Es curioso que la respuesta a la búsqueda de la propia identidad pueda encontrarse en el punto de partida, dónde empezamos nuestro camino. La película Chavalas es un golpe de realidad a través de Marta, una joven fotógrafa que ve cómo su mundo se derrumba cuando la despiden de su trabajo en Barcelona y tiene que volver a Cornellà a vivir con sus padres. Carol Rodríguez Colàs debuta como directora en la gran pantalla y cuenta con Carolina Yuste, Vicky Luengo, Elisabet Casanovas y Ángela Cervantes en esta película –de sello personal– que es una lección contra los prejuicios que, demasiado a menudo, atribuimos a nuestras raíces.
Licenciada en Comunicación Audiovisual y con varios cortometrajes, miniseries y documentales en el bolsillo. ¿Qué ha sido lo más desafiante para llegar a estrenar tu primer largometraje?
Lo más desafiante ha sido todo el tiempo que tiene que pasar hasta conseguir juntar la financiación que requiere una película. Lo más frustrante es esperar las subvenciones, preparar los dosieres, la incertidumbre de si te las darán… Producir un largometraje no es barato, es algo muy complejo.
En nuestro caso, han pasado mínimo 5 años desde que surgió la idea hasta conseguir todo lo necesario para llegar a rodar, ha sido realmente un reto. Yo había hecho muchos cortos autofinanciados y, luego, más profesionalmente, con productoras. Pero, hacer una nueva película desde cero y que, además, sea la primera siempre toma mucho tiempo.
¿Cómo se gesta Chavalas? A veces el proceso de conseguir arrancar con el proyecto y conseguir financiación puede resultar abrumador.
Se ha gestado de una manera un poco particular. Al principio la idea era que Chavalas fuese una serie; escribimos un piloto, incluso lo llegamos a rodar con nuestros medios y se lo presentamos a la Cima, que es la Asociación de Mujeres Cineastas. La propuesta fue seleccionada y, a partir de allí, encontramos la productora que ha conseguido financiar la película.
La historia sucede en Cornellà, dónde tú y tu hermana Marina –que es la guionista– nacisteis y crecisteis. Chavalas nace con la idea de romper con los estigmas que se asocian a la cultura de barrio. ¿Estos prejuicios son de la gente del barrio o de la gente de fuera?
Puede haber prejuicios en los dos lugares. Nosotras queríamos hablar sobre todo de los prejuicios por parte de la gente que nunca ha pisado nuestra ciudad u otras ciudades periféricas que tienen historias semejantes, que todavía tienen mala fama. Es verdad que estas ciudades tienen problemas, igual que muchos otros barrios, ¿no? Eso no significa que haya más delincuencia o sea difícil vivir en ellas.
Lo que más me fascina es que los estigmas aún perduren hoy en día. Cuando me presento y digo de dónde soy es muy habitual que reciba una reacción desde la broma, calificando la ciudad de chunga. Marina y yo no hemos vivido eso, ni mis amigas. Yo buscaba mostrar la vida que hemos vivido en nuestro barrio desde nuestra visión.
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Detrás de la película hay elementos muy personales, el edificio donde creciste, el banco en el que solías pasar horas junto a Marina, el nombre de tu tortuga Liebre… ¿Es posible que al visionar el resultado final de la obra sientas que, de alguna manera, te estás desnudando ante el público?
Sí. En Chavalas se muestran cosas muy personales y particulares de mi familia y de mi grupo de amigas. Hay muchos detalles, pero lo bonito es que no me siento con pudor de enseñar todo eso; sobre todo ahora que la película lleva ya más de 2 meses en el cine. He podido recibir respuestas de varios espectadores que la han visto y se han emocionado, muchos dicen que se sienten identificados con el hecho de irse de casa para buscarse la vida y tener que regresar.
Aunque muchos de ellos no sean de barrio, aunque no sean de San Ildefonso, se ha visto un sentimiento que ha apelado a tanta gente que no puedo sentirme expuesta. De hecho, estoy feliz de haberlo compartido y ver que no es una historia tan mía y de Marina en particular, quizás era, más bien, el miedo a mostrarla.
La última escena gira alrededor de un monólogo muy emotivo. Solamente la grabasteis una vez, ¿fue algo planeado? Probablemente fue decisivo para que resultara tan auténtica, ¿no?
No fue una decisión de decir: “lo haremos una vez, que la primera será la más auténtica”. No fue un resultado meditado para conseguir autenticidad, simplemente es de esas cosas maravillosas que pasan en el cine que de repente lo haces una vez y todo sale bien, hasta entra la luz del sol idónea.
La propuesta de Vicky fue estupenda y, de hecho, las otras actrices lloraban de verdad viendo la escena, incluso yo que me sabía el guion de pe a pa y me emocioné mucho. Ese monólogo es un poco lo que siento yo con la película. Lo que el personaje de Marta hace al final es lo que he hecho yo con Chavalas, ha sido el mismo reto para mí.
