Adam Thirlwell fue seleccionado por Granta en 2003 como uno de los mejores novelistas jóvenes británicos cuando aún no había ni publicado su primer libro. 14 años después, presenta la que ya es su tercera novela de la mano de Anagrama. Después de Política y La huída, ahora es el turno de Estridente y dulce, una novela de ficción que con un estilo natural, ligero y algo picaresco, reflexiona hasta la neurosis sobre nuestra escala de valores.
La novela empieza con un acto inmoral que desencadena su pertinente castigo: el protagonista se despierta en la cama de una habitación de hotel con una de las amigas de su mujer. Sin embargo, a medida que avanza la trama –que bien podría ser incluso de novela negra– esa historia se va quedando en segundo plano para dejar paso al pensamiento excesivo e inagotable del narrador y protagonista. En este monólogo infinito, Adam Thirlwell habla de la moral de su generación, del pensamiento corrupto y de la posibilidad de explorar otras posibles vidas.

Estridente y dulce es un título premonitorio, muy definitorio del personaje, que se hace querer y odiar a la vez. Aunque aún en fase embrionaria, el autor ya está trabajando en la adaptación de la novela al cine.
Hola Adam. Normalmente la palabra ‘héroe’ se utiliza para etiquetar a alguien o bien que produce admiración por sus buenas cualidades o bien por haber realizado actos que requieren valor. Sin embargo, decides nombrar ‘héroe’ en algunas ocasiones al protagonista y narrador de la historia, qué es más bien neurótico, narcisista y consentido...
Se trata totalmente de una broma literaria. Me gustan las novelas del siglo XVIII en las que el protagonista siempre es un héroe, una persona maravillosa con la que te puedes identificar. El efecto cómico consiste en jugar con la lengua de estas novelas más antiguas, cuando sin embargo, en este caso, el protagonista no es para nada admirable.
Realmente no creo en la figura del héroe, pues creo que una novela tiene que ser complicada, ambigua, en la que los valores morales sean nublosos y confusos. Aquí, el protagonista es egoísta, narcisista, pero también es idealista, utópico y tierno.
Yo creo que en tus libros siempre hay algún tipo de polémica entorno a tus personajes…
Las novelas que siempre me han interesado son aquellas en las que los personajes no son buenos ni malos, sino que tienen de todo. Siempre me ha interesado esa inversión irónica en la que alguien es bueno y hace una cosa buena pero desencadena gestos o consecuencias horribles, o viceversa. La novela me da el placer de investigar los problemas morales y tratarlos de forma irónica, por lo que siempre necesito personajes que tengan una brecha entre lo que dicen y lo que hacen. Esa brecha es la que me permite explorar.
¿Crees que todo se puede catalogar dentro del bien y el mal? ¿O más bien que los límites de la moral están difuminados?
La mayoría de cosas que pasan en la vida se encuentran en la frontera, en el límite y es muy difícil saber cómo interpretarlas. A veces sólo se esclarece al cabo de tiempo, pero en el momento juzgar algo puede ser difícil. En este libro, me interesaba cómo el personaje principal se cree y se dice a sí mismo que está intentado crear una sociedad y una vida mejor aunque sigue actuando con egoísmo. Mi objetivo era que el lector pudiera llegar a pensar que ambas cosas son ciertas: es buena persona y un monstruo a la vez.
Explícanos el porqué del título, Estridente y dulce.
Estridente y dulce pueden parecer un oxímoron aunque este vínculo para mí muestra que son dos caras de una misma cosa. Así que el título tiene relación con el contenido o el resto del libro. Algo que parece que no tiene sentido así de buenas a primeras, en realidad, mientras avanzas, descubres que ambas caras están relacionadas, hasta que te das cuenta de que no puedes separar un cierto ideal utópico de una conducta atroz.
A pesar de ser uno de los deseos que mueve la humanidad, el sexo y las relaciones carnales siguen siendo un tema tabú en una sociedad que se muestra, de cara a la galería, puritana por defecto. Es un tema al que recurres en Estridente y dulce pero también en otras de tus obras previas, como Política y La huida. ¿Por qué?
Siempre pienso que en el próximo libro voy a parar de tratar el sexo, pero me divierto tanto que no puedo evitarlo.El sexo a lo largo de la historia se ha tratado de forma extraña, a pesar de que siempre ha estado presente en literatura y en cine, creo que hay muy poco sexo genuino en el arte en general. Se enfoca muy pocas veces con todos sus detalles y complicaciones, sus comedias y sus engaños. Como novelista me resulta útil cómo un personaje sexualmente hablando puede no tener nada que ver con como es en su día a día; y a su vez, el sexo entre dos personajes para mí es como un experimento que luego me permite acelerar su manera de ser y de actuar. Sería como un colisionador de hadrones, como si los personajes al tener sexo se golpearan los unos a los otros como las partículas, mientras que en una charla estarían mucho más calmados y todo sería mucho más lento. También me ha interesado siempre que a la gente le incomode leer sobre sexo, me interesa ese nivel de incomodidad entre el lector y el libro.
