Recién llegada a Barcelona conocí a muchos artistas a través de un amigo. Mi primera gran noche de fiesta aquí fue en el estudio de Javier Mariscal, en el lanzamiento de una de sus series animadas a finales del 2000. Pensé: esto mola, y mucho. Desde entonces acompañé el desarrollo de proyectos increíbles que me hicieron aprender mucho sobre la producción artística.
En 2012 lancé una agencia de representación con un catálogo de trece artistas visuales europeos, dirigida al mercado sudamericano. En 2015 percibí que el territorio no absorbería la propuesta, así que la dejé aparcada por un tiempo con el gusanillo de encontrar la manera de convertir todos los recursos de la agencia en algo más tangible. Juntando conceptos como autoedición, creación independiente y edición limitada surgió Le Timbre.
Quería un nombre que sonara bien en todos los idiomas y que reflejara la visión internacional del proyecto. Timbre es una palabra que existe en castellano, catalán, portugués, francés, inglés. A parte, tiene el doble sentido de campanilla y de sello, dos conceptos presentes en la propuesta. Me imagino a los suscriptores felices al sonar el timbre, sabiendo que están a punto de ver la obra del mes. El ‘Le’ se suma para darle un poco más de gracia –el francés hace que todo sea más elegante.