No le gusta encasillar sus sets en un género, ya que limitarse no es lo suyo. En esta entrevista conocemos a Akazie, la artista que dará que hablar este 2024. Con una pasión por la música que abarca desde la escena postclub hasta los territorios más vanguardistas de la música deconstruida y el ruido, se la conoce como DJ y selectora musical.
No le gusta definir su arte, pues su estilo es completamente experimental. Su trayectoria es un fascinante viaje desde la música clásica hasta la especialización en cine experimental y electroacústica. El enfoque conceptual de su proyecto, que trasciende las fronteras entre las artes sonoras y el lenguaje fílmico, fue lo que animó a Desigual a contar con ella para la composición musical de la pasarela Desigual x Nathy Peluso (2023), probablemente uno de sus proyectos más ambiciosos.
Su última propuesta, Water Movements, junto con la fotógrafa Arancha Brandón, es una serie donde el agua es el elemento principal que conecta idearios como la identidad y las mutaciones. Hablamos de sus orígenes, su arte, inspiraciones o motivaciones, las limitaciones de no hacer música popular, sus proyectos, y cómo no, de la nueva propuesta fotográfica.
Akazie, primero de todo, ¿podrías presentarte para las personas que no te conozcan?
¡Hola! Pues mi nombre es Acacia y me crié en Coia, un barrio de Vigo. Viví siempre en Galicia hasta que cumplí los 22 años, que me mudé a Marseille, después a Porto y acabé en Madrid. Ahora tengo 28 y vivo un poco a caballo entre mi lugar de origen y la capital estatal (aunque probablemente 2024 me depare nuevas ubicaciones). Profesionalmente, trabajo en el sector cultural, más concretamente en el mundo del sonido y la música.
¿Qué rol ha jugado la música en tu vida desde pequeña?
Pues creo que, como a muchísimas personas en el mundo, la música me ha acompañado activamente siempre, desde bebé. También creo que crecer en un ambiente influenciado por la filosofía y la música, por la educación que me dieron mis padres (mi madre, profesora de filo, y mi padre, músico), me dio la oportunidad de sentir mucha curiosidad para pensar e interesarme por el sonido como medio necesario para comprender y acceder al mundo.
Siento que la música es algo terapéutico e infinito, que construye tanto lazos internos como externos de una manera muy potente, como pocas otras expresiones lo hacen. La conexión entre la emoción y la música es una de las cosas que más me atraen de ella. De pequeña me emocionaba muy fácilmente escuchando a mi padre tocar. También recuerdo la primera vez que al escuchar música sentí la sensación física en el abdomen del enamoramiento, concretamente con una canción de Tete Montoliu, cuando tenía 14 años.
No hay una sola vez que no se me ponga la piel de gallina cuando me preparo un set, y tengo mucha facilidad para emocionarme a través de la escucha. Me pasa mucho también cuando mis colegas me pasan tracks en los que están trabajando, conecto fácil. De todas formas, siempre me he rodeado de gente a la que le importa la música, trabaje o no con ella, y eso es muy enriquecedor.
He leído que tienes formación musical en piano clásico y percusión tradicional gallega. ¿El interés por la música viene de familia o por curiosidad propia? ¿Qué tipo de música se escuchaba en tu casa?
Diría 100% que esa curiosidad viene inculcada por el contexto familiar. Mi madre no toca, pero escucha mucha música y le encanta bailar. En casa recuerdo, sobre todo, escuchar jazz, bossa nova, soul, son, blues, rock and roll, rocksteady… Todo eso lo escuchaban ellos y, en consecuencia, mi hermano y yo. Sin embargo, el rap, el grime u otras músicas de los 2000 las descubrí en otros ambientes y flipé.
Mi padre toca el bajo y la guitarra desde adolescente. Era el bajista de Unión Penosa, un grupo de la movida viguesa de los 80. Ahora acougou, como decimos aquí (risas), y toca el contrabajo en Sondeseu, la primera orquesta de música folk de Galicia. Mi hermano y yo nos reímos mucho recordando que sonara lo que sonara en casa, él siempre nos preguntaba si éramos capaces de distinguir la línea de bajo en las canciones. Tanto él como yo estudiamos música.