Como dice el protagonistal en algún momento, “el mundo exterior es demasiado pequeño para el gigantesco mundo interior que tenemos”. ¿Es por este motivo que la novela gira entorno a cómo él describe su situación y los impredecibles sucesos en vez de en los actos en sí mismos? Todo gira entorno a qué piensa, cómo se siente, cómo lo analiza.
Sí, totalmente, fue hecho a propósito. Quería escribir una novela en la que por detrás hubiera como una trama de cine negro, muy por detrás, y que lo que estuviera pasando por delante, lo que esperarías que fueran los disparos o el sexo, en realidad es esa inmensidad del pensamiento del personaje. La clave es que ese pensamiento acaba siendo más real que lo que está pasando.
¿Qué hay de ti en el protagonista del libro?
No se puede ocultar que toda novela contiene las cosas que a ti te obsesionan ya que sino no puedes escribir 300 páginas sin meterte ahí de alguna manera. Yo soy novelista desde los 20 años. Empecé este libro con 30 y lo acabé casi con 35. Cuando lo terminé sentí que había dejado de ser joven. Creo que es por eso que en el libro trato la preocupación del paso del tiempo, de cómo invertir nuestra vida. El personaje siente que le falta tiempo y por eso recurre a la búsqueda de otras formas de vida a través de violencia, las orgías, las infidelidades. Se trata de una alegoría de cómo me siento en este momento como escritor.
Ahora que has escrito ya tres novelas, es hora de mirar atrás. ¿Qué ha cambiado desde que Granta te seleccionó en 2003 como uno de los mejores novelistas jóvenes británicos?
El hecho de que Granta me eligiera cuando yo tenía 23 años me marcó bastante. Era un autor joven y hablaba mucho de sexo. Me bautizaban como un prodigio, y de hecho, aún puedo leer en artículos que se refieren así a mí, cuando ya tengo 38 años. Es como una imagen que se ha quedado fija en el tiempo. Los años pasan, y aunque en cada nueva novela intento crear algo nuevo, a nivel estilístico y en cuanto a pensamiento, es inevitable recurrir a los mismos temas que en novelas anteriores.
¿Hay algún libro que te haya cambiado la vida? ¿O, al menos, la forma en la que enfocas tus novelas?
Te puedo decir el que me hizo querer ser novelista: El arte de la novela de Milan Kundera. Tengo también como referentes clásicos de la novela latinoamericana y la ficción irreal, como Jorge Luis Borges. También Alejandro Zambra y Alan Pauls. Son autores muy autoconscientes y tienen una forma de escribir que permite que la realidad no sea fija, sino que pueda dar un vuelco en cualquier momento. También como trabajan los detalles. Mientras escribía Estridente y dulce leí La filosofía de Andy Warhol, y me captivó el tono del libro, la obsesión y el exceso de reflexión del personaje, que está autoimponiéndose normas todo el rato. 
Hablando de Andy Warhol. Es sabido que escribe haciendo referencia a lo banal, a lo ordinario y cotidiano. En Estridente y dulce aunque sucedan actos trascendentales para la trama, el narrador tiende a rebajarlo a lo mundano. Puede que haya algún tipo de paralelismo.
Andy Warhol hace arte y escribe de una manera muy plana, encadenando un pequeño detalle después de otro pequeño detalle, mostrando que nada es demasiado mundano para que no pueda ser escrito, y eso sí que es parte de este libro: en él hay una trama o argumento pero está completamente oculta detrás de tanto detalle.
Sabemos que estás trabajando con Patrick Daughters en el guión de Estridente y dulce para cine. ¿Será tanto detalle y tanta reflexión personal un problema para adaptarlo a la pantalla?
Realmente creo que será muy difícil recrear el hecho de que lo importante aquí no es el argumento o trama negra que hay detrás, aunque en la adaptación cinematográfica tendrá que traerse al frente de algún modo. Mis novelas son tan literarias, con tanta artesanía, que de repente tener que añadir diálogo es algo que me intriga mucho. Trabajar con cine, sin embargo, puede cambiar la forma en la que escribo porque me obliga a adaptarme a un nuevo medio, y eso me resulta todo un reto.