Sí, para diferenciarnos de la oferta barcelonesa, aplicamos un modelo ya existente en otros países: los usuarios pueden quedarse una hora, dos, todo el día, una semana e incluso todo el mes y pueden disfrutar de la cocina para servirse su café, su té, fruta, galletas, snacks, como si estuvieran en casa. Eso sí, quisimos desde el inicio darle personalidad, que tuviera una identidad propia, a través de la decoración, la selección de muebles, la paleta de colores, el ambiente. Era importante que el espacio tuviera alma. La idea era que la gente se sintiera a gusto, que Coco se pareciera a una casita con su buffet francés de los 50, su sofá de inspiración nórdica, su luz, sus cuadros – ahora mismo son cuadros de la artista madrileña Inés Maestre –, sus plantas y sus revistas de moda, claro.