Poco se ha escrito sobre la historia del bolso, seguramente porque no se han conservado suficientes referencias. Sabemos que en la prehistoria ya se usaban utensilios similares por los dibujos rupestres encontrados, en los que se aprecian figuras portando objetos parecidos. Podemos deducir que las tribus nómadas ya desarrollaron algún tipo de bolso para poder transportar en sus desplazamientos los alimentos que cazaban o recolectaban. En algunos grabados encontrados en tumbas funerarias del antiguo Egipto, también aparecen bolsos junto a figuras humanas. Los romanos los llamaban ‘bursa’ y los usaban tanto los hombres como las mujeres. En la Edad Media era costumbre llevarlos atados a la cintura.
No es hasta mediados del siglo XIX que cobran una mayor importancia, sobre todo como complemento femenino, y es principalmente Coco Chanel en los años 20 quien los introduce en sus colecciones hasta el punto de crear un nuevo objeto de culto para las mujeres. En la actualidad, se considera el principal complemento de moda, no solo por su utilidad sino por su carga simbólica. Cristina Castañer, siguiendo el dictado de su intuición, se ha atrevido a empezar de nuevo, después de una larga trayectoria en la empresa familiar. Por aquellas cosas del infortunio, unas telas extraordinarias la inspiraron para crear bolsos atemporales para cada necesidad. Su pasión por la belleza y su tesón, la llevan a crear su propia marca de bolsos MyBestys que se abre camino a paso lento pero seguro. Su historia personal reúne todos los elementos necesarios para escribir una serie de cuatro temporadas, por lo menos.
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¿Eres consciente de ser una precursora?
Cuando abrí mi tienda en la calle Maestro Nicolau 23 no existía nada similar en Barcelona, ni en Italia, Francia o en los Estados Unidos. En ese momento la idea de la Concept Store no se conocía, así que fui pionera sin proponérmelo. Después de unos años en Andersen Consulting, y justo después de que muriera mi padre inesperadamente, decidí incorporarme a Castañer, en un momento en el que estábamos superando un bache importante.
Propuse abrir una primera tienda y a nadie le pareció una buena idea, ya que apenas teníamos colección de invierno y prácticamente no existían las tiendas monomarca. Superé todos los obstáculos. Cuando comentaba lo que me proponía les parecía una locura, porque nadie entendía el proyecto. Era una idea arriesgada, pero me dejaba guiar por mi intuición. Tuve claro desde el principio que no iba a hacer una simple zapatería, sino que iba a ser un lugar donde pudieras encontrar diferentes cosas: libros, sombreros, bufandas, gorras, foulards, anillos, collares, bikinis, y otros objetos que me gustaban. Fue un éxito desde el principio. Mezclé el mundo Castañer con el de otros creativos de aquí y amigos italianos, franceses y japoneses. Creé mi pequeño universo y se convirtió en un punto de encuentro. La tienda tenía mucho carácter y lo mejor para mí es que reunía a varias generaciones: chicas jóvenes, madres, abuelas… Más tarde se incorporaron los señores. Fue una tienda diferente que dejó huella en mi generación. Todavía hoy mucha gente la recuerda.
¿Y tú cómo la recuerdas?
Tengo un buenísimo recuerdo de aquella Barcelona porque fue una suma de cosas que contribuyeron a darle más carácter a la ciudad, y a mi manera contribuí a ello. Actualmente, en las grandes ciudades, quedan pocas tiendas con personalidad propia, pero las hay. No es fácil sobrevivir porque a pesar de que el sector de la moda está en medio de una tormenta que obliga a adaptarte rápidamente, sigue siendo atractivo ir a Milán y pasearte por Corso Como, o por Leclaireur en París. A pesar de la globalización, el comercio sigue siendo importante para mantener la esencia de cada lugar.
Cuéntame cómo diste el salto a un local luminoso en pleno Quadrat d’Or.
