Quedo con Adrián Pino antes de una de sus últimas performances en Barcelona, en la cual voy a participar. Nos vemos e inmediatamente nos fundimos en un abrazo. Adrián es de esos que te hacen replantear qué es el arte. Difumina los límites que los puristas marcan y se mofa de ellos. 
Sus proyectos van desde fotografía a grandes performances revolucionarias como Proyecto V (de Venus), que ha ocupado varios titulares en la prensa internacional por su polémico significado. Se autoproclama el hijo de Venus a raíz de la que fue, sin saberlo, la primera performance del proyecto. Tuvo lugar en 2014 delante de la Venus de Botticelli, donde sin ningún reparo se desnudó y posó delante de ella. Una ofrenda a lo que tanto le había ofrecido a él. Una ofrenda al arte.

Adrián arregla las instalaciones de la galería Mutuo de Barcelona mientras lo observo. Verle trabajar es un arte en sí mismo. La verdad sea dicha, la relación que mantiene con el arte recuerda en cierta manera a la forma en la que la gente vive la religión. Le mueve la fe, la idealización y la convicción sobre él. Un hecho que nos transmite a través de sus acciones, que poéticas o no, no dejan indiferente a absolutamente nadie.
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Quería hacer una regresión a tus primeros trabajos y saber tu reflexión de cómo ha cambiado y cómo has cambiado tú desde que ibas con traje y la mano roja (tus principios en el mundo del arte) hasta que te llegas a desnudar en el Louvre.
Lo de la mano roja fue la manifestación de mi estado emocional entonces a través de esa estética. Era una persona muy tímida y había una pulsión en mí que no acababa de manifestarse. Fue como si la parte oscura se apoderase de mí; la encarnaba a través de esa indumentaria. Entre 2014 y 2017, antes de empezar el Proyecto V, fui oscilando entre dos tendencias.
La primera, lugares en los que hacía performances/acciones contra lo que representaba el orden o el capitalismo, utilizando la violencia filtrada por el arte para generar un momento de irrupción y así romper la dinámica en la que estamos. Y la otra consistía en cosas más poéticas, apelación a lo femenino desde acciones silenciosas. Estas dos tendencias convergieron en el Proyecto V.
Hubo un cambio de rumbo. En un principio pretendías hacer el Proyecto V durante veintidós meses pero se acabó un poco antes. ¿Qué pasó?
Es un proyecto que sigue muy vivo dentro de mí, con el que estoy muy conectado. Pero cuando lo sistematicé (hacerlo cada mes, el día 22, etc.), con todo lo que eso implicaba (coger vuelos, hacer el viaje, etc.) acabó mermando la parte más pura. Cogí esa energía y la adapté a todo lo que quería reivindicar. Es incluso comparable a un sistema de trabajo. Llegué a un punto de agotamiento tal que ya no tuve ni ilusión para continuar. Básicamente porque no tenía energía. Poner el Proyecto V en un sistema secuencial fue como poner Venus en una cadena de montaje. Puede que lo retome pero será de manera puntual, respetando su naturaleza salvaje.
Esa situación es una reflexión sobre cómo el arte no puede ser estipulado, es como sentenciar su muerte. Ahora has empezado un proyecto de esculturas humanas. El Proyecto V representaba la feminidad y un montón de pureza que vive dentro de ti. ¿Qué representa este nuevo proyecto para ti?
Este proyecto nace de una necesidad de silencio y de reposo. Y es lo que manifiesta. Consiste en exposiciones de figuras humanas que expongo en espacios culturales, galerías de arte, etc. como figuras que evocan una energía pura con su silencio y presencia. Cada persona me conecta con algún tipo de vibración o de energía. Son esculturas humanas cuya función es generar un momento de silencio y de meditación que intenta recuperar el respeto por la imagen, como cuando entras en una iglesia.
¿Crees que actualmente se ha perdido el respeto a la imagen?
Vivimos en un momento en el que hay tantas imágenes e información que se han banalizado. De hecho, los memes y los montajes con Photoshop son una burla a la imagen. Con este proyecto quería recuperar esa condición sacra y, al mismo tiempo, ofrecer una oportunidad para que el público tenga un momento de tranquilidad y conecte con algo puro.
¿Cómo ideas la instalación?
Es un juego, ya que cuando llego a la instalación, lo hago sin saber muy bien cómo va a quedar. La voy configurando de manera intuitiva y jugando con las personas.
