Se conoce muy bien, quizás demasiado. Ilustrador autodidacta y artista en general, encuentra en sus dibujos una ventana al mundo, una forma de expresar sentimientos innombrables, pero que al fin y al cabo, todos hemos experimentado alguna vez. Acuarela y tinta se entremezclan en el lienzo dando forma a historias muy personales, los propios miedos y las preocupaciones más comunes del ser humano llevadas a una realidad bidimensional. Melancolía susurrada a través de rostros femeninos, pinceladas de una esperanza pesimista, pero que no es tristeza, que es algo más, un sentimiento que no podemos explicar pero que comprendemos nada más poner los ojos en alguna de sus obras. Enigmático pero real. Así es Albert Solóviev.
Dibujo desde que tengo uso de razón. En realidad nunca me lo he planteado de forma seria. La escritora Irene X me propuso hacer unas cuantas ilustraciones para su primer libro y acepté. Desde entonces sigo con ello pero nunca fue a raíz de una decisión que tomé, simplemente surgió.
Desde la primera vez que alguien me dijo que se sentía identificado con uno de mis dibujos. Nunca pensé que sería capaz de transmitir nada a través de ellos. De hecho, siempre he sido muy reacio a enseñarlos a un público desconocido.
La gente ha entendido que hablo sobre la tristeza. Creen que todo lo que dibujo es demasiado triste, o que siempre lo estoy. No es así en absoluto (risas). Creo que son tristezas comunes, nada que no nos pueda pasar a todos. Mi problema, desde siempre, es que tiendo a magnificar lo que para cualquiera puede ser una minucia o un trámite sin importancia en la vida. Y claro, lo acabo dibujando.
Creo que los rostros, los ojos, las formas de las mujeres expresan mucho mejor lo que quiero contar, siempre ha sido así. En realidad no tengo ninguna musa. Me inspira mucha gente, pero nadie en particular.
Hace muchos años tuve un desengaño con el dibujo. Nunca he estudiado bellas artes, pero intenté asistir a academias de dibujo y nunca he aguantado más de dos clases. Decidí estudiar cualquier otra cosa, algo de lo que me arrepiento sobremanera, por cierto. Al cabo de unos años tuve la oportunidad de probar con el medio gráfico y me encantó. Me enganchó y volví a dibujar. Estuve mucho tiempo dedicándome exclusivamente a hacerlo a través de una tableta gráfica y Photoshop hasta que me cansé y volví al lápiz, del lápiz a la tinta y mañana... ¿quién sabe?. No son más que maneras de expresar algo. Seguramente, dentro de un tiempo, el medio será otro.
Pues quizá no lo hubiese expresado así, pero probablemente sí. Nunca he entendido a las personas optimistas, como supongo que ellos no entienden a los que tenemos una visión mucho más pesimista de todo. Mi objetivo nunca ha sido la felicidad. No sé cómo explicarlo. Quiero hacer cosas, aprender, leer, saber, dibujar, pero nunca me he planteado que mi objetivo sea un estado de ánimo. Por otra parte también me conozco muy bien y eso, que es algo que casi todo el mundo lo va recetando por ahí como si fuese necesario para llevar una vida plena, a mí no me hace ningún bien. Sé quién soy, y eso es un problema.
Caravaggio no influye en mi obra, pero influye en que mi obra exista. La primera vez que vi una pintura suya, esos contrastes entre luces y sombras, me sobrecogió. Fue en un libro de clase y, recuerdo que me colocaba con el libro en la página anterior a la que sabía que estaba la foto con la obra y la pasaba lentamente. Hace unos años tuve la oportunidad de ver La resurrección de Lázaro en Messina y lo recuerdo como si fuese ayer. Por otra parte, algo más actual y que sí ha tenido un impacto en mis dibujos son artistas como Conrad Roset o Paula Bonet. Probablemente si su obra no existiese no habría incluido la acuarela en mis dibujos.
Pues ahora mismo tengo un proyecto en común con la artistaza Laura Agustí, acabo de terminar la portada para el nuevo libro de Carlos Miguel Cortés y tengo más proyectos en mente con Irene X, con la que ya he trabajado en los libros El sexo de la risa y Grecia. También tengo algún encargo personal que me hace mucha ilusión, pero ya se irá viendo. Voy muy paso a paso.