Buscábamos crear un producto con una gran personalidad. Una cerveza de gran calidad, tanto en los productos como en la elaboración, y con un branding muy bien definido y potente. Estas dos partes eran las que entendíamos que debían ser nuestro ADN. Yo me dedicaba al mundo de la dirección creativa para marcas de ropa, y creamos el concepto de Brutus partiendo de estas bases: de cómo, en una marca de ropa, la gente asocia rápidamente la imagen a la firma en base a un concepto previo, a una personalidad marcada. Para nosotros el tema estético es muy importante, pero no nos gustan las modas. No nos interesan las etiquetas, sino el estilo, y eso va mucho más allá de las tendencias de moda.
Siguiendo esta línea, también queríamos hacer una cerveza global. Es decir, una cerveza que no esté circunscrita a ninguna área geográfica. Esto es coherente con el proceso de fabricación en Alemania, con el etiquetado tanto en español como en inglés… Además, solo vendemos en botella. No queremos entrar en la guerra de hacer tiradores, ni barriles, ni de precios… Entendemos que la marca se construye desde la botella como elemento característico.