Es como una pintura que estás haciendo en el momento y que vas a exponer dos horas después. Una creación en directo.
Exacto. Inevitablemente soy parte del arte contemporáneo, y el arte de nuestros días no es creado por una persona que se pasan tres meses pintando un mosaico o un mural. Vivimos en la era del arte exprés, del fast art. Yo intento que el mío se aleje lo más posible de lo banal, ya que creo que en este momento de la historia nos excedemos de banalidad. Y cuando te excedes de banalidad se cae en el relativismo total, en el ‘todo vale’ y, finalmente, en la mediocridad.
En términos artísticos, intento recuperar un aspecto sagrado de la imagen. Al vivir en la era del ‘yo’, aprovecho ese aspecto de la contemporaneidad y coloco a esos ‘yoes’ directamente en el cuadro. Y eso es un reflejo de la época en la que vivimos. 
Mirando hacia el futuro, ¿sientes presión por parte de la sociedad por ser el prototipo de persona que nos venden?
La presión la noto, sobre todo a nivel económico. Pero en cierto momento de mi vida decidí salirme de esta lógica. Nunca me he sabido adaptar. Voy por el mundo intentando montarme la película como me sea posible. Soy incapaz de tener un trabajo de ocho horas, una pareja e ir al cine cada tarde. Me gusta explorar la vida, e incluso en los momentos de menos energía, intentar salirme por la tangente. No puedo adaptarme a lo que la sociedad espera de uno.
A nivel de proyectos, ¿planeas tus proyectos a largo plazo? ¿O por lo contrario, te mueves más por ‘venazos’ artísticos?
Hasta final de año voy a seguir con las esculturas humanas. Mi arte siempre ha tenido algo muy característico, cada cosa va detrás de otra por una razón. Ahora estoy en un proceso tras haber estado exponiéndome a mí durante un año, configurándome a mí mismo como un icono de repetición a lo Andy Warhol delante de cuadros. Y ahora he dejado de exponerme a mí y canalizado esa misma energía a través de otros cuerpos. Siento que conforme avance la exposición se va a ir acercando a una energía femenina.
“Vivimos en la era del arte exprés, del fast art. Yo intento que el mío se aleje lo más posible de lo banal. Cuando te excedes de banalidad se cae en el relativismo total, en el ‘todo vale’ y, finalmente, en la mediocridad.”
Después de desnudarte en el Louvre, los medios pusieron el foco en ti. Empezaron a seguir tu trabajo y a dar repercusión a todo lo que haces. Algunos usando tu nombre como reclamo. ¿Cómo has vivido la sobreexposición mediática?
Al principio me resultaba divertido porque tu cuerpo de repente está en internet. Es literalmente dar carne a los medios. Se están alimentando de ti. Además, lo que yo hacía era muy de clickbait. El desnudo siempre será un reclamo porque vivimos en una sociedad que está profundamente estigmatizada, avergonzada del cuerpo y del sexo por un legado cristiano. ¿Se enfocaba como una noticia artística? No. Era una noticia viral o incluso de la sección freak.
Cuando pasas mi mensaje por el filtro de los medios, se convierte en una nota a pie de página –con suerte. Es muy difícil que un medio de comunicación lo transmita como tu quieres comunicarlo. Es su juego y yo tengo otro. Al fin y al cabo, lo que yo recordaré son las imágenes y su belleza. Nada más. El resto es un juego paralelo al proyecto.
La repercusión del proyecto es una afirmación al mensaje que llevas emitiendo desde hace años.
En mi arte convive el mensaje de pureza pero adherido al tiempo en el que vivimos. ¿Qué tenía de eso el Proyecto V? Que eran vídeos virales y la idea del culto a uno mismo. Además, siempre con la misma imagen, que representa una manifestación del narcisismo en el que estamos sumergidos. Y los medios se nutren de individuos que quieren estar en el foco.
La mecanización del ser humano repitiendo una sola acción ha estado presente en muchas de tus performances.
La idea de la repetición está muy presente en mi obra. Me planteé el Proyecto V como si se tratara de las latas Campbell de Andy Warhol. Voy a hacer lo mismo en diferentes sitios. Pero es exactamente lo mismo. Por eso utilicé las imágenes en formato de fotocopia colgadas en la pared en las tres exposiciones de clausura del proyecto –una de ellas en la prisión Modelo de Barcelona (lo cual es irónico, ya que se convirtió en mi prisión personal).