El barrio se transformó muchísimo y la tienda se quedó pequeña. El turismo no subía tanto por la zona, cerraron Hermès y Louis Vuitton por la crisis del 2008 que yo sufrí sin esperarlo en 2011. Así que una vez más me la jugué y abrí una nueva tienda. Era una nueva ilusión y Benedetta Taglabue entendió perfectamente lo que quería transmitir en el interior. En el exterior siempre había flores y plantas frescas. También se convirtió en un lugar de encuentro de amigos de Barcelona y de fuera. Con la llegada del Covid, tuve que cerrar porque suponía demasiado sufrimiento intentar mantenerla.
Y a partir de aquel momento empieza tu nueva aventura.
Cuando cerré la tienda, una amiga me propuso compartir casa en el puerto de Maó. Fue una delicia, además de muy reparador. Puse orden a muchas ideas que tenía y empecé a activarme de nuevo. En Castañer ya no había espacio para mí, aunque sigo en la propiedad, pero quise retomar mi proyecto MyBestys. Es una marca nueva que he creado con el corazón. Es una apuesta por la moda cien por cien sostenible con la que quiero aportar mi granito de arena a un mundo mejor y demostrar que se puede hacer algo chic, fresco, bien hecho, de proximidad, atemporal y que sea rentable. Voy sembrando poco a poco, y espero que vaya creciendo según sus propias posibilidades.
Me parece una premisa muy inteligente.
Bueno, puede ser inteligente si sale bien, porque el mercado es muy duro. Ahora estoy muy contenta porque tengo un nuevo cliente japonés. Me ha hecho muy feliz porque el mercado nipón, a pesar de que es muy difícil acceder a él, si les gustas, son clientes muy fieles. El ritmo de la moda está totalmente reñido con la sostenibilidad. Imagínate si soy osada que, por mi empeño en hacer bolsos atemporales, hay clientas que me preguntan si son del año pasado. Yo les digo que sí, que es un bolso del año pasado y que sigue siendo fantástico, porque como las buenas piezas es atemporal.
¿Cómo son los bolsos MyBestys?
Hay muchas maneras de hacer moda sostenible. Mi modesta propuesta es adquirir stocks de telas de una calidad excepcional que nunca se hayan usado y darles una segunda vida haciendo algo bonito con ellas. El material me lleva a la forma del bolso. Según la tela, puedo hacer una bolsa de playa o una bombonera pequeña. Mi negocio es requetecomplicado porque no es una marca al uso. Yo hago un modelo con lonas preciosas, pero igual me piden más cantidades y resulta que esa combinación ya se ha agotado. Además, trabajo con artesanos y también tiene su intríngulis. Soy como una artista que también tiene que vender.
Pero tienes una experiencia impresionante en la empresa familiar que ahora te sirve con tu propia marca. ¿Has arriesgado mucho?
Introducir una nueva marca en el mercado requiere mucho esfuerzo. El riesgo es enorme porque quiero hacer colecciones atemporales y sin rebajas. El bolso que hice hace 2 años quiero que sea tan actual como el que estoy haciendo ahora. Tanto el modelo como las combinaciones. Yo soy artesana y no hago descuentos por respeto al mismo bolso.
¿Un bolso puede materializar un sueño?
Es un objeto muy personal al que puedes cogerle cariño, incluso afecto, ya que forma parte de tu día a día. Te puede acompañar en tu sueño personal, porque es donde guardas las cosas más íntimas: tus llaves, tu teléfono, tu dinero, tus pañuelos, tu libro, tus cosas… Cada momento es distinto y cada bolso te acompaña de una manera diferente, como un gran amigo. Por eso les llamo MyBestys.
Además, están hechos con un proceso muy artesanal.
Se están perdiendo los oficios y es muy difícil encontrar artesanos que trabajen con la exquisitez que lo hacían los que se van jubilando. Tengo que dedicarme mucho a seguir los procesos de fabricación hasta la extenuación. Pero también lo disfruto. A los artesanos les sorprende la dedicación que le pongo a todo y como los persigo mañana y tarde. Por suerte mi implicación se les ha contagiado. El precio refleja todo el trabajo, el coste de producir en España y pagar impuestos aquí. No hago rebajas. Es una ofensa que me digan que son caros. Está fabricado aquí por grandes profesionales, es un respeto al público y al cliente.
