¡Así es! Estaba en mi casa de siempre, en Móstoles, y enfrente había una pista, un descampado. De repente empezaron a hacer obras y a construir una pista de tenis, una piscina, un polideportivo, etc. Y justo delante de mi casa, un skatepark. Yo, siendo un niño de 9 años me colé, me tiré por las rampas como si fuese un tobogán. Pensaba que iba a ser una piscina de verano, pero cuando lo inauguraron vi que era un skatepark y que la gente estaba patinando. No lo entendía y me daba igual porque no me llamaba la atención pero, al final, teniéndolo enfrente de casa, me despertó la curiosidad. Fue entonces cuando decidí probar. Me colé un día al mes de que hubiese abierto y empecé a pedirle la tabla a la gente que allí se sentaba porque yo no tenía skate. Imagínate a un niño de 9 años pidiendo la tabla (risas). Recuerdo que cuando tenía ganas de patinar, a lo mejor tenía diez céntimos en el bolsillo y se los daba a algún amigo a cambio de que me dejase su tabla un rato. Se sentaban a descansar y me la dejaban mientras. Así empecé a patinar mi primer mes, esa fue mi primera experiencia.