Rara vez se produce una interconexión entre academicismo y descaro. Justo así suena Ido, el primer álbum de estudio del trío Big Menu. El resultado es una traducción del hip-hop a la partitura. Una adaptación de estilos como el funk o el jazz de Nueva Orleans a la escena española, como ya demostraron en su single Bongo mondongo. El trío de Peter Party (Pedro Campos), Pein (Enrique Peinado) y Hoss (Jose Benítez) está decidido a romper las consideraciones habituales sobre los músicos de conservatorio.
Los tres suenan a calidad. No es de extrañar, pues les avalan artistas urbanos como Rels B, Dano o Nathy Peluso (a la que acompañaron durante toda su gira europea). Precisamente por el deseo de embarcarse en solitario nace Ido. Una aventura tan frenética como exquisita que, canción por canción, nos conduce por todos los planos melódicos que el grupo domina. En sus propias palabras: “como si el oyente atravesara pantallas en un videojuego”.
En una sociedad que rinde tanto culto al individualismo (y más en los artistas), ¿cómo encontráis el equilibrio a la hora de repartir el trabajo entre los tres? ¿Qué papel cumple cada uno?
Creo que surge natural entre nosotros, pero también es cierto que nos damos espacio. Por ejemplo, hacia el final de F.A.M.O.U.S., Pein tiene una parte que es exclusivamente suya. Tuvo una idea, la trajo, nos gustó, y la dejamos así. Pero podría ser cualquier idea: una balada, un sample, un riff. Nos animamos mutuamente a asumir riesgos y experimentar, eso nos hace desarrollarnos aún más.
No somos las Spice Girls, no necesitamos definirnos tanto individualmente. Con respetar la libertad creativa del resto y crear a partir de ella es suficiente.
“Ya iba siendo hora de que hubieran otros referentes”, rapea Hoss en Yin yang. Dano ha comentado sobre vosotros que, al menos en España, no hay nadie creando un sonido parecido a Big Menú. ¿Qué pensáis?
Nos sentimos más bien huérfanos de referentes respecto a nuestra música. Somos un poco como la película que vas al cine sin saber cuál es el género ni de qué va, pero termina por gustarte. Hay que ir a verla sin prejuicios para disfrutarla.
De hecho, os han categorizado como música urbana, pero vuestro sonido no se identifica exactamente con lo que se suele esperar de la etiqueta.
Somos música urbana porque lo que se supone que hacemos se llama así, pero de cara a nuestro proyecto es más una etiqueta comercial que una categoría que nos represente.
La improvisación es uno de los elementos más característicos del jazz. Vosotros soléis jugar y alterar las canciones en directo. ¿Cómo hacéis para llevar registro de las variaciones de un tema?
(Risas). Eso es un clásico del Pein. Lo graba absolutamente todo, hasta los ensayos. No obstante, ni con esas resolvemos por completo el problema. Te puedes quedar con la idea pero recrearlo es difícil. Otras veces la calidad de audio no permite escuchar perfectamente el arreglo o el instrumento.
En el universo sonoro de Big Menú coexisten la composición de partitura junto al sampleo y la producción más vanguardista. Vuestro proceso de grabación parece muy elaborado, ¿no?
También nos ocurre la típica situación de estar en casa de Pein o Pedro grabando un teclado a pelo delante del micro. Pero si tuviéramos que analizar el proceso de grabación del álbum, estaríamos obligados casi a detenernos canción por canción. En el disco conviven desde canciones grabadas en estudio de forma más clásica, hasta samples cogidos de historias de Instagram.
También jugamos mucho a hacer variaciones en la nitidez del audio. Pasamos del sonido más HiFi a la calidad más tronada que te puedas imaginar. En algunas ocasiones también recreamos el sonido de un sample a partir de un fraseo de una guitarra nuestra con un filtro metido. Es una suerte que podamos autoabastecernos en ese sentido.
¿Alguna canción que responda a esta técnica?
En Nostalgia intentamos simular la sensación de una orquesta, pero en realidad somos nosotros autofiltrándonos para conseguir ese toque antiguo. Palmera y 2025 también comparten matices de este tipo de técnica. O Bongo mondongo, por ejemplo, que contiene un loop del baterista Airto Moreira.
Describís el disco como una suerte de videojuego. Es una perspectiva bastante original, ¿podéis desarrollar un poco la idea?
Nos gusta que el oyente conciba cada track como una pantalla diferente. En algunas de ellas quizá te mantienes más en tensión porque te enfrentas al malo, pero también tienes otras más luminosas y amables. La idea del videojuego deriva de la necesidad de interacción. Nosotros queremos que quien nos escuche también participe.
¿Cuál sería la canción correspondiente al mítico ‘final boss’?
Podría ser Ido o Yin yang también tiene un rollo un poco de catacumbas. De todos modos la interpretación que le damos está abierta para que cada uno lo asocie a lo que quiere. Lo que teníamos claro era que no se tratase de una construcción lineal.