Admiro a los cineastas que manejan bien las estructuras temporales, y para mí era un estímulo y un ejercicio pivotando siempre la elipsis. Casi se construye más sobre lo que no pasa que sobre lo que pasa, la apuesta por la elipsis es absolutamente radical. Y me parece mucho más interesante y mucho más estimulante narrarlo en no linealidad que en linealidad. Además que la estructura de esta película está contada en espiral, y te digo por qué, porque al final son días con su noche, días con su noche, durante una cotidianidad en un pueblo, pero va rondando cada vez más en el corazón de la fábula y sale a la luz, la catarsis sucede mucho antes de lo que suceden en un relato clásico, que suceden al final del segundo acto. Y, en este caso, después de la catarsis todo vuelve a empezar y llega otra vez la relajación y se vuelve a su rutina, pero a estas mujeres algo les ha cambiado. Habla de que hay posibilidad de cambio interior y luego exterior, pero también habla de cómo has vivido un cambio pero te vuelven a arrastrar otra vez a tu vida, a tu cotidianidad, la película también cuenta eso. Por lo que la estructura esta elegida con toda la intención. Y es curioso porque va en paralelo a lo que ellas narran como seres humanos, dicen que todo este proceso, desde que llegué, desde que empezamos los talleres, y que todo ese estímulo, el rodaje y todo lo que vino después, les ha cambiado la vida, que siguen siendo por fuera las mismas, que hacen sus cosas de la casa del hogar, pero que por dentro son otras, y es tan maravilloso escucharlas. Todas dicen que les ha cambiado la vida y a mí eso me parece verdaderamente emocionante, porque se crea en el cine, como acto de transformación, de cura, de colectividad, de compartir.