Somos Tutu y Blanca, una de Mallorca y la otra de Barcelona, respectivamente. Hace unos años compartimos piso, y nuestra casa acabó convirtiéndose en un atelier. El nombre de la firma viene de ahí, el piso en el que nació la magia era el número 285 de la calle Rosselló, donde, entre rollos de tela y patrones, todo comenzó a tomar forma.
Sí, efectivamente, recibimos educaciones e influencias distintas, pero aun así nos hemos centrado en una sola idea, y esta única visión que compartimos es la que forma parte de la filosofía de Dos Ocho Cinco. Discutimos, maqueamos e ideamos cada prenda, tejido y detalle, y luego cada una se centra más en una tarea a la hora de elaborarla, pero al final cada pieza habla de Blanca y de Tutu. Ese punto en común se halla tras juntar todas esas pequeñas tareas que realizamos paralelamente: búsqueda de tendencias, detalles de confección, desarrollo de la prenda, cartas de color o tejidos… Cada una de nuestras prendas proviene de este minucioso proceso que queremos que caracterice a Dos Ocho Cinco.
Nuestra conciencia es clara. Buscamos el origen de cada prenda, nos inspiramos en nuestros viajes y nuestro día a día en la ciudad. No vendemos simplemente piezas monas, sino que creamos relaciones con los clientes. Creemos esencial darle cierto grado de satisfacción, de manera que vuelva a acudir a nuestro estudio y a nuestras manos para sus looks, en lugar de irse a comprar una prenda cualquiera en otra tienda o cadena. Cada día que pasa (o quizás es que somos demasiado optimistas), sentimos que la gente está más sensibilizada y toma más conciencia de cómo es el proceso de producción de una prenda, ya que el sector de la moda es el que más y peores trazos puede llegar a utilizar.
Cada vez menos, ya que la marca evoluciona y, como tal, van apareciendo nuevas necesidades, aunque siempre mantendremos esa esencia y la comunicación directa con el cliente. Hasta hoy nuestras colecciones se han basado en una sola pieza –la chaqueta– tanto para verano como invierno. Es cierto que nuestros clientes se maravillan al adquirir una prenda que pueden personalizar y no solo retocar para que siente mejor. No sé si han sido concienciados para entender, pero sí que son abiertos, nuestros clientes reflejan que están de acuerdo con el precio de nuestras prendas al venir a vernos. Nuestro estudio es, sin quererlo, una exposición permanente de todo nuestro trabajo diario.
Verano, sol, rocas, sal… ¿A quién no le apetece? Y sí, teníamos ganas de traer ese famoso dibujo de las cortinas y cabeceros de cama, la adaptación de “ses llengües mallorquines”. Ese fue el punto de partida para SS15, y de ahí su desarrollo con estampados, tejidos, colores y patrones. ¿AW 16? Estáis a punto de verla, pero de momento no os desvelaremos nada.
Todo el mundo necesita una chaqueta, así que cada septiembre sacamos las del invierno pasado pero las consideramos caducadas en cuanto salen de la bolsa con olor a naftalina. Nosotras buscamos que eso no pase, e intentamos lograr la atemporalidad de nuestras prendas; de ahí el exhaustivo y detallado proceso previo a la confección de estas.
Barcelona es especial, y una gran escuela aparte de incubadora creativa. Las prendas que salen de nuestro taller hablan mucho de nosotras, nuestro entorno, y el trabajo realizado en cada colección. Dos Ocho Cinco mantendría sus rasgos en cualquier otro lugar, pero está claro que nuestros clientes y clima influyen en nuestra carta de color y tejidos.
Nadie te lo pone fácil, todo son responsabilidades, tomas de decisiones complicadas, inversión… Pero somos dos, nos unimos, y emprender algo tan nuestro no nos da miedo. Mover una ficha entre dos es una apuesta más segura. Aprendemos cada día de cada paso dado y peldaño subido. Hacer ruido, sin chirriar.





