es Fuego, la publicación de arte contemporáneo que codirigía con el fotógrafo Coke Bartrina, y que me puso en contacto con el mundo editorial a través del comisariado de piezas de artistas que admirábamos en torno a temáticas sobrenaturales que nos fascinaban en ese momento.
Imagino que continuaré con proyectos de dirección creativa, dirección de arte y consulting en la línea de los que he estado trabajando este año, combinando lo artístico y lo comercial. Me gustaría dirigir una producción audiovisual propia. Pronto comenzaré a impartir el curso de Fashion Branding y a tutorizar los proyectos de fotografía y fashion film del Fashion Communication Course en el Istituto Europeo di Design de Madrid. Y como siempre, estoy abierta a propuestas indecentes (risas).