La experiencia física del mundo no está arraigada al cuerpo ni a cómo lo percibimos a través de los sentidos. Al menos, esto es lo que demuestra el artista Daniel Steegmann Mangrané con uno de sus últimos trabajos, en el que el público experimenta la realidad virtual. La obra de este catalán afincado en Brasil cuestiona los binomios con que concebimos el mundo, así como la propia forma de pensarlo y vivirlo. A través de instalaciones, esculturas y fotografías, Daniel plantea preguntas demasiado olvidadas por una sociedad que no se preocupa por el entorno en el que vive. Para recuperarlas y descubrir más sobre trabajo, decidimos entrevistarle.
A modo de presentación, defínete en una frase.
Hola, ¿qué tal? Soy Daniel, encantado de conocerles.
Sé que estás en Rio de Janeiro, así que ahora llega la primavera y el buen tiempo. ¿Qué harás hoy? ¿Sigues alguna rutina diaria? ¿Algún ritual que no puedas eludir?
Normalmente me despierto sobre las 9:30, desayuno bien, y sobre las 10:30 empiezo trabajar. Un día ideal empezaría un poco más temprano, trabajaría hasta las 16 y me iría a la playa tomándome un açaí por el camino. Allí me encontraría seguro a algún amigo y, después de tomar una cerveza o picar algo, volvería a casa a dormir y empezar de nuevo el loop. Desgraciadamente, eso no pasa tan a menudo como me gustaría…
Mi estudio hoy se parece más a una oficina que al típico estudio sucio. Tengo dos asistentes: Félix Luna, de México, y Hanns Wiesner, de Berlín, que me ayudan con los diversos proyectos. Hacen desde dibujos técnicos, hasta maquetas o manuales de instalación, o incluso la realización de los pocos trabajos que hago en casa. Además doy clases en la Escuela de Artes Visuales del Parque Lage y colaboro en lo que puedo con otros programas como el de Capacete, así que en realidad no paro nunca…
Eres de Barcelona, pero llevas tiempo viviendo y trabajando en la ciudad brasileña. ¿Qué es lo que más te gusta de ella? ¿En qué sentido te inspira para crear?
Vivir en Brasil, y específicamente en Rio de Janeiro, te pone constantemente en contacto con las urgencias e injusticias de nuestro mundo contemporáneo. Todos los problemas y desafíos que el mundo enfrenta hoy, sean ecológicos, económicos, políticos, sociales, etc. los encuentras en cualquier barrio de Rio. Vivir aquí impide cualquier tipo de indulgencia intelectual.
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Trabajas la fotografía, el collage, la instalación, el sonido, la escultura, el audiovisual… ¿Por cuál empezaste primero? ¿Hay alguna en particular que te hiciera decidir que querías ser artista?
Empecé pintando, pero la verdad es que enseguida se me hizo necesaria la relación con el espacio y el cuerpo que la escultura y las instalaciones permiten.
¿Hay alguna técnica con la que no hayas experimentado pero que te gustaría probar?
Cada vez más mi trabajo implica la colaboración con técnicos o expertos de otras áreas, de los que aprendo horrores. Los artistas trabajamos todos de una forma más o menos parecida; pero un científico, un ingeniero, un programador o un filósofo tienen velocidades totalmente distintas, formas diversas de aproximarse a los problemas que se plantean y otros medios para alcanzar soluciones. Trabajar codo con codo con ellos me parece cada vez más fascinante. Dicho esto, creo que ahora mismo el sonido y sus posibilidades de espacialización son lo que más curiosidad me provoca.
La geometría es un concepto presente en muchísimas de tus obras, incluso cuando trabajas con elementos orgánicos irregulares como naranjas, ramas y hojas de árboles (las hojas con dibujos geométricos en "Masks", las obras "Elegancia" y "Renuncia", "Equal Cut", etc.). ¿Cómo combinas elementos tan diferentes a la vez?
Nuestra forma de pensar moderna parte de un sistema de oposiciones y jerarquías (mente-cuerpo, objeto-sujeto, naturaleza-cultura, hombre-mundo) en el que no creo. Desmontar la oposición orgánico-geométrico, mostrando cómo lo orgánico responde a leyes geométricas y haciendo operar lo geométrico de modo orgánico, es una de las maneras que tengo de plantear el colapso de esas otras oposiciones.
El hecho es que vivimos en un momento lleno de urgencias, de las cuales la más grave e ignorada es la ecológica, que parece ser constantemente postergada por otras urgencias económicas y sociales, sin entender que unas son dependientes de las otras… Pero si no empezamos a pensar fuera del paradigma de oposiciones moderno, donde los hombres estamos por encima de la naturaleza (y algunos hombres por encima de otros) vamos a repetir los mismos errores que nos han llevado al actual escenario de crisis económica, social y ambiental. Creo que este es un momento especialmente rico para ser artista.
Tienes varias obras que confunden los sentidos o que hacen percibir la realidad de otra manera (las cortinas de aluminio, "Orange oranges 2", "Phantom"…). ¿Qué te atrae de modular la realidad? ¿Y cuál es el objetivo tras esta deformación de la percepción?
Creo que confiamos demasiado en nuestras percepciones, cuando las mismas se deben a procesos fisiológicos y neurológicos fácilmente modificables. Mostrando cuán fácilmente alterable es nuestra percepción quiero que el espectador se replantee su lugar en el mundo, las verdades en las que cree y que establezca una nueva relación más auténtica consigo y con la realidad.