Yo empecé con 5 años a ir a clases. Tuve la suerte de tener profesores muy buenos, como el pianista Nico Casal, el percusionista Chucho González o Cándido, mi primer profe de piano y el más exigente. Estuve diez años en piano clásico, un tiempo más tarde fui a clases de batería acústica y, después, de percusión tradicional galega. A estos últimos instrumentos no les pude dedicar todo el tiempo que me hubiera gustado, pero creo que me marcaron mucho.
El piano pa’ mí es como una bola de luz que me impone y me fascina al mismo tiempo. La verdad es que la academia me proporcionó conocimiento, pero también me hizo arrastrar varios traumas. Es loco eso en verdad, pero estamos workin’ on it.
Te graduaste en Bellas Artes en 2017, hiciste un posgrado en Creación Audiovisual Contemporánea en LAV en 2020, y por si fuera poco, en 2021, un máster en Composición Electroacústica y Nuevos Medios. Supongo que todos estos estudios han sido clave para formar a la artista que eres hoy en día. ¿Cómo afecta a nivel creativo el proceso de llevar a la práctica toda la teoría aprendida? ¿Crees que plasmas parte de tus conocimientos de cada uno de estos estudios en tus creaciones actuales?
Tuve la inmensa suerte de poder formarme en estos ámbitos gracias al apoyo de muchas personas. En especial de Arturo, Patricia y, por supuesto, de mi familia. Pero para mí es imposible llevarme a la práctica toda esa teoría… Son demasiadas cosas muy amplias (risas). Yo no controlo tanto.
Sin embargo, sí creo que los conocimientos y recursos que he ido y voy adquiriendo, y no solo a nivel académico, sino también al compartir con colegas, por internet, etc. (que muchas veces son conocimientos bastante menos sesgados), conforman totalmente mis proyectos actuales y me ayudan a realizar formalmente algunas ideas.
¿De qué manera se relacionan o conviven tus formaciones de música tradicional con la electrónica vanguardista en la que trabajas actualmente?
Las nociones que tengo de música tradicional galega conviven sorprendentemente bien (bueno, no tan sorprendente en realidad) con el tipo de propuestas de música electrónica que me interesan más. Al final, el tradi es una mistura que no deja de beber de un montón de fuentes, y el deconstructed lo mismo. Yo tampoco controlo tanto de folk, pero me gusta porque es característico de nuestra tierra (nos criamos escuchando, pues yo qué sé, tresillos de muiñeira o riscados dentro de muchos cambios de tempo) y a la vez nos conecta con muchas propuestas musicales aparentemente desvinculadas por estas, por ejemplo, lejos geográficamente.
Sobre todo creo que rítmicamente es muy rico, Galicia es hard drum. Y eso es algo ya no solamente del folk sino también de la cultura popular. En muchos pueblos de Galicia se festeja alrededor de gente tocando. En algunas fiestas puedes llegar hasta a estados de trance por pasarte mil horas tocando la caixa o el bombo, como en A Guarda. Al final no dejan de ser actos de contemplación espiritual colectiva.
Siento que esto es algo a lo que estamos poniéndole atención y reconectando a nivel generacional. Solo hace falta escuchar la música de compas como Crnds, Juait, Yugen Kala, Russ, Da Rocha Um… y de mucha más gente de nuestra edad, también fuera del ámbito de este tipo de electrónica, que hacen música que se te caen las lágrimas incluyendo elementos que consideramos tradicionales. Se me ocurren muchos discursos de divulgación musical en vinculación con Galicia y otras culturas que también ponen full atención a las rítmicas, como por ejemplo las propuestas de DJs como Le Mourynho, Toccororo o Saya.
¿En qué momento pasas de un estilo tan clásico a uno tan rompedor?
Sobre esta pregunta he estado pensando bastante… Y creo que, de alguna forma, es una reacción, la verdad. A esa idea de ‘qué es la música y qué no lo es tanto’ que se inculca desde la academia. A nivel tímbrico, armónico, notaciones rítmicas y demás. Como a muchas otras personas, a mí me enseñaron que la música o la tocaba bien o la tocaba mal. Porque aprendí interpretando partituras de pura tonalidad occidental. Que bueno, la música clásica la disfruto muchísimo, pero it is what it is.
La cosa es que empecé a ver que había peña haciendo música con muchos medios ajenos a la idea de instrumento acústico y que el ordenador es un instrumento guapísimo y que muchas otras cosas pueden serlo. También que hay muchos recursos tecnológicos desde hace mogollón de años que nos acercan a la materia sonora, sintética o no, para moldearla de muchas formas, y que el audio digital que escuchamos all day everyday son básicamente datos. Ahora mismo parezco una señora de 80 años diciendo esto que es tan obvio, pero en el momento que empecé a darme cuenta me asombró mucho y me activó una curiosidad insaciable.
