Nuestro principal objetivo como consultores es acompañar a nuestros clientes (marcas, retailers, organizaciones...) en su transformación digital. Tratamos de acercarles un futuro ineludible, disruptivo y salvaje, pero lleno de posibilidades, ayundándoles a construir sobre nuevos paradigmas. Las reglas del juego del siglo XX se están volatilizando. El mundo como lo conocíamos está a punto de desaparecer y, por muy esperanzador y excitante que a nosotros nos parezca, también es cierto que será, y de hecho está siendo, estresante. Lo que Alvin Toffler bautizó como “el shock del futuro”. Nuestro trabajo pretende facilitar este proceso.
Entendemos que nuestra función debe ser la de buscar aplicaciones de las tecnologías a nuestra industria, por supuesto, con unos objetivos y direcciones concretas en mente: lo slow, lo sostenible, lo local, lo pequeño... Así que en el backstage siempre estamos I+Deando, buscando posibles maneras, posibles caminos que después pondremos al servicio de nuestros clientes o colaboradores. Son ellos y sus peticiones las que apuntan posibles escenarios para el futuro. Por eso trabajamos con gente que quiere ir a los mismos sitios que nosotros. Por ejemplo, por fin podemos contar una de las colaboraciones más rupturistas y emocionantes que tenemos entre manos y que se lanzará próximamente. Junto a honest by bruno pieters, estamos desarrollando una colección que incorpora la impresión 3D de un modo absolutamente disruptivo, con la sostenibilidad como eje principal y que, sin duda, pone sobre la mesa direcciones y debates futuros.
No le va a quedar más remedio que estarlo porque, nos guste o no, el futuro será digital. Esto no tiene marcha atrás. La industria tecnológica se rige, entre muchas otras, por la Ley de Moore, que vaticina que cada 8 meses se duplica la capacidad del chip de los microprocesadores; lo que, simplificando, significa que un ordenador de 2025 será 74 veces más rápido que en 2013. Esto ya no hay quien lo pare... Lo que sí podemos decidir es cómo queremos que ocurra, qué forma queremos que tome... Nos deparan debates complejos pero esperanzadores. Y de todos modos, si bien es verdad que la gente parece escéptica, hostil o desapegada de estos temas, la tecnología se está colando en nuestras vidas por la puerta de atrás, como un ladrón. Todos hemos incorporado la tecnología en nuestras vidas de un modo u otro. Es más, si echamos la vista atrás, más de lo creemos y confesamos.
Porque es absolutamente revolucionaria; porque es paradigmática de lo que será el futuro; porque es el juguete con el que siempre soñamos y soñasteis; porque es la alta costura del siglo XXI, pero al alcance de todos... La impresión 3D es eficiente y creativa per se. Dinamita y pone de relieve todas las deficiencias de la industria del siglo XX: acorta las distancias entre creador-productor-consumidor; posibilita a los pequeños lo que hasta ahora sólo fue potestad de los grandes (no genera stock, no requiere mínimos, permite personalizar, es barata); es sostenible... La lista de virtudes es tan larga que, ¿cómo no estar interesados?
Hacia 2025 todos los habitantes del mundo y todo lo que nos rodea estará conectado y tendrá capacidad de generar y almacenar data. Es lo que se conoce como el Internet de las Cosas, la IoT en la jerga tecnológica. Nuestro entorno físico integrará capas de información digital... En este contexto, nuestra ropa y accesorios se convertirán en la interface que nos permita “navegar” por el mundo. Todo esto sólo tiene sentido si eso ocurre de manera masiva, si todos estamos dentro... Esto no es ni una tendencia pasajera, ni minoritaria. Sólo hay que esperar a superar las reticencias iniciales. Y después, una nueva era: la era digital. Por otro lado, el futuro ocurrirá en la intersección de muchas disciplinas. Píldoras, makeup o tejidos inteligentes, implantes nasales o nanobots que cuelguen de nuestro cabello, wearables de todo tipo (no sólo los gadgets que conocemos hoy) serán baratos y accesibles ya en esta década. Diversos observadores recogen que cada uno de nosotros llevaremos una media de 70 sensores... Y, por supuesto, también hacia 2025 todos tendremos una printer en casa.
Otros tantos proyectos en fase experimental avanzada, nos permiten mirar un poco más allá: tejidos compostables creados en laboratorio; tejidos que se regeneran impresos en 3D con material biológico; accesorios que imitan el comportamiento del hueso y mutan; tejidos solubles en agua; tejidos que integran electrónica y material biológico...