Las obras que haces con cortinas de aluminio kriska y marcos de acero pintado (con recubrimiento en polvo) parecen entradas a otras dimensiones. ¿Cuándo hiciste la primera y cómo surgió la idea? ¿Qué esperas que sientan las personas cuando las atraviesan?
Kriska es la fabricante original de estas cortinas de aluminio. Ellos las inventaron allá por los años 30 en Valls, y son un elemento tradicional de la arquitectura vernacular española, especialmente en el sur de Catalunya, donde rara es la casa o tienda que no tiene una en la entrada.
La primera vez que las usé fue en la galería Múrias Centeno de Porto, Portugal, y decidí hacerlo porque me parecieron la forma perfecta de hablar de estados de tránsito y lidiar con nociones de corporalidad e inmaterialidad. Los trabajos de esta serie son enormemente físicos, por el color y sus dimensiones, y al tiempo se desmaterializan en la relaciones entre tu cuerpo, tu movimiento por el espacio, y las cortinas que definen tus alrededores inmediatos, haciendo del tránsito y de lo transiente el material esencial del trabajo. Creo que esto queda perfectamente claro para el espectador, aunque tal vez no lo formule con estas mismas palabras (o con ninguna palabra). De hecho, a veces el lenguaje no es necesario, y ese es el momento que me gusta alcanzar.
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Personalmente me encantaría probar la realidad virtual en la obra "Phantom". ¿Cómo fue la experiencia de usar una tecnología tan nueva como la realidad virtual y el gadget Oculus? Y según lo que te hayan ido comentando (los galeristas, el público, los críticos, etc.), ¿crees que has conseguido lo que pretendías?
Para realizar Phantom (kingdom of all the animals and all the beasts is my name) trabajé junto con ScanLab, una compañía de Londres dedicada a escanear en 3D todo tipo de espacios, con los que espero poder volver a colaborar en un futuro próximo.
Lo que más me fascinó de la realidad virtual es su fisicidad. La experiencia es perfectamente realista, si no visualmente, sí en términos de movimiento y confort. Independientemente de lo fantasioso que sea el ‘mundo’ en el que uno entre, la experiencia física del mismo es perfectamente coherente y confortable, y eso es lo que la hace tan realista. Pero al mismo tiempo que la presencia de este mundo virtual es casi perfecta, nuestro propio cuerpo no está presente en él.
Muchas compañías están investigado cómo colocar en el mundo virtual un avatar de nuestros cuerpos, que usaríamos para relacionarnos con el mundo virtual del mismo modo que usamos el cuerpo real para relacionarnos con nuestro entorno. Pero a mí esta desconexión me pareció especialmente útil y apropiada para investigar la ausencia del propio cuerpo, nuestra disolución en el mundo y, al mismo tiempo, mostrar cómo la experiencia física del mundo no está arraigada al cuerpo. Esto es algo difícil de explicar pero fácil de entender. Es como decir que somos mucho mayores que los límites exiguos de nuestro propio cuerpo, que estamos físicamente aquí, pero ya sentados a la mesa del restaurante donde vamos a cenar con nuestra próxima cita. Pocas veces estamos al 100% en el mismo lugar en el que está nuestro cuerpo. Soñamos despiertos, recordamos lugares, nos proyectamos en el futuro constantemente…
¿Recuerdas la primera vez que un museo o galería se puso en contacto contigo para exhibir tu obra?
La verdad es que todo sucedió de forma muy natural desde el principio. Todavía en la escuela de arte empecé a trabajar en la galería Ego de Barcelona, donde hice mi primera exposición. Una exposición es un medio de reflexión en sí mismo, una forma fantástica de interrogación y de experimentación. A veces me pregunto por qué no es un medio más usado por otras disciplinas, como por ejemplo las matemáticas o la filosofía.
Has exhibido trabajos por todo el mundo: desde museos como el MACBA y el Museo de Arte Moderno de Rio, hasta galerías como la Esther Schipper en Berlín o la Bortolami Gallery en Nueva York. ¿Alguna vez te imaginaste viajar por el mundo gracias al arte?
Sí, siempre me imaginé viajando y exponiendo por el mundo, pero la verdad es que lo que yo imaginaba poco se parece a la realidad. En verdad, lo que fallaba era imaginarme cómo y qué es ser un artista hoy en día, cuando esa es la pregunta esencial: no se trata de añadir más objetos a un montón ya existente, sino preguntar qué puede ser el arte hoy en día.
¿Dónde te ves dentro de cinco años? ¿Crees que seguirás en Río?
Creo que en cinco años seguramente ya tenga un hijo, y la respuesta a esa pregunta va a depender mucho de si eso es verdad.
¿En qué proyectos andas metido últimamente? ¿Y alguno para un futuro a medio o largo plazo?
Mi principal proyecto ahora mismo es trabajar más en lo que hago, pero haciendo menos exposiciones. Quiero trabajar más concentradamente en los proyectos, experimentar más, cagarla más, envolver a más gente, hacer cosas más grandes y pasar mucho tiempo haciendo más cosas pequeñas. Convivir más con los trabajos… Como decía, no se trata de añadir más objetos a una colección ya abultada, sino de preguntarse qué puede ser el arte y para qué puede servir.
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