Moviéndonos al panorama artístico español, la performance ha estado en el lado oscuro del arte. ¿Tú cómo lo ves? ¿Cuál crees que es su futuro?
La performance es un arte no material, por lo que su interpretación cuesta más a la gente. Creo que la performance invoca, de forma inconsciente, energías reprimidas a través del cuerpo. Cuando alguien lo expone en primera línea, nos asustamos y lo rechazamos. Para mí, lo que yo hago son actos más cercanos a un ritual artístico, de forma que los participantes también hacen un ritual personal. Veo la performance como algo residual que los museos internacionales están empezando a usar como reclamo. Al ser un arte vivo, revitaliza la exposición de los cadáveres que se exponen.
¿Crees en cierta manera que serán los cuadros del futuro?
Sí.
¿Tus performances han estado inspiradas por algún performer en específico?
Todo el arte que he hecho siempre ha estado influenciado por artistas plásticos. Mis dos principales influencias han sido Sandro Botticelli y Antonio Canova. A mí las formas clásicas siempre me han interesado porque son la expresión más capaz de mostrar la belleza. Y como mi obsesión siempre ha sido la belleza, la cual asocio a lo clásico, he bebido de artistas que la crean de ese tipo.
Últimamente en España ha habido mucha censura a nivel artístico. De hecho, salió una comparativa y estaba en las primeras posiciones de la lista de países con más censuras artísticas en el último año. ¿Qué opinas?
Cuando el arte critica al orden establecido y ese orden no es democrático, la única reacción posible es la censura. Supongo que se tienen que morir muchas estructuras del orden establecido. Se están dando de cara dos realidades temporales: la del pasado y la actual. Yo he vivido la censura respecto a mi cuerpo desnudo, ya que actualmente es una fuente de vergüenza.
Cabe recalcar que en tus exposiciones no mostrabas los genitales, era un cuerpo sin sexo.
Quería hacer algo que no fuese obsceno; algo puro y bello. Si miras esas imágenes objetivamente, son bellas, no tienen nada de obscenidad, se integran bien con las obras que hay detrás. El problema es que aún a día de hoy hay muchísimo estigma.
“Cuando el arte critica al orden establecido y ese orden no es democrático, la única reacción posible es la censura.”
¿Cómo sería el mundo utópico en el que te gustaría vivir?
La visión que siempre he tenido del mundo es como El jardín de las delicias de El Bosco. Entiendo que ese cuadro es, de alguna forma, una visión poetizada de un estado en el que podríamos estar haciendo muchas renuncias. Quizás dentro de seis milenios podemos llegar a un estado de comunión con nuestro planeta. Una armonía con él y obtener de él lo que necesitemos.
¿Crees que el capitalismo es el cáncer de la sociedad y del planeta?
Totalmente. Es lo más contrario al desarrollo espiritual del ser.
¿Crees que la evolución que estamos haciendo en cuanto a aceptación de distintos tipos de géneros y sexualidades se acerca a tu ideal de divinidad?
En El jardín de las delicias, si te fijas, los cuerpos no tienen sexo. No se aprecia quién es hombre, mujer, gay o hetero.
El otro día leí un titular que decía que la generación Z es la generación con menos heterosexuales de la historia. ¿Te parece que es el camino al que nos dirigimos como seres humanos, un mundo sin ningún tipo de autocensura por miedo a las represalias?
Totalmente. ¿Realmente la gente cree que toda la población mundial se puede encasillar como hombre o mujer? Creo que estamos despertando de todo eso y está muy bien que exista esta generación. Todas estas tonterías no las tiene integradas.
Antes, quizás era un super-proceso de aceptación de uno mismo, y ahora no se tiene que hacer ese proceso por no ser heterosexual.
Exactamente.
¿Crees que la generación millennial somos el puente del progreso?
Sí, quizás por eso somos personas que, por lo general, sufrimos de procesos de ansiedad y tensión. Por un lado nos presionan con un ideal de vida, y por el otro, nos dan libertad para vivir como queramos. Esa plenitud se puede conseguir matando la estructura que nos ponen los padres, los cuales también están haciendo un proceso de entender las necesidades de estos tiempos.
¿Cuál te gustaría que fuese tu legado?
Me gustaría que mi arte tuviese un punto profético. En un futuro, cuando esté todo más robotizado, el ser tendrá más tiempo de estar en contacto con uno mismo a nivel espiritual.
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