¿Cómo recuerdas tus primeras veces en contacto con el público? ¿Cómo valoras la evolución desde ese momento a donde te encuentras a día de hoy?
Mi contacto con el público las primeras veces era muy cercano. Básicamente, porque las primeras personas que empezaron a darme espacio fueron amigas y gente de Vigo que me cuidaba (y cuida) mucho. Luego empecé a subirme a Compostela a partir de mi conexión con mi amiga Russ, y poco a poco a tocar en propuestas de otros sitios de Galicia, aunque cuando noté más cambio fue cuando empecé a pinchar en Madrid. Las salas las sentía más hostiles, claro, ni yo conocía ni a mí me conocía nadie. La primera vez que pinché allí fue gracias a mi amigo Xairo, y posteriormente a la peña de Ciénaga.
Ahora mismo creo que en cada bolo hay una conexión distinta con el público porque depende mucho de la energía y el contexto. Pero tengo que admitir que, normalmente, por la concentración y la timidez, me cuesta todavía abrirme a la peña con la mirada durante los bolos. A nivel energía también prefiero cuando estoy cerca que cuando estoy apartada de la gente, me ayuda a sentirles y a soltarme más.
Water Movements es tu último proyecto con la fotógrafa Arancha Brandón. ¿Te sientes cómoda creando arte fuera de la música? ¿Cómo surgió la idea de hacerlo?
Aunque la música siempre haya estado presente, la formación que tengo viene de las bellas artes y no se me hace en absoluto extraño idear desde un prisma menos sesgado, la verdad. Arancha es una persona fundamental en mi vida y no únicamente a nivel profesional. Empezar a colaborar juntas fue algo que surgió de manera muy orgánica; nos mudamos juntas a Madrid y, cada una con sus proyectos, empezamos a encontrar puntos en común en nuestras inquietudes.
La mirada de Arancha me transporta a casa y me hace sentir mucho amor. Nos entendemos muy bien a la hora de formalizar ideas y conectamos a nivel identitario y político, y eso para mí es muy importante. Yo confío totalmente en ella a nivel artístico, me encanta su sensibilidad y, aunque cada una tenga su propia visión creativa, las dos nadamos en la misma agua.
Las fotografías se basan en conversaciones con el agua desde diferentes estados: saturated flow, unsaturated flow y water vapour flow. ¿Por qué habéis elegido el agua como elemento principal del proyecto?
Como Arancha dijo en una entrevista el otro día, nosotras nos conocimos bañándonos en un río cerca de la frontera entre Galicia y Portugal. Tenemos una conexión fuerte con el agua fundamentalmente por nuestro lugar de origen. Cualquier persona que haya nacido cerca del mar sentirá algo parecido… En nuestro caso, tanto el océano como el río que divide ambos territorios son elementos clave a nivel identitario.
Personalmente, a mí es algo que siempre me ha ocupado espacio en la cabeza, también por la sensibilidad con la que nos han explicado nuestro contexto cultural y geopolítico, y antes de este proyecto ya había explorado esa sensación en otros. El agua la sentimos un poco como algo fluido y necesario y nos representa también porque su estado puede mutar.
Las fotografías son tomadas desde Vigo y la frontera entre Galicia y Portugal, lugares especiales para ambas, tal como nos acabas de contar. ¿De qué manera influyen en tu proyecto tus orígenes? En este especialmente, ¿por qué habéis elegido este espacio y no otro?
El imaginario de cualquier persona nacida y criada en Vigo o alrededores de alguna manera tiene que ver con la ría, con el puente de Rande, los astilleros y las bateas. Es un imaginario que mucha gente ha reivindicado artísticamente de forma natural porque es nuestro entorno. De la misma manera que el sector del metal o la industria naval son realidades que llevan décadas configurando la ciudad y, por lo tanto, también el imaginario de la gente que somos de ahí.