Me da la impresión de que te has apropiado de ti misma. ¿Sigues tu intuición?
Este es el único lujo que me permito. Hago colecciones de invierno y de verano. Lo bueno de esto es la libertad que tengo para hacer lo que me dé la real gana. Como no he tenido hijos, no sé si gracias a Dios, aunque eso no se puede decir… Parece que en las mujeres está mal visto, aunque ahora menos. Cuando era más joven me compadecían, sobre todo las mujeres. He tenido que sacar mi personalidad porque parece que, si no eres madre, es como que te falta algo. Quizás sí que te falta algo, pero a cambio tienes muchas otras ventajas. La más importante para mí es que hago lo que quiero en cada momento y ahora también puedo hacerlo profesionalmente.
¿Cuál es tu propuesta de slow fashion?
MyBestys en inglés quiere decir mis íntimos. Yo propongo un bolso para cada ocasión: para ir a la playa, viajar, ir a trabajar, o para salir de noche. Hago bolsos para mujeres y hombres, para que los puedan usar en cualquier momento del día. Algunos son totalmente unisex. Después de mucho esfuerzo, me hace mucha ilusión el resultado.
Te presentas como una creativa, a pesar de que la imagen que tenemos de ti es de empresaria. ¿Cómo explicas esta transformación personal?
Tengo mi faceta de empresaria y la he aportado mucho a Castañer. La experiencia en la empresa me enseñó muchísimo porque al ser familiar estás en todos los fregados. Un día estás sentada en un consejo aportando estrategia, y al otro atendiendo a clientes, o vendiendo en una feria. Participas en todos los procesos, sobre todo en el marketing y la comunicación, pero te diría que casi lo mejor era participar en el diseño de las colecciones. Aprendí mucho, yo aportaba mis ideas e información de primera mano de lo que quería el consumidor. Así se va creando una marca, mezclando la realidad del negocio con la ilusión de la novedad. Todo el engranaje tiene que funcionar a la perfección. En MyBestys, además del diseño, todos los procesos internos se hacen con el mínimo equipo y mucho esfuerzo. Es todo un reto y a la vez es como volver a ser muy joven y empezar de nuevo.
¿Cómo surgió?
Todo empezó cuando me enamoré de unas telas antiguas de colchón que se vendían en un antiguo almacén que cerraba y pensé que haría algo con ellas. Se me ocurrió hacer bolsos. Después me puse a pensar en el nombre de la marca y encargué el logo. Todo es un trabajazo. Además por naturaleza no soy demasiado disciplinada, así que también tengo que superarme en eso para llegar a todo. Me parezco mucho a mi padre, que era muy nocturno. Para mí nunca llega la hora de irme a dormir.
Cuéntame cómo es tu proceso creativo.
Surge sin pensarlo demasiado. He visto muchos bolsos en mi vida, así que tampoco he inventado la rueda. Es como los cocineros. La tortilla de patatas ya está inventada pero cada uno la hace a su manera. Con los bolsos hago lo mismo. Una bolsa grande puede llevar varias telas, pero si es para el mar, tiene que ser waterproof. A veces las dibujo, pero las diseñamos con el artesano sobre patrón. El bolso Tokio está inspirado en un bolso que compré en Japón al que le he dado unas vueltas para mejorarlo. Son las telas las que me inspiran para darles forma. Para mí no es ningún esfuerzo. Al contrario, me tengo que frenar, porque haría cien bolsos distintos. Mi cabeza está en constante proceso creativo.
¿Qué sensación te produce ver uno de tus bolsos terminado?
Normalmente tengo dos sensaciones. Una es de mucha ilusión, y la segunda, me sale mi lado crítico. Siempre veo algo que se puede mejorar. Lo vivo con cierta dualidad. Por un lado me encanta ver terminado lo que había imaginado, pero también soy muy perfeccionista.
