La vida le obligó a jubilarse y a cerrar su tienda de joyas. Pero Mireia Arasa Coll, su adorada nieta, un día encontró entre las cajas que quedaron de esa tienda una serie de joyas hechas de titanio que no se habían vendido en su momento. Cautivada por la belleza de sus formas y por su color azul particular, decidió volver a producirlas y ponerlas a la venta. No habían triunfado años atrás porque eran diseños demasiado adelantados a su época, pero esta vez sí era su momento. Así nació este proyecto. El renacer de Albert y de la pureza de sus obras, que ahora a través de Instagram y de su página web vuelven a salir a la luz, para que las mujeres “titánicas” –como ellos las llaman– las doten de experiencias y aventuras.
Una mañana con un viento que sacudía ferozmente la ciudad de Barcelona, donde viven, nos invitaron a refugiarnos en su casa. Nos sentamos todos: Albert, su esposa (Roser) y Mireia, en una mesa redonda presidida por algunas de sus joyas. Los rayos de sol las iluminaban, pero había otra luz que las alumbraba aún más: la que irradia el amor que se procesan. Ellos nos invitaron a algo de beber y a una mañana llena de nuevos conocimientos y emociones; nosotros os invitamos a conocer la historia de este gran joyero y la pureza de su alma.