Ya de muy pequeño, Abel Iglesias disfrutaba de la creación artística, pero hace cinco años, decidió lanzarse a ello como profesión. Esta necesidad artística, en sus propias palabras, de “crear un lenguaje que trascienda lo verbal”, lo ha llevado a la creación de Enter The Gap, exposición que pudo visitarse durante una hora en una estación fantasma de Valencia, o a ser el artífice de La Marina, una de las pistas deportivas más bellas del mundo. Su universo y su imaginario están en constante evolución y cambio, pues a través de la pintura, la escultura, el color y los materiales, explora formas de arte basadas en la abstracción. Hablamos con él sobre sus inicios en el graffiti, sus declaraciones como artista o qué le espera después del confinamiento.
Muchas veces lo que nos impulsa a crear es una fuerza mayor que yace fuera de nuestros límites. Pero, ¿cuándo decidiste dedicarte a la creación? ¿Cómo el arte ha ido formando parte de tu vida a lo largo de los años? 
Siempre he disfrutado creando, pero hará unos cinco años empecé a darle seriedad a parte de lo que hacía y a contextualizarlo dentro del ámbito artístico. A base de tiempo y trabajo todo se va consolidando. En mi opinión, una carrera como artista es una carrera de fondo y cada paso, por pequeño que sea, es necesario. Ahora mi investigación está entre lo plástico y lo volumétrico, y cómo esto afecta al espacio; la mecanización y digitalización de los procesos sin perder la pureza en la intención y el gesto. Para mí el arte reside en la necesidad de crear un lenguaje que transcienda lo verbal, comunicación directa sin filtros.
Actualmente te encuentras entre Barcelona y Valencia, pero has dicho que Valencia es una ciudad que te ha servido de gran apoyo para crear. ¿Por qué?
Yo me he criado en un entorno rural, soy hijo de agricultores y ganaderos. Igual por eso siempre me han fascinado las grandes ciudades, y en Valencia encontré un equilibro entre dos mundos de entrada contradictorios. La ciudad junto al sosiego rural, mar, buena comida y un buen clima. Eso me dio la estabilidad que necesitaba. Valencia actualmente cuenta con muy buenas propuestas en campos muy distintos y la ciudad las está respaldando. Aunque ahora viva en Valencia, Barcelona me ha aportado mucho y siempre la llevaré conmigo, me fascina lo salvaje de esa ciudad. Además de los lugares están las circunstancias y vivencias paralelas, he conocido y sigo conociendo gente con inquietudes y es un gran estímulo.
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En una entrevista anterior, dijiste que cuando firmaste un cuadro con tan solo 5 años en el que llevabas varios días trabajando, se despertó algo en ti, pues el hecho de firmarlo lo convertía en algo para la posteridad. Tu primera exposición en solitario, Enter the Gap, fue un proyecto que pudo visitarse durante una hora en la estación fantasma de Valencia. De esta misma forma, trabajas con el concepto de lo efímero en varios de tus trabajos. ¿El interés por la posteridad de ese niño, y tu interés más reciente por la fugacidad nacen de una misma vocación? ¿Cómo relacionas estos conceptos?
El arte es gratuito y está en todas partes, se genera de manera natural. Como artista hay que saber observar y sacar conclusiones. Creas arte bajo una conciencia y una intención, el acto de firmar la obra para mí es adquirir un compromiso con esa intención, activar una posteridad y cerrar una conclusión más allá de la temporalidad de la pieza.
Relacionado con esta exposición, has dicho que actuar en un espacio abandonado tiene un punto reivindicativo, hecho que enlazas a cuando pintas en trenes o metros. Trabajas el graffiti desde los 12 años, pero, ¿cómo te iniciaste en ello? ¿Fue precisamente esto –la reivindicación, lo rebelde y prohibido– lo que te llamó la atención?
Enter the Gap no fue realmente mi primer solo, fue mi primer solo show dentro de un marco artístico legitimado. Entre otras, fue una declaración de intenciones acerca de mi manera de trabajar y entender el arte. He vinculado esta exposición con acciones de pintura en trenes y metros porque tiene conceptos y metódicas de trabajo similares. A parte de lo reivindicativo en dar un nuevo uso al espacio como acción final, cuando pintas un tren o un metro el proceso anterior es esencial y muchas veces la parte más excitante. En Enter the Gap, del mismo modo, esa interacción efímera entre público, espacio y obra también lo fue. Consiste en el acto de generar una experiencia en ese diálogo, dentro de una finalidad y un significado temporal, como obra en sí misma.
El graffiti a mí me brindó una serie de opciones con las que otras disciplinas no podían competir. Pintura barata, superficies gratis y se desvinculaba de la necesidad de aprobación académica al partir de la no aprobación, pura libertad creativa. Sumándole hormonas, ego adolescente, calle, adrenalina y la autoridad de por medio, pasó a convertirse en algo muy adictivo. Actualmente opino que hay que saber discernir y desvincular conceptos, procesos del ego, y la acción irracional que prima en el graffiti.
Hablemos de la pista deