Esta ilustradora y dibujante de cómic barcelonesa ha conseguido hacerse un hueco innegable en el mundo de la ilustración gracias a haber creado un estilo personal e identificable, pero en ningún caso monótono o predecible. En sus obras, pequeñas piezas se unen en perfecta geometría para contar una historia, creando una sensación de lógica y orden que contrasta con un mensaje y unos personajes cotidianos, tiernos y sinceros. Sus ilustraciones rebosan energía y frescura; algo que editoriales como Blackie Books o Penguin, así como The New Yorker y unas cuantas campañas publicitarias no han podido pasar por alto. Os presentamos a Cristina Daura.
¿Cómo describirías tu estilo? ¿Cómo ha sido el proceso de encontrar un estilo tan distintivo?
Voy a responder directamente a la segunda pregunta, porque la primera se me hace un poco difícil de contestar. Creo que es difícil autodefinir tu estilo o trabajo sin sonar demasiado pretenciosa, o, vaya, yo al menos no lo sé hacer. En cuanto al proceso de encontrar un estilo, aunque suene fácil, creo que lo importante es estar a gusto con lo que se hace, no intentar ser algo que no eres, y disfrutar.
No creo que el estilo con el que los demás te identifican tenga que ser para siempre el mismo, al menos en aspecto visual, si no sería un aburrimiento. A nivel personal añado que, quizá porque al salir de la universidad la cosa no estaba para tirar cohetes, me vi dibujando cosas que no reconocía para nada mías, pero que hacía para poder encajar y encontrar trabajo. Está claro que esto fue parte del proceso, y por eso digo lo de sentirse a gusto, porque yo no lo conseguí hasta hace un año y medio. Lo gracioso es que a mí me gustaba mucho lo que hacía antes de entrar en la universidad (pero no creo que la universidad tuviera nada que ver en cómo me sentí estos últimos años, sino más bien este boom de la ilustración en las redes sociales). En fin, creo que me estoy yendo por las ramas; en definitiva, hay que recordar que si una ilustra, dibuja cómics o murales o lo que sea, al final no hace falta tanta etiqueta.
No creo que el estilo con el que los demás te identifican tenga que ser para siempre el mismo, al menos en aspecto visual, si no sería un aburrimiento. A nivel personal añado que, quizá porque al salir de la universidad la cosa no estaba para tirar cohetes, me vi dibujando cosas que no reconocía para nada mías, pero que hacía para poder encajar y encontrar trabajo. Está claro que esto fue parte del proceso, y por eso digo lo de sentirse a gusto, porque yo no lo conseguí hasta hace un año y medio. Lo gracioso es que a mí me gustaba mucho lo que hacía antes de entrar en la universidad (pero no creo que la universidad tuviera nada que ver en cómo me sentí estos últimos años, sino más bien este boom de la ilustración en las redes sociales). En fin, creo que me estoy yendo por las ramas; en definitiva, hay que recordar que si una ilustra, dibuja cómics o murales o lo que sea, al final no hace falta tanta etiqueta.
Te preguntaba por el proceso que has seguido para llegar a ese estilo tan personal, e incluso me atrevería a decir que en ocasiones se puede ver la influencia de artistas como Chris Ware, pero, ¿cuáles crees que han sido los artistas que han inspirado tu trazo?
Sí, Chris Ware es un referente que admiro mucho, y se puede añadir el trabajo de Olivier Schrauwen, el colectivo Icinori, Daniel Clowes, Henri Matisse, Phoebe Gloeckner, y supongo que muchos más artistas a los que también se unen escritores, fotógrafos, arquitectos, etc. El enredo de siempre.
Tras pasar un tiempo trabajando para la revista Nobrow, ahora trabajas en tu propio estudio. ¿Cuáles son los pros y los contras de trabajar por cuenta propia y ajena en el mundo de la ilustración?
En Nobrow solo fui de becaria el año anterior a graduarme. Tuve la suerte de conseguir una beca para realizar prácticas en algún país de la Unión Europea y acabé en Nobrow gracias al contacto de un profesor que había trabajado para ellos. Por entonces, la revista no llegaba ni a los dos años. Y allí no trabajé de ilustradora, más bien de ayudante en todo lo que se necesitara (desde serigrafía hasta comunicación, preparar presentaciones, etc.). Así que podría decir que nunca he trabajado de ilustradora en una editorial, siempre ha sido por cuenta propia.
Empezando por los contras, la ilustración es una profesión a nivel nacional y (esto ya parece algo repetitivo) muy poco valorada en el aspecto económico: debes batallar más para que te paguen bien (y a tiempo). Es una profesión en la que se te puede ir un poco de las manos el no dormir o el trabajar los 7 días de la semana, en la que, y creo que en parte por las redes sociales, parece que “compitas” por los trabajos (esto me ha pasado pocas veces, pero lo he escuchado muchas) y, en definitiva, que agota mucho económicamente, es decir, que entre que te salen trabajos, te pagan bien y a tiempo, pagas la cuota de autónomos y te acuerdas de descansar, parece que se te olvida que lo importante es dibujar a gusto.
Los pros, claro, quizá parecen menos, pero a nivel anímico son más importantes, como por ejemplo la satisfacción que da cuando te llega un proyecto para una editorial, revista o grupo con el que te hacía mucha ilusión trabajar, el que a veces tengas que viajar y conocer a personas cuyo trabajo admiras, el que puedas hacerte un horario a tu ritmo, y, sobre todo, el estar haciendo algo que se supone que te gusta.
Empezando por los contras, la ilustración es una profesión a nivel nacional y (esto ya parece algo repetitivo) muy poco valorada en el aspecto económico: debes batallar más para que te paguen bien (y a tiempo). Es una profesión en la que se te puede ir un poco de las manos el no dormir o el trabajar los 7 días de la semana, en la que, y creo que en parte por las redes sociales, parece que “compitas” por los trabajos (esto me ha pasado pocas veces, pero lo he escuchado muchas) y, en definitiva, que agota mucho económicamente, es decir, que entre que te salen trabajos, te pagan bien y a tiempo, pagas la cuota de autónomos y te acuerdas de descansar, parece que se te olvida que lo importante es dibujar a gusto.
Los pros, claro, quizá parecen menos, pero a nivel anímico son más importantes, como por ejemplo la satisfacción que da cuando te llega un proyecto para una editorial, revista o grupo con el que te hacía mucha ilusión trabajar, el que a veces tengas que viajar y conocer a personas cuyo trabajo admiras, el que puedas hacerte un horario a tu ritmo, y, sobre todo, el estar haciendo algo que se supone que te gusta.
Recientemente has ilustrado la sección Fall Preview de The New Yorker. ¿Cómo surge una colaboración así?
Surgió como surgen los demás encargos: me llegó un email de una de sus directoras de arte con la propuesta, la fecha de entrega y el presupuesto. Claro, en el email no te dicen cómo han llegado a ti, pero imagino que o bien a raíz de Behance, que es donde subo mi trabajo y uso como página web personal, o bien porque recientemente me seleccionaron un proyecto con el que participé en un concurso de una revista de ilustración norteamericana (donde los jueces son directores de arte de varios medios). No gané, solo me seleccionaron. En todo caso, no sé cómo la persona que me contrató llegó a mí, pero me alegro de que lo hiciera (risas).
En esta colaboración has ilustrado a artistas y bandas americanas de indie-rock/lo-fi que están despuntando, como Car Seat Headrest o Told Slant. ¿Qué música escuchas habitualmente? ¿Lo haces mientras trabajas o te influye de alguna manera?