A diferencia de Marta, Desi, Soraya y Bea no muestran querer alejarse de Cornellà y lo que han vivido allí. ¿En tu círculo de amigas también se ve esta contraposición?
Sí, totalmente. No queríamos enseñar que la única posición válida es la de la persona que se marcha; la gente que se queda también pueden ser triunfadores. Hay gente que decide hacer su vida en el barrio de manera muy tranquila, tengo muchos amigos que se han comprado un piso aquí, siguen haciendo su vida en la misma ciudad o el mismo barrio y son felices así.
Hay muchas posiciones diferentes a las que se apelan en la película, mucha gente no tiene orgullo de barrio. No todo el mundo que es de Cornellà va con el barrio por bandera, aunque sí es bastante habitual.
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De hecho, cuando saliste del barrio no sentías ese orgullo, pero ahora sí que lo vives así, ¿verdad?
Exacto. Yo hice ese camino cuando era un poco más joven que la protagonista. Es la vergüenza de clase, de venir de donde vienes. La primera vez que salí del barrio vi que había muchos prejuicios fuera de la pecera, me hacían sentir avergonzada y me juzgaban. Cornellà ha sido una fuente de inspiración para muchos de mis proyectos, y me siento cómoda pudiendo enseñar cómo percibo yo el barrio, lo veo lleno de historias y lleno de belleza.
Carolina Yuste, Vicky Luengo, Elisabet Casanovas y Ángela Cervantes, ¿cómo fue el proceso de casting? ¿Cuál fue el motivo por el que actrices tan conocidas decidieran participar en tu Ópera Prima?
Ellas me explican que les gustó la verdad de la historia y de los personajes, que se los podían imaginar en la vida real y se sentían apeladas a ellos por cosas que han vivido. Algunas de las actrices tambien son de periferia, también han dejado a sus amigas y luego han vuelto al barrio de toda la vida a encontrarse con ellas. Siempre me han comentado que es una historia en la que creían y que querían contar, se esforzaron mucho para cuadrar sus agendas complicadas y poder estar.
El reparto siempre es clave, pero en este caso era fundamental que hubiese una química especial entre las protagonistas. Lo vemos en la escena que las cuatro protagonistas salen cantando y bailando en el bar. ¿Cómo se incubó?
Ellas se habían cruzado porque son actrices de la misma generación, pero no eran amigas, nunca habían hecho una película juntas. La suerte ha sido tener personas del mismo estilo, muy generosas entre ellas. Ellas eran conscientes que el alma de la película residía en su química y se esforzaron para que todo resultara muy natural, ahora son amigas de verdad y se ve reflejado en la pantalla.
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Gran parte de los figurantes son gente de Cornellà, conocidos tuyos. ¿Resultó complicado rodar con gente que nunca antes había actuado? ¿Crees que la participación de gente que pertenece al barrio ha ayudado a crear naturalidad en las escenas?
La aparición de los vecinos de San Ildefonso sí que ha contribuido a crear autenticidad. Y no me ha resultado tan complicado dirigirlos, a fin y al cabo son figuración y no tienen papeles complejos. Estoy muy contenta porque cada vez que la película se proyecta en los cines de Cornellà la gente se reconoce y reconoce a sus amigos, es emotivo.
Chavalas está escrita, dirigida y protagonizada por mujeres. Imagino que la intención no es llegar solamente a un público femenino. Teniendo en cuenta que el mundo del cine aún debe evolucionar mucho en este contexto, ¿ha supuesto un reto llegar a todo el mundo?
Lo bonito es que Chavalas ha gustado a un público intergeneracional y de diferentes géneros. Parece que una película de chicas veinteañeras vaya a apelar solo a las chicas de esa edad, pero para nada ha sido así. Ha habido chicas más mayores que me han dicho que las protagonistas les recuerdan a su grupo de amigas, o chicos que también sienten esa proximidad con su grupo de amigos. La mayoría tenemos una pandilla de toda la vida con la que la relación no se pierde por el paso del tiempo. También está el tema de la identidad, por los dos lados se ha conectado con mucha gente.
Este es el primer largometraje que realizas. Sin embargo, has conseguido conectar muy bien con la audiencia, habéis conseguido reunir varias nominaciones, incluso premios. Asumo que habrá un segundo, ¿no?
Ojalá. Esa es la idea, seguir mi carrera. De hecho, tenemos ya un nuevo proyecto que codirigiré también con mi hermana Marina, lo estamos escribiendo las dos. El título provisional es The Gang. De momento, ha sido seleccionado por la Academia de Cine para la residencia de todo este año y estamos trabajando en ello. ¡Espero que salga bien, la verdad!
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