La conectividad global nos beneficiará a todos. Como dice Eric Schmidt: “los que no la tienen, la tendrán y los que ya la tenemos, querremos más”. Hay regiones del mundo sin agua, ni electricidad y sin embargo, están conectadas. Gente sin acceso a una educación o información objetiva, tendrá ahora todas las bibliotecas del mundo en la palma de su mano. La revolución del smartphone ha sido la chispa de salida de una revolución mayor; la revolución digital.
Esta conectividad introducirá nuevos actores en la partida. La innovación vendrá de la mano de los pequeños, de outsiders, de lo fronterizo, creando comunidades activas, vibrantes, que comparten, que generan... Las dimensiones de la transformación digital son de tal magnitud que aún resultan difíciles de imaginar: la expansión y colisión del mundo virtual en el mundo físico, unido la revolución de los datos, impactarán en todas y cada una de las capas o distintas áreas de nuestras vidas. Es importante que seamos conscientes de que nos aproximamos inexorablemente a un momento histórico, alucinante y brutal, lleno de posibilidades pero también de enormes riesgos. Tenemos que informarnos, ser críticos, intervenir, sumar, proponer... Hay que participar, sí o sí, en la construcción del futuro.
¡Nosotros nos sentimos más como unos eternos principiantes! Al final, nuestro trabajo gira en torno al futuro. Es decir, no tiene pasado, no tiene memoria, no hay formación específica... Nosotros como directores, tenemos una amplia formación, trayectoria y experiencia en la industria de la moda, eso sí; pero ninguno de los integrantes (somos cinco) tenemos ninguna formación específica en nada relacionado con la tecnología: lo que todos tenemos en común es que somos unos futuristas empedernidos. Aprendemos gracias a lo que otros comparten (estamos eternamente agradecidos a la escena maker); a las horas y horas y horas de I+D que hacemos; y colaborando con otros que, como nosotros, tienen voluntad de innovar de acuerdo con algunos principios.
Al mismo tiempo que arrancamos con la empresa, allá por 2012, pusimos en marcha nuestro primer proyecto, AAtlas: una investigación -aún en curso- con el que nos preguntamos sobre el impacto de la tecnología sobre nuestra industria.
Además de nuestro trabajo de recoger, analizar e imaginar escenarios futuros, tratando de componer el puzzle, nos entrevistamos con gente de todo tipo de disciplinas, perfiles y edades. Gracias a este proyecto, hemos identificado necesidades, problemas, soluciones y rutas posibles. ¿Lo demás? Internet, Internet, Internet y más Internet...
Lo mejor del big bang digital que estamos viviendo es que todos somos pioneros. Todos estamos afrontando y haciendo cosas que no imaginábamos. Todos estamos tratando de encontrar nuevas maneras de hacer las cosas. Y nosotros también. Después de muchos años trabajando para clientes paradigmáticos de la vieja industria, decidimos apostar por lo que nos decía el instinto y lo que nos pedía el cuerpo. Decidimos dejar de trabajar para, y empezamos a trabajar con.
Nosotros, como muchos otros -hay una escena tremenda- estamos haciendo las cosas de manera diferente, desafiando muchas cosas que se daban por sentado y poniendo deliberadamente en entredicho las reglas e instituciones del pasado. Y sí, con un claro compromiso por lo sostenible, lo local, lo pequeño y lo singular. Nosotros 3 años después, seguimos aquí. De hecho, la familia crece. Eso es muy esperanzador. Si propuestas como la nuestra funcionan, es síntoma de que los tiempos están cambiando.
Más cultura, más gente formada, más gente crítica, más comunidades activas, más posibilidades de crecimiento personal o desarrollo profesional, empoderamiento de las personas, su singularidad y pluralidad, empoderamiento de los países en vías de desarrollo, creatividad multiplicada una y otra vez, la posibilidad de ser mucho más eficientes y más sostenibles. Cuanto más compartimos, más nos beneficiamos de lo que comparten los demás. Los derechos de autor, las patentes y demás, nos parecen formatos totalmente anticuados, soberbios y ególatras. Para nosotros, la cultura no tiene nada que ver con eso. La cultura siempre tuvo que ver con lo que las personas comparten unas con otras, una y otra vez... No hace falta que ningún agente externo valide, legitime o elija qué debemos compartir las personas/empresas y qué no. Al final, ¿dónde empieza y dónde termina una idea? ¿Quién es el dueño de una idea? ¿Es posible delimitar eso? Y, en cualquier caso, ¿de verdad eso importa?