Va a sonar a típico, ¡pero escucho de todo! No sé, es que si echo un vistazo a lo que añadí recientemente a la lista que más escucho de Spotify sale Nick Cave y, detrás de él, una canción de The Knife, pero en la misma lista están Kraftwerk, David Bowie o Gigi d’Agostino. Para trabajar hay diferentes momentos en los que, a nivel personal, necesito escuchar un tipo de música u otra. Por ejemplo, me pongo música instrumental (ya sea clásica o de alguna banda sonora) cuando necesito sacar ideas. Después de esta fase más de pensar, cuando paso a la fase más de ejecutar, me pongo de todo, listas de estas que te haces con un montón de grupos varios. También durante esta parte suelo ponerme series de fondo como The Office, Parks and Recreation, Mad Men, RuPaul’s Drag Race, e incluso algún culebrón de TV3 y programas de radio.
Entre tus últimos trabajos, también destacan las portadas para varios títulos, como Todo está iluminado, de Jonathan Safran Foer (Penguin Essentials) y Mi primer Sony, de Benny Barbash (Blackie Books). ¿Es difícil encontrar una buena idea para una portada? ¿Empiezas con una idea clara?
En el caso de Penguin, quizá porque estaba un poco nerviosa, ya que no sabía hasta qué punto podía hacer lo que me diera la gana, empecé con unas ideas muy básicas, que me tumbaron rápidamente. Me dijeron: “parecen portadas demasiado normales, intenta hacerlo todo más extraño y con composiciones más rebuscadas. No tengas miedo a pasarnos ideas más abiertas.” Dicho esto, fui probando, mandando, etc., hasta dar con una idea con la que ambos –yo y el director de arte de Penguin–, estuviéramos de acuerdo. También cabe añadir que hubo algún punto en el que tuve que ceder con alguna idea que no me convencía, pero bueno, acabo por soltar algún insulto o grito al aire para desahogarme, y ya.
Con Blackie Books el planteamiento es muy distinto: hay más confianza y ya de entrada sabes que tienes más libertad para ir dando ideas. Respondiendo más claramente a la pregunta, no se trata tanto de dar con una idea, sino con que sea aceptada y entendida por la editorial, creo yo. En definitiva, es un trabajo en equipo, y de momento he trabajado con directores de arte que han confiado en mis propuestas de portada.
Con Blackie Books el planteamiento es muy distinto: hay más confianza y ya de entrada sabes que tienes más libertad para ir dando ideas. Respondiendo más claramente a la pregunta, no se trata tanto de dar con una idea, sino con que sea aceptada y entendida por la editorial, creo yo. En definitiva, es un trabajo en equipo, y de momento he trabajado con directores de arte que han confiado en mis propuestas de portada.
Gracias a la labor de colectivos como el de la Asociación de Autoras de Cómic, cada vez se está visibilizando más el papel que juegan las mujeres en el mundo del cómic. ¿Podrías recomendarnos a una de esas autoras?
Soy una gran lectora del trabajo de Phoebe Gloeckner, Ana Galvañ, Carla Berrocal, Lola Lorente, Marlene Krause, Jillian Tamaki, Natacha Bustos, Roberta Vázquez y un largo etcétera. Lo gracioso es que me has pedido una, pero no sabría con quién quedarme. Quizá por longevidad y porque la empecé a leer con 17 años, me quedo con Phoebe Gloeckner.
Y, ya que hablamos de recomendaciones, ¿a qué editorial de cómic deberíamos seguirle los pasos?
La editorial La Mansión en Llamas del colectivo Dehavilland es mi favorita ahora mismo, ya que dan salida a muchos dibujantes noveles que apenas tienen nada publicado, y también arriesgan publicando títulos extranjeros de cómic independiente. Pero, como creo que lo importante es consumir cómics y apoyar a editoriales nacionales, también os recomiendo a Fosfatina (de Galicia), Apa-Apa Comics (de Barcelona) y a Fulgencio Pimentel (de Logroño).