Andrea Jaurrieta advierte antes de empezar la entrevista que se ríe mucho. “Todo el rato”, dice; y no miente. Después de prácticamente cada frase que pronuncia, hay una risa que la acompaña. Excepto cuando habla de números y subvenciones off the record, que se pone muy seria. La directora ha sido capaz de sacar adelante su ópera prima, Ana de día, después de ocho años empeñándose en terminarla. El 9 de noviembre, por fin, verá la luz en los cines.
¿Cómo empezó tu relación con el cine?
Estudié Comunicación Audiovisual y Arte Dramático, y nada más terminar empecé a trabajar como actriz en alguna obra pequeñita del off. También empezaron a llegarme papeles de ardilla, de pingüino y de mierdas así y era super frustrante. Encima no me pagaban porque era la crisis. Y en cuarto o quinto de carrera, empecé a escribir cosas pequeñas. Dirigía a mis amigos y les iluminaba con flexos. Luego, cuando terminé la carrera, en 2009, salió una beca de creación en Roma, que podía pedir por Arte Dramático o por Cine. Y me dijo mi madre (o mi padre, ya no me acuerdo), “¿pero cómo vas a hacer de actriz en Roma? ¿Por qué no pruebas con el cine?” Así que dejé la actuación de lado. Me encanta actuar, pero me siento mucho más cómoda dirigiendo.
¿Nunca te has planteado actuar en tus pelis?
No. Bueno, sí me lo he planteado. Cuando empecé a escribir el guion, dije, “voy a escribir algo que me encantara interpretar a mí”. Pero luego me odio tanto… Me veo en pantalla y me pregunto qué hago. Mi voz, mi cara… no puedo, no me soporto. En teatro, como no me veo, pues genial.
Cuéntame cómo surgió la idea de Ana de día
La idea surge de una conversación con un amigo. Un día hablando con él, diciendo tonterías, me dijo, “imagínate que llamas un día a tu casa y te contestas tú misma”. Y lo primero que se me pasó por la cabeza fue, “qué guay, sería libre”. Y él me dijo, “joder, qué dices tía, qué movida. ¡Qué mal rollo!” Y el tema se quedó ahí.
Tiempo después me fui a Murcia a hacer un trabajo de la universidad para Historia de la Foto. Fui a ver una exposición de la fotógrafa Francesca Woodman, que me gustaba mucho. Estaba ahí en una pensión de mala muerte porque no tenía un duro; con putas, con cucarachas, Sara Montiel en la tele… un horror. Me daba mucho asco, era la cochambre mayor. Y de repente cogí un boli, me inspiré, y en un cuadernillo que llevaba de notas me salió el tratamiento, toda la idea central de la peli en una noche. No sé porqué. Era como que lo tenía ahí almacenado y ¡boom!, explotó. Toda esa mierda explotó.
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Dijiste, “en un universo paralelo, esta vida no estaría tan mal”.
¡Sí, claro! También hay una cosa que me pasa a mí, y es que cuando veo tugurios de mala muerte, me encantaría entrar. Pero claro, yo soy una ‘chica bien’. Estoy un poco loca, pero dentro de una corrección. Entonces, creo que al verme en aquella pensión, hubo algo en mí que se despertó. Oía a las putas follar a mi lado, era muy sórdido. Y pensé, ¡qué guay! Estoy metiéndome aquí en un mundo en el que nunca me habría atrevido a entrar. Algo hizo click. No me ha vuelto a pasar –ojalá. Estoy deseando que llegue el click, pero no me da tiempo con este ritmo que llevo.
No paras de hacer entrevistas.
Entrevistas, clases, etc. Y lo peor de todo es que como la película es enana, estoy yo diseñando el photocall, los displays que vamos a poner en los cines, enviando las películas a los festivales, viajando a los festivales, etc. Y en los ratos libres preparo las clases que tengo que dar. Sí, estoy agobiadísima; estoy cansada continuamente. Cuando tengo media hora libre caigo en el sofá y, sin quererlo, me quedo frita.
¿Y cuál sería la recompensa de todo este esfuerzo para ti? 
La cuestión es que cuando haces una cosa tan pequeña o estás a muerte, o no te conoce nadie. Normalmente, el trabajo que estamos haciendo Iván y yo, que es mi socio en la productora, lo hacen veinte personas. Si nos estamos esforzando tanto es porque queremos, primero, conseguir llegar al cine comercial –que ya lo hemos conseguido. Y después, que se conozca un poco la peli.
Si no hiciéramos todo este esfuerzo, la peli pasaría sin pena ni gloria porque no tiene un padrino que esté ahí empujando por ella. El objetivo es que funcione en cine mínimamente, y lo óptimo sería que tuviera alguna nominación en los Goya para que pudiéramos hacer con más facilidad la segunda. Todo el objetivo es la segunda. Con dinero.
¿Se puede decir que en España es muy difícil hacer cine?
Sí, y vivir de ello ya ni te cuento. Por eso hago publi… ¡y lo que surja!
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Es el coste de hacer lo que quieres. ¿Crees que ese deseo que tiene Ana de hacer lo que le dé la gana ha calado en nuestra generación?
Yo creo que sí, ¿no? El feedback que estoy recibiendo, sobre todo de las chicas de nuestra edad, es que se sienten muy identificadas.
Queremos escapar de la corrección.
