Escribí el guión como suelo hacerlo, sin diálogos y describiendo lo que quiero que ocurra, algo breve. Paralelamente, era muy consciente de que quería que mi película estuviera muy cerca de la realidad y quienes aparecieran fueran actores no profesionales. Así que mientras desarrollaba el guión exploré distintos protagonistas. No tenía claro que fuera a encontrar a la persona que perteneciera a este mundo, que estuviera en una situación parecida a la del personaje y que pudiera interpretar un poco. Acudí a asociaciones que trabajan con gente que ha venido recientemente de fuera.
Empecé por Vidreras y acudí a la Associació Jamia Kafo. Ellas me presentaron a gente, me dieron ideas e hice pruebas. Después fui a Santa Colma de Farnés. El proceso fue curioso. Allí, la técnica de inmigración del ayuntamiento me puso en una habitación y llamó a muchos africanos. La situación fue divertida: yo delante de veinte tíos contándoles no sé muy bien qué. De esos veinte, cuatro no hablaban nada de castellano. Maite, la técnica de inmigración de Cassà de la Selva, el pueblo que se convirtió en el centro del rodaje, me presentó a tres personas. Los tres acabaron saliendo en la película. Tras conocerles, me incliné por que Musa fuera el protagonista.
En la prueba de cámara flipé, el tío improvisaba y consiguió lo que más buscan los actores: encontrar esa naturalidad, esa verdad. Él podía hacerla, estaba en ese momento disponible y tenía que rodar ya. Fue un salto al vacío. En muy poco tiempo intenté conseguir financiación, una productora puso el material, dirección de fotografía, etc. Es una peli hecha con la urgencia de que el protagonista es una joya y su vida es muy cambiante. Él está aquí ahora y dentro de tres años igual está en Jaén o en París.