¿Sin ser una marca de lujo, en qué se diferencia MyBesties de las demás?
Para mí lo importante es la selección de materiales, la fabricación artesana y la creatividad. Acabo de presentar nuevas piezas para este verano, que añado a las piezas que ya presenté a los compradores hace seis meses. Ahí sí que rompo las normas del mercado. Todas las colecciones se pueden comprar online a través de mi web, o por Instagram.
¿En qué tiendas se pueden adquirir?
En Barcelona y Madrid en las tiendas Castañer. También las tienen en Vasquiat, en Jofre, en Yurban, en MG Pamplona y en Menorca en Es Foraster. En Cerdeña en Yashu E Prem. Y desde hace poco tiempo también en Tokio, en Isetan.
¿Cómo ves el mundo de hoy?
Vivimos un momento de cambios tan trepidante que a veces me entra vértigo. ¿Dónde nos va a llevar la inteligencia artificial? Todo esto me tiene alucinada. El cambio climático me preocupa como a todo el mundo. Me horroriza ver cómo están patentando las semillas las grandes corporaciones. A este paso, acabaremos viviendo como en la Edad Media. El cambio es muy acelerado y nos afectará a todos por igual. Por eso me gusta irme a Menorca para reconectar con la naturaleza y olvidarme de la locura en la que estamos metidos.
¿Te inquieta?
Sí, mucho, a todos los niveles. Me cuestiono qué será de mí y de todos en el futuro, pero procuro que no me afecte demasiado y que esta sensación no me atrape. Pero sigue siendo inquietante. No quiero vivir atormentada e intento encontrar el equilibrio. A veces lo consigo más y otras menos. Es muy deprimente ver que el poder está en manos de unos pocos y que nos manipulen a todos. Por otro lado, me horroriza pensar qué hubiera sido de mí si hubiera nacido en Afganistán, en China o en Irán. Es un mundo muy contradictorio. Nuestra democracia occidental es muy imperfecta, pero por lo menos, nos hacen creer que tenemos libertad. Y en cierto modo, la tenemos. En muchos países, ni eso.
¿Qué personas han influido en tu vida?
Mis padres, sin duda, aunque fui muy independiente desde muy joven. Y muchos amigos que he ido encontrando por el camino y que me han transmitido amistad incondicional. También me ha influenciado el arte, el cine, la literatura y la música. La cultura es básica para vivir. 
¿Qué te aporta?
Libertad y disfrute. Además, te conecta con la creatividad de los demás, ya sean artistas, escritores, o pensadores. También es importante viajar y tener pocas ataduras. Te permite improvisar y te da la posibilidad de vivir otras vidas. La vida es más interesante si viajas. Yo nací en Banyoles y necesitaba volar. Ahora, curiosamente, con los años lo que me gusta es volver al pueblo, o a Menorca, buscando lo mínimo.
¿Qué encuentras allí cuando vuelves?
Vuelves a lo tuyo, a tu zona de confort. Ahora me gusta volver a lo pequeño ya que tiene mucha esencia. Lo grande te diluye y te pierdes. Siendo muy joven, recién terminada la carrera de derecho, me fui a Nueva York a trabajar, y más tarde a Londres. Para mí el gran atractivo de las grandes ciudades es la oferta cultural y comercial, pero el ritmo es muy frenético.
¿Llevas bien el paso del tiempo?
Soy muy práctica en ese sentido. Antes de nacer no existía, pero el mundo estaba allí. Cuando me muera será igual. No podemos vivir eternamente.
La vida siempre está por delante. ¿No te planteas nada en concreto?
En el futuro me planteo una vida más tranquila, o más contemplativa. Como todos los creadores, soy hipersensible y percibo de manera distinta lo que ocurre a mí alrededor. Alguien con una mentalidad más racional percibe la realidad de otra manera. Me aferro al presente, sin pensar mucho en el futuro. Lucho para que no me atrape el miedo a la vejez. Mi madre con 90 años está estupenda.
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