Las ilustraciones de Abraham Menéndez adquieren una singular y bellísima resonancia que, unida a la artesanía y el preciosismo de un oficio como la cerámica, se resuelve en un magistral abrazo entre tradición y vanguardia. Abraham Menéndez fundó su marca Abe The Ape en 2011, diseñando una serie de motivos cinematográficos donde las heroínas de Hitchcock y Billy Wilder, conviven con otros esplendorosos mitos artísticos y con distintas figuras animales que, entrelazadas en sus perfiles y geometrías, logran una composición acrisolada donde la fuerza del color contrasta con la delicadeza de la porcelana.
El recorrido de este solícito diseñador es dilatado y multidisciplinar. Licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad Complutense de Madrid, obviando su pasión por la moda: “porque mi madre se llevó las manos a la cabeza diciéndome que estudiase algo con más futuro”, no fue hasta 2008 cuando desarrolló aquella aplazada vocación estudiando en el Instituto Europeo di Design, donde además imparte clases como docente. Sus piezas decoran los hogares de Josep Font, David Delfín, Naty Abascal, Olivia Palermo, Angela Lansbury o Shirley MacLaine, entre otros.
Su interés por la cerámica no excluye el sector textil, pues trabaja con distintas firmas, realizando estampados e ilustraciones para Chanel, Suárez, Ana Locking, Moisés Nieto, La Casita de Wendy o Moschino Cheap & Chic. Y es que ya lo decía su homónimo, el histórico Lincoln apodado “The Ape”: “Hagas lo que hagas, hazlo bien”. Porque Abraham lo hace todo bien. Puede hablar de Yves Saint Laurent, de Terrence Malick, de Thelma Ritter o de Agliberto y Celedonia con la misma normalidad y conocimiento con la que habla de Chus Lampreave o Belén Esteban, y siempre lo hace sin gravedad intelectual, con afecto y mucho sentido del humor. Con esa llanísima y coloquial erudición, no exenta de irónicas reflexiones, Abraham nos habla de su más que consolidada carrera.
Abraham, tengo un adorable profesor de inglés octogenario, muy británico, un gentleman de pajarita y lustrosa melena blanca que está obsesionado con Lita Trujillo y con Dorothy Malone. Sus ínfulas de maniaco cinematográfico le llevaron a cartearse con el mito viviente de Peyton Place… Tú has llegado nada más y nada menos que a Angela Lansbury y Shirley MacLaine, que atesoran tus piezas como una celebración de aquel imaginario irrepetible. ¿También tienes algo de maniaco? (en el mejor de los sentidos, claro).
Lo primero decir que tu profesor podría ser mi mejor amigo sin ninguna duda ni miedo a temblor de polígrafo. Dorothy Malone se encuentra entre mis grandes filias y es verla bajar esas escaleras con aquel salto de cama rojo bailando el mambo más salvaje y ninfómano que se haya visto nunca en una pantalla en “Escrito sobre el viento” y dedicarle amor eterno. Lita es otra maravilla, de esas personas que se beben la vida a sorbos. Pero me voy, como siempre, por peteneras… respecto a tu pregunta, pues claro que soy un maniaco, pero un maniaco de la gente con talento y siempre desde la admiración menos impertinente. Jamás me acercaré a nadie que admire para importunarle o fastidiarle las cañas mientras está tranquilamente en una terraza. Mismamente el otro día me crucé con Almodóvar y (aun temblándome las piernas) hice ademán de ni siquiera verle. Solamente lo he hecho una vez, con Chus Lampreave. Pero es que encontrarte a Chus es como cruzarte de bruces con Thelma Ritter, y claro, uno no es de piedra. Eso sí, para los restos guardo ese mail de agradecimiento que me escribió Angela Lansbury cual reno Rodolfo un 25 de diciembre.
¿De niño dibujabas Bambis y Asturcones o te iniciaste directamente en los figurines de moda? ¿Cuándo y por qué empezaste a dibujar?
Llega un momento en la vida en el que a todo chaval se le plantea un dilema: ¿estudiar y prestar atención en clase o ponerte a garabatear todo libro que se te ponga por delante? Claramente me decanté por la segunda opción. Mi pasión por la moda llegó después, mi despertar sexual coincidió con las súper modelos, con el Freedom 90`de George Michael, con el Príncipe Felipe roneando a Yasmeen Ghauri o con Gianni Versace llenándolo todo de puterío y ostentación. Fue todo como muy natural.
