Aunque parezca extraño, creo que mi opinión no es muy válida acerca de la situación de la educación artística en Barcelona. Dejé hace mucho la universidad de Bellas Artes y también por suerte pude realizar un Erasmus en Berlín donde los métodos son muy distintos, desde mi punto de vista, más coherentes. Sé que se están promoviendo nuevas maneras y visiones, sobre todo desde escuelas de diseño, y esto me flipa muchísimo, porque volvemos al origen de las ‘cosas’. También es cierto que hay poca oferta fuera de la escuela, y eso si lo veo como un handicap.
El tejido artístico, de Barcelona en concreto y del resto de España en general, es muy bueno pero está inmerso en la precariedad, en el olvido institucional, comercial y mediático. De hecho no sé hasta qué punto eso es bueno o malo, pero sí que es cierto que te aboca a la pobreza y no, no se vive ‘por amor al arte’. Se vive de cuatro euros para pagar el piso cutre y comer; y beber también, pero eso nos lo arreglan estas empresas de cerveza que están en todas las inauguraciones.
Los artistas, así como otros profesionales dedicados a la investigación, si quieren vivir de ello – y vivirlo, no arrastrarlo como un lastre – siempre se han tenido que ir. No es de hace cuatro años, eso ha sido siempre así en España, y en los países nórdicos y fríos hay más salidas, pero tampoco no es nada fácil.