Sí, es que tenemos que estar todo el día demostrando que somos super poderosas: tenemos que ser correctas en lo que hacemos (“no seas muy fresca porque a ver qué van a decir”), y al mismo tiempo, tienes 30 años y ya escuchas, “¡ojo, eh, el reloj!”, y a la vez, “¡rompamos el techo de cristal, queremos cobrar lo mismo!” ¡Esto es una psicosis! Es una lucha continua por todos lados. En toda esta lucha que tenemos, ¿quiénes somos realmente?
El feedback de las chicas está siendo guay y eso me pone contenta porque estaba cagadísima por si no se entendía la peli. En la primera entrevista que tuve en Málaga, que fue con Efe, con una mujer en sus cuarenta y largos, vi que lo había entendido todo perfectamente. Y me alegró. Porque no quería que esta fuera una película ‘a más b igual a c’. Quería que despertara sensaciones, que te hiciera pensar sobre tu vida, pero sin que estuviera todo masticado.
Qué crees, ¿nos falta creatividad o nos faltan huevos?
Yo creo que en general somos todos un poco cagados con las decisiones duras. Nos gusta la seguridad, estar en lo sencillo, en lo que ya está establecido. Porque ahí no tienes tanto riesgo de cagarla. Si hago una analogía con todo lo que he vivido con la película, lo más fácil hubiera sido hacer lo que me decían mis padres: “Hija mía, ya está, ya lo has intentado. Haz unas oposiciones, métete en la tele…”. Tomas un riesgo y te dejas la vida en ello.
Ya sé que no tiene nada que ver con lo que pasa en la película, pero a veces nos dejamos guiar y vamos así, como corderillos. Y, a lo mejor, hay que parar y mirar para otro lado, ¿no? Si me pongo en plan estupenda, pues como Platón en la caverna: estamos siempre mirando una pared, mirando las sombras, e igual hay que parar y mirar hacia atrás y ver lo que está pasando en realidad. Porque realmente no es que estés mal. Es lo que le pasa a Ana.
Cuando hacía las primeras proyecciones en festivales, una mujer me decía, “¿pero qué le pasa? No tiene problemas con el novio, no tiene unos hijos que la agobien.” Y yo pensaba, “toda la problemática la estás teniendo en torno a un hombre, a una pareja –a unos valores estereotipados de la psicología de la mujer”. Vale, todo le va bien, pero igual no se siente realizada y ya está. Es tan sencillo como eso. Somos complejos, los seres humanos. Pasan estas cosas. Hay días que te levantas de la cama y dices, no soy feliz, y te preguntas por qué eres infeliz si te va de puta madre.
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¿Cuáles han sido tus referencias? ¿Qué te inspira?
Tenía muy clara la estética de la película desde hacía mucho tiempo. El director de foto y yo llevamos años hablando y nos solemos mandar referencias de cosas que vemos; nos entendemos super bien. Lo que más me costó fue la iluminación. Yo quería las escenas más oscuras y él me decía, “hay que iluminar bien y luego ya en postpo lo bajamos”, y yo no paraba de decirle que todo estaba demasiado iluminado.
Una referencia estética era Fassbinder. Me encanta este director: el mundo de decadencia, de cabaret que tiene. Ilumina mucho con neones, está guay. También Wim Wenders. Todo el universo neón y noche estaba muy claro. También algunas españolas. Queríamos darle ese toque nocturno y sucio que tiene la peli. Nos fijamos mucho en Bilbao, de Bigas Luna, y en todas las películas del comienzo de la democracia, que se hacían con poco dinero pero eran muy libres e imperfectas, como Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, de Almodóvar.
Cuando estaba preparando la peli vi Laberinto de pasiones (la estaban echando en la tele), y me fijé en que había mogollón de espacios unidos por una cortina. Nosotros justo estábamos localizando y no sabíamos cómo unir el exterior de la pensión, que es una casa, con el interior, que es otra. Y dije, "¡una cortina!" Me di cuenta de que en esa película las cortinas habían solucionado todo. Hay cosas que vas viendo y se te quedan ahí metidas.
Yo veo muchísimo cine porque soy profesora de Historia del Cine, tengo referencias sin darme cuenta. Hay gente que me ha dicho David Lynch. Pues también, el universo terciopelo y noche también es muy Lynch. No es mi director favorito, pero bueno.
Y Belle de Jour, claro. 
Es que esa película la vi en el instituto y se me quedó marcada. Me encanta Buñuel también. No sé por qué, me sentí identificada con el personaje; ya ves tú, porque yo tenía 16 años y el suyo es un personaje que está mega reprimido sexualmente, no sé.
Cuando empecé a escribir esta historia me vino el título solo. Me parece que tiene una unión con Belle de Jour en cuanto a que las dos intentan romper o llevar una doble vida. Ana intenta huir de más cosas: del mundo laboral, de la familia... Pero también rompe con el sexo. Hay una escena al principio, cuando está en la pensión, en la que se quita el sujetador por debajo de la camiseta del pijama porque ni siquiera se atreve a desnudarse a solas. Y al final acaba completamente liberada.
¿Cuáles son tus próximos planes?
En agosto empecé a escribir algunas ideas y tengo cosas avanzadas, pero necesito tranquilidad para sentarme cada día a escribir. Necesito también ingresos, así que voy a tener que dar muchas clases o hacer mucha publicidad. Pero ahora necesito parar, no solo para poder hacer otra peli, sino porque lo necesito.
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