¿Qué te sugiere la palabra “Mahonías”? ¿Cómo ha sido tu evolución desde aquellos primeros años universitarios, hasta tu paso por el IED y tu posterior aterrizaje en la cerámica? ¿Cómo fueron esas etapas hasta llegar a ilustrar nuestros hogares?
(Risas) ¡Mahonías! ¿Cómo sabes tú esto? Pues Mahonías me sugiere unos años maravillosos y muy divertidos con cero preocupaciones, estudiando Publicidad (carrera que odié hasta decir basta) en una especie de centro comercial en horas bajas en el que los viernes tenías que salir del aula para decirle al de la terraza del bar que bajase la música porque no oíamos al profesor o ser testigo de cómo gente alzaba la mano para preguntar dónde estaba enterrado El Quijote… Cuando acabé la carrera empecé a trabajar de comercial de muebles, y entre catálogos de copias Noguchi y muebles Wengué me di cuenta que aquello no iba conmigo, que lo que yo quería hacer era estudiar diseño de moda y no irme al otro barrio con la espinita clavada. Así que empecé en el IED, donde por fin entendí que Dios no me había llamado por el camino del patronaje ni el costureo y que mi punto fuerte era la ilustración. En cuanto terminé, ya estaba haciendo estampados para La Casita de Wendy o Moisés Nieto e ilustraciones para Steve Mono. Así que para no andar sufriendo intentando ser algo para lo que no tenía aptitudes me reciclé y me autodefiní como ilustrador. Y no me ha ido mal, el problema es que en este mundo tú enseñas tu portfolio y luego ellos te piden otra cosa, con lo que ese portfolio jamás sale de una oficina. El portfolio está lleno de trabajos por encargo pero también de trabajos personales, que al fin y al cabo son los que más te llenan por no ser impuestos, así que siempre te queda el resquemor de saber que pasaría si sacases al mundo tus propias ilustraciones. Decidí hacer una prueba plasmando mi universo en un soporte que no fuesen camisetas, me enteré de un taller donde se impartían cursos de estampación en cerámica y ahí empezó todo…
Además de trabajar en tu marca, Abe The Ape, también realizas estampados e ilustraciones para todas las firmas que se mueren por colaborar contigo, como La Casita de Wendy, Suárez, Kling, Chanel, Alma Aguilar, Ana Locking, Moisés Nieto o Steve Mono, entre otras. En textil has hecho trabajos maravillosos. ¿Qué soportes te retan más?
El textil es maravilloso y frustrante a partes iguales porque tú estás diseñando un estampado, todo es como increíble y, de pronto, cuando haces el rapport y la repetición aquello no funciona. Y vuelta a empezar…
En aquel clásico de los 60, Tony Richardson nos mostraba a un joven que desahogaba su frustración corriendo. Como diseñador de fondo, ¿te identificas con esa soledad? Por cierto ¿por qué no sigues actualizando el blog? Le harías un enorme favor a la blogsfera. (Abraham muestra un talento adicional como enciclopedia de la moda en “La soledad del diseñador de fondo”).
Me identifico en aquella soledad respecto al mundo del diseño porque es un mundo al que se le da una importancia desmesurada. Hacer vestidos, telas o jarrones no es más que cultivar naranjas o melones, sin embargo es un mundo en el que hay mucho illuminati con ínfulas de sabe Dios qué, que de pronto te presenta una mísera blusa blanca y te cita a Kierkegaard, lo cual roza el ridículo. Pero bueno, en defensa de este mundo debo decir que he conocido a mucha más gente buena y talentosa que otra cosa. La simpleza de ideas y conceptos, la mononeuronalidad y el ombliguismo está más fuera de los talleres que dentro. Tiene más que ver con un photocall que con una máquina de coser. Hay mucho currante dentro del mundo de la moda, si la gente lo supiese y no se quedase solamente en esa falsa pátina de gilipollez que intentan vendernos, nos iría mucho mejor.
Y respecto al blog… ¡estoy intentando montar una empresa! Lo cual en principio se traduce en que tú eres diseñador, productor, community manager, recadero, comercial, transportista, señora de la limpieza, secretaria y mil cosas más que se me escapan. Así que aquellas entradas interminables llenas de imágenes increíbles no entran en mi plan del día. Lo siento mucho por mi Yves (Saint Laurent).