Arancha nació en A Guarda, que es donde desemboca el río Miño que nos separa de Portugal, y la casa de mis padres está muy cerquita, en O Rosal. En esa zona nos conocimos. La vida en la raia es otra historia. Eso de que somos dos países distintos está solo en los papeles, y esa difuminación se siente tanto de un lado como del otro del Minho. Nosotras somos españolas, pero cruzamos literalmente un río al lado de casa y estamos en otro país en el cual hablan básicamente nuestro idioma con otro acento, ¿sabes? Esa es nuestra realidad. Galicia y Portugal fueron lo mismo, y el gallego y el portugués también. Y eso es algo que tenemos en cuenta a nivel político, emocional e identitario, y que todavía estamos explorando. Pero en realidad creo que es una sensibilidad común. Aquí, como es normal por la historia de este territorio, hay mucha influencia del mundo lusófono.
Actualmente trabajas entre el sonido y la imagen. En este proyecto, ¿hay o habrá una intención musical detrás?
Arancha y yo colaboramos y hacemos cosas juntas porque nos queremos mucho y nos entendemos bien. Water Movements forma parte de la identidad visual del proyecto que tengo como DJ, que está respaldado por su ojo y la mezcla entre mi sensibilidad y la suya. Creo que sin darnos mucha cuenta hemos tendido un puente entre su ojo y mi oreja, por decirlo de alguna manera.
Yo, por ejemplo, le hago el sonido a sus fashion films. Esta faceta de creación sonora, que todavía estoy desarrollando, la llevo un poco más oculta porque tengo también muchas cosas que trabajarme a nivel de exposición y vulnerabilidad. La gente que me conoce en este mundillo me conoce como selector, cosa que me encanta igualmente porque lo disfruto muchísimo.
Desde 2019 trabajas en un proyecto de investigación musical enfocado mayormente en la escena postclub o música deconstruida, estilo experimental electrónico nacido a finales de la década de los 2000 en Estados Unidos. ¿Cómo descubriste este estilo? ¿Qué te llamó la atención para empezar a experimentar con él?
No recuerdo exactamente el momento en el que me empecé a interesar por este estilo. Uf, es que en realidad, pensar la música en géneros muchas veces no me gusta, la verdad. Sé que empecé a sensibilizarme con una estética del sonido más rota, procesada y abstracta a partir de descubrir movidas de arte sonoro. Empecé a conocer gente que simpatizaba con esto, a investigar en internet (internet, gracias siempre, la verdad), a leer artículos, a descubrir sellos y artistas que me despertaban cosas como Aïsha Devi o Kavari. También creo que cuando estudié electroacústica de alguna manera me familiaricé con ciertos sonidos aparentemente menos accesibles. Como dije antes, para mí lo guay del deconstructed es que bebe de muchas fuentes, yo lo entiendo como un lugar de convergencia.
Tus creaciones se oponen al estilo de música popular que acaban siendo número uno en las listas de éxitos. Entendiendo que tu concepto no es para nada mainstream, ¿te gustaría llegar a un público más amplio? ¿Harías alguna concesión en tu arte para llegar a más gente?
Bueno, claro que sería guay llegar a un público más amplio dentro siempre de mi criterio. Yo estoy haciendo esta movida, pero no estoy casada con nada, aunque creo que socialmente es más fácil pensar de esa forma. Yo pincho la música que me gusta y cuando experimento con sonido y creo espacios sonoros también lo hago desde ahí. Hay demasiada música increíble en el mundo como para encasillarse en algo exclusivo, ¿no? Esto es algo que he hablado muchas veces con varixs amigxs. Y no sé, de la misma manera que hoy no pienso las mismas cosas que hace cuatro años, tampoco toco o me interesa exactamente lo mismo que cuando empecé.
¿Qué crees que diferencia y hace especial la música deconstruida a diferencia de la música electrónica convencional? ¿Crees que, como otros estilos de origen clandestino, este puede llegar a ser popular?
A ver, es que el concepto de música deconstruida es un poco un pozo sin fondo. Conste que a mí me mola también por eso y cada vez soy menos purista de los géneros musicales. Yo ya no sé si se considera postclub lo que me gusta hacer a mí. Y bueno, creo que en verdad ya es bastante popular, aunque siga siendo un poco nicho. La gente se goza sesiones así porque creo que es un ámbito con el que se emite menos juicio. Yo me pongo un super banger de las Destiny’s Child que bailaba con 9 años y lo mezclo con Exploited Body, por ejemplo, yo qué sé. Es por eso que no me gusta mucho encasillar los sets en un género, porque realmente son muchos los que pueden dialogar bien entre ellos y despertar cosas chulas en el cuerpo.
Simplemente, en la idea del deconstructed yo encontré más esta visión del asunto. Y para mí es un poco un cambio de paradigma que tiene todo el sentido del mundo; 2023, internet, audio digital, recursos mucho más accesibles para crear y escuchar… Por poner un ejemplo, hay un remix de Noumeno, un artista de Milán, que sacó desde la plataforma italiana Paynomindtous (gente majísima haciendo cosas chulísimas, por cierto), del track Keisha & Becky, de Russ Millions y Tion Wayne. La primera vez que lo escuché cuando lo subieron a Soundcloud se me erizó toda la piel y pensé, joder, es que sí somos.
Recientemente has actuado en el festival WOS, en Santiago de Compostela. ¿Qué tal tu paso por allí? Háblanos más de tu experiencia.
Tengo que admitir que la condición meteorológica me mantuvo bastante en tensión hasta antes de empezar, pero todo fue muy especial. El clima estaba delicado, estuvo lloviendo un poco antes y justo cayó un chaparrón en los últimos cinco minutos del set, pero la verdad es que durante el bolo aguantó despejado e incluso salió el arcoíris. El parque de Bonaval es precioso y superagradable para actuaciones así.
Tanto el equipo de producción como los técnicos fueron superresolutivos y me sentí muy bien cuidada. El público también aguantó genial, di tú que la lluvia tampoco nos espanta (risas). Me sentí muy conectada con la gente de principio a fin. Y bueno, lo del chaparrón para despedir el último tema fue espectacular; ahora cuando miro los vídeos creo que fue el cierre más bonito y natural que he tenido hasta la fecha.
Supongo que ya conocías el festival como público. ¿Cómo te sientes al estar al otro lado?
Es el festival de Galicia que más me interesa a nivel de programación y creo que, sin duda, uno de los más potentes a nivel estatal. Muchas personas que admiro tocaron ahí, y también amigues con mucho talento. Es muy guay porque nunca dejan de brindarles espacio a artistas locales, y eso yo creo que es fundamental. Me siento muy agradecida a Iván y a todo el equipo del festival por haberme dejado formar parte de esta edición. Y, por supuesto, a toda la gente que vino a bailar y me dio feedback. Muy contenta con eso.
Mirando hacia atrás, ¿qué proyecto te ha supuesto mayor reto hasta la fecha, y por qué motivos?
Probablemente haya sido el encargo que me hizo Desigual para la pasarela de la colección de Nathy Peluso en el Teatro Eslava de Madrid en abril de este año. Me llamaron para hacer la música original que iba a sonar durante el desfile y la hice en colaboración con el productor murciano PBSR, que quien no lo conozca está tardando. Teníamos realmente muy poco tiempo para hacerla y fue una semana de mucho estrés, pero la sensación de ver a todas esas modelos desfilar al ritmo de lo que habíamos hecho fue muy emocionante.
Trabajar con Pablo fue todo un descubrimiento, él es supereficiente y nos entendimos muy bien… dejamos una semillita sembrada. Tengo que agradecerle mucho el haberme acompañado durante ese proceso y haberse encargado de la mezcla, también a mi amigo Adri (Spinal Sound) por el mastering y a Amalia de Wozere por haberme llamado.
¿En qué momento profesional te encuentras? ¿Qué metas te quedan por cumplir?
Pues creo que estoy en un momento muy ilusionante, de encontrar poco a poco mi camino y seguir explorando y compartiendo desde el interés por el sonido. He cumplido y estoy a punto de cumplir experiencias con las que fantaseaba hace años y eso me reconforta mucho. Obtener cierto reconocimiento después de años de trabajo y aprendizaje es reconfortante.
También estoy feliz de encontrarme a gente con la misma vocación y sensibilidad por el camino. Feliz de que las personas importantes de mi vida me sigan acompañando y animando a no trabarme, aportándome y ayudándome, porque la verdad es que mantenerte siempre segura de tu propuesta fácil tampoco es.
En los últimos años, has participado en muchísimos proyectos. ¿Con qué nos vas a sorprender este 2024?
¡La verdad es que sí! Estoy agradecida de todos ellos y de todos me llevo aprendizaje. Tengo ganas del próximo año porque van a pasar cosas que me hacen muchísima ilusión. Y ya no solo a nivel de bolos, sino también de comunidad, colaboraciones, y proyectos bonitos y necesarios. Ante todo, lo que quiero es seguir aprendiendo, explorando, compartiendo y viviendo tranqui con la peña que me acompaña <3