De la revisión y de la reinterpretación nace Embruxo, segundo álbum del productor gallego, con el que se posiciona como uno de los músicos de culto en el mundo de la electrónica. Inspirado por las cantigas y los mitos de la Galicia de siglos pasados, Baiuca ejerce como mediador entre géneros y generaciones resignificando los códigos tradicionales para asegurarse que no caigan en el olvido.
“Me encanta hacer música yo solo pero ahora tengo la necesidad de conectar para aprender”, nos cuenta Alejandro, haciendo referencia a todos los músicos que han participado en su último trabajo. Parece que, con el pretexto de ser un trabajo de recuperación de la tradición, Embruxo funciona como punto de conexión del talento gallego, ahí están Rodrigo Cuevas, Lilaina o Xosé Lois Romero, entre otros. Con un aire narrativo, las coplas y la percusión se conjuran para envolvernos con misticismos, talento y tradición, y dar paso así a una actualización y reivindicación del folklore místico gallego.
A propósito de tu cambio de nombre artístico, ¿qué hay en Baiuca que no había en Alex Casanova? Y al revés: ¿qué ha dejado atrás Alex Casanova para transformase en Baiuca?
El cambio más evidente es la identidad en relación con mi origen, con mi tierra. Fue un momento de madurez que tuve con 25 años, donde dejé de lado una música que era más global para hacer lo que hago ahora. Antes no había nada que identificara el proyecto con un sitio concreto, en cambio Baiuca sí que tiene un lugar de origen, una identidad que, además, es la base del proyecto. Creo que, cada vez más, los géneros son más globales y el público reclama cierta diferenciación y personalidad en cada proyecto.
En la entrevista que te hicimos en 2018 comentabas que muchas veces necesitas un poco de dolor para componer, refiriéndote a la morriña de salir de Galicia y de sentirte lejos de tu tierra. Ahora que estás instalado aquí en Barcelona, ¿cómo llevas esa morriña?
Pues lo llevo mucho mejor. Este proyecto no es tan solitario como el anterior, aunque la morriña que tuve cuando vivía en Madrid fue muy inspiradora. Pero en este proyecto he podido estar mucho más en Galicia, conectar con la tierra y los músicos de ahí, y creo que en Embruxo se nota ese vínculo.
¿Has pasado por un proceso de nostalgia y morriña similar para componer Embruxo?
Mmmm… creo que no. Aunque el grueso del disco lo haya hecho en mi estudio de Barcelona, las grabaciones se hicieron en Galicia, por lo que estuve más en contacto con mi tierra. Además, dado que el concepto de este disco es otro, quería alejarme un poco de esa emoción.
Es cierto que hay cierto misticismo en la tradición galega, ¿cómo es que has escogido ese aspecto de la tradición? ¿Qué relación tienes tú con la magia, con lo místico?
Desde que eres pequeño te van contando historias y leyendas que tratan esa relación con lo místico. Es cierto que esta tradición se está perdiendo pero, por ejemplo, la relación que tenemos con la muerte es muy distinta a la que tienen otras culturas, la nuestra es más cercana y hay cierta ironía también, esa retranca gallega que lleva a mirar las cosas desde otra perspectiva. Por lo que me parecía muy interesante investigar y desarrollar esa parte de la tradición y ver qué podía sacar de ahí.
¿Por qué decidiste recuperar y jugar con el folklore en Baiuca? ¿Sentías la necesidad de hacerlo personalmente o crees que es necesario cierta recuperación de la tradición?
Hay cierta parte emotiva, sentimental, pero sobre todo es porque me interesa la cultura, mis raíces, explorar de dónde vengo y mostrarlo al mundo. No hay una reivindicación más allá: soy de ahí y hay símbolos que me interesan, tratados desde la música o desde cualquier otro lugar.
De diez canciones que tiene el álbum, solo en dos de ellas no hay colaboraciones. Parece que has sido un punto de unión del talento gallego, ¿no? ¿Tienes especial interés en trabajar con otros artistas o ha sido cosa de este álbum en concreto?
El primer disco fue muy solitario, más allá de la parte visual que sí que conectó con Adrián Canoura, todo lo hice yo, sin prácticamente interactuar con nadie. En este disco en cambio, he recogido la información que toda esta gente me podía aportar, todos estos músicos suman al álbum algo más que la música en sí. Me encanta hacer música yo solo, pero ahora tengo la necesidad de conectar para aprender.
Hablando de colaboraciones, Lilaina, las hermanas pandereteiras, participan con sus voces salvajes en cinco de las diez canciones del álbum. Cuéntanos un poco cómo diste con ellas. ¿Trabajasteis juntos en el proceso de creación?
Desde un principio tenía claro que quería colaborar con ellas porque forman parte de mi directo y me parece que tienen unas voces increíbles. Además, ellas también hicieron cierta recogida de la tradición, han aprendido de las maestras pandereteiras y su labor ha sido muy interesante, por lo que mezclarlo con la investigación que hice yo por mi cuenta, me parecía muy enriquecedor.
Otra de las colaboraciones es con el inquietante Rodrigo Cuevas, el agitador folclórico con quien compartes justo esa reivindicación de la tradición. Como hablábamos antes, ¿crees que cada vez más es latente cierto movimiento de recuperación de la tradición, del folklore, en la música? ¿O aún es demasiado pronto para decirlo?
Creo que sí, y cada año más. Lo noto en que, hace tres años, cuando empecé el proyecto, era un punto casi vacío en la península, sobre todo de Madrid para arriba. Creo que en el sur siempre ha estado más reivindicado, ha estado más ligado a géneros musicales como el rock, el pop. El norte sí que ha estado más parado en ese sentido, por olvido, por falta de interés… Y creo que ahora estamos en un momento en el que se empieza a notar cierto cambio, todo lo que se está moviendo en esa parte de la península norteña. Y creo que Rodrigo está siendo uno de los agitadores más importantes, me encanta lo que hace.
Volviendo a Embruxo, por lo que acostumbramos a oír de tus producciones, tampoco hay tanto de electrónica como en tus trabajos anteriores, ¿verdad? Has querido dar más protagonismo a instrumentos, como las percusiones tradicionales de Xosé Lois Romero, a voces salvajes y puras…
Sí, totalmente. Empecé a trabajar con estas percusiones y han acabado cogiendo un protagonismo muy importante en el disco, que además hacen de hilo conductor desde el primer tema hasta el último. No fue intencionado, pero llegó un punto en el que me parecía absurdo rellenar más, sentía que no necesitaban más componentes electrónicos. Si hago un análisis final, sí que veo que la parte más orgánica, la parte instrumental, gana a la parte electrónica, pero fue lo que en ese momento me apeteció explorar.
En Romaría por ejemplo, que es un interludio pero hay tanta percusión que acaba siendo super narrativa, nos pone alerta, como si fuera un ritual.
Romaría es un poco homenaje a mi tierra, a la Romería Vikinga, que es como una reinterpretación de las invasiones vikingas y normandas que subían por la Ría de Arosa para intentar llegar a Santiago. Me parecía que tenía mucha gracia unirlo con lo que es la palabra ‘Romaria’, que tiene esa parte festiva, y que también tiene relación con actos religiosos en lugares determinados. Parte del disco tiene esa parte de película sonora, y sobre todo este tema.
Las letras del álbum están inspiradas en coplas populares, canciones de la Galicia rural, en poesía de autores gallegos, ¿cómo ha sido este proceso de búsqueda archivística? ¿Cuál fue el criterio de selección?
Pues fue buscar coplas que hablaran de toda la parte mística y espiritual de la cultura e ir haciendo recopilación de todo aquello que me pareciese interesante. Ha sido un tema de investigar, trabajar con cancioneros e ir haciendo puzzles sin miedo a cambiar coplas tradicionales o a añadir partes que me gustaban. No es un disco para nada pandémico, pero sí que me tocó hacerlo durante el confinamiento, así que fue más complicado hacerlo todo desde casa y con los recursos que estaban en internet y demás.
Coges el pasado y no es que lo lleves a la contemporaneidad, sino que le das un carácter casi del futuro. ¿Crees que en la música hay cierta ciclicidad?
No creo que la música sea cíclica, pero sí creo que gracias a personas que han decidido revisar o reinterpretar la tradición no se pierde. Las nuevas generaciones, de alguna forma, desconectan con la música que les recuerda a sus padres y si no hay un punto de encuentro entre lo que le gusta a esa gente joven y lo que es la tradición puede acabar desapareciendo.
Has llevado tu música por todo el mundo, Marruecos, México, Francia, Italia… ¿Por qué crees que gente de culturas tan diversas conecta con tu música?
Por interés de escuchar cosas diferentes, igual que a mí me interesan cosas de otras culturas. Creo que hay un movimiento global en el que tanto a los artistas crean esas músicas como a los oyentes les interesan escucharlas. Todo el mundo busca conexiones con sus culturas y hay puntos en común en la música de distintos lugares.
Tu primer disco como Baiuca salió en 2018, han pasado tres años y agotaste entradas para el Cara B, y en el Apolo quedan pocas ya. ¿Cómo lo vives?
Uno siempre trabaja para llegar a algo, creo que el punto de ambición tiene que estar presente. Y luego todo lo que va viniendo es siempre una sorpresa y una alegría. Cada vez hay más necesidad de ir a conciertos, de escuchar la música en vivo y de crear ciertas sinergias que solo se crean en directo, esa parte sensorial que no sientes escuchando en tu casa.
¿Cuál sería tu proyecto soñado con Baiuca?
Mmmm… un proyecto súper concreto no tengo, pero sí que me apetece explorar nuevos ámbitos y ver cómo me desenvuelvo en ellos. Por ejemplo, hacer una banda sonora es algo que me apetece mucho probar, o producir para otro artista, que no sea yo quien tenga el control de todo, también me apetece salir de mi zona de confort y ver qué tal me adapto.
Ya para acabar, ¿tienes pensado el siguiente paso? ¿El siguiente proyecto?
De momento no. Ahora viene la gira, que dentro del mal año que ha sido, hay bastantes conciertos. Y como siempre, ganas de explorar nuevas vías musicales, de experimentar e investigar.