Tenemos constancia de tus referentes culturales, del cine y la fotografía que dominas y asimilas como nadie. ¿Qué ha de tener una imagen para conectar contigo e interesarte?
Que sea bonita, no me tiene que contar nada. El preciosismo por el preciosismo y la belleza gratuita pueden ser increíbles. Con bonito no me refiero a mujeres fabulosas iluminadas de manera imposible como si fuese una foto de Hurrell. Un hombre obeso paseando por un estercolero puede ser tremendamente hermoso. Hay una película de Terrence Malick a la que siempre acudo y que es “Días del cielo”, la cual tiene una fotografía que no puede ser más portentosa a cargo de Nestor Almendros. Pues bien, es una película que tampoco es que cuente una historia más grande que la vida misma pero es tan bonita, y cada plano en su concepto estético te llega tan dentro, que ya te pueden estar contando el apareamiento de la chirla en Wyoming que te da igual, quieres volver a verla.
El proceso de estampación recupera un oficio artesanal que se traduce en piezas de minuciosa elaboración. Para los no iniciados, y los que nos gustaría profundizar en esta disciplina, hay que señalar que también eres docente en IED Madrid, Grey Elephant, El Estudio de La Casita de Wendy o Peseta. ¿El arte de la estampación es tan complicado como parece?
Es una soberana tontería, pero como siempre digo a mis alumnos: “es una tontería que si no te la enseña alguien no llegarás nunca a ser consciente de cuan tonta es”.
Al ser piezas muy exclusivas que no se producen en serie ¿qué canales de distribución tienes? ¿También realizas piezas personalizadas por encargo? No sé si podrías hacer algo con la vajilla de mi abuela…
Pues distribuyo por mi propia tienda online y en tiendas físicas. De momento no es una producción como para andar frotándose las manos cada dos minutos pero me sorprendo de cómo ha ido todo en poco más de dos años. Y sobre la vajilla de tu abuela, podría integrarte a tu abuela en ella si me lo pidieses.
Tu marca fundada en 2011 ha crecido muchísimo en muy poco tiempo. ¿Cuál es tu visión empresarial? pues ya hemos podido ver la expansión de la marca hacia otros materiales y formas de decoración como cojines, papel pintado, orfebrería y piezas en latón. ¿En qué estás trabajando ahora?
Pues de momento en salir fuera y exponer en Enero en Maison&Objet en París. Hay que conseguir dinero para seguir haciendo cosas, es lo que tiene el autofinanciarse sin ayuda de bancos ni socios capitalistas, que todo es más lento y hay que ir con pies de plomo, pero también mucho menos estresante. Si las cosas van como tienen que ir, los tiempos de empezar a alternar bronces y latones con cerámica están más cerca que lejos.
Recomiéndanos algún lugar peculiar para exhibir unos platos decorativos que no sea en vitrinas y paredes.
El techo, en el restaurante de Casa Decor de este año el interiorista Guille García-Hoz llenó los techos con platos y el resultado me pareció espectacular.
Todos se han fijado en Abraham Menéndez de Abe the Ape. Hay un artículo de Elvira Lindo que recoge una divertida historia sobre esas tribulaciones mitómanas con las que abríamos esta entrevista. ¿Por qué crees que siempre hablan tan bien de ti?
Pues no lo sé, porque la verdad me paso el día despotricando. Supongo que soy de esas personas que nunca te dicen que te quieren ni te bailan el agua pero a la hora de la verdad, si la ocasión lo requiere, siempre actúan. De boquilla todos somos muy buenos y creo que eso la gente lo acaba viendo. Lo de salvarse de las aguas mansas que de las bravas ya me salvo yo es una verdad como un templo. Soy como esa persona que se pasa el día molestando pero que en el fondo te hace gracia. No sé… el caso es que me siento muy querido por mucha gente y eso no puede ser malo. De todos modos un par de “haters” para darle vidilla al tema no me importarían, la verdad.
Richard Brautigan decía que quería escribir un libro que terminara con la palabra “mayonesa”. Dentro de muchos, muchísimos años ¿con qué palabra te gustaría cerrar tu historia?
“Pionono” estaría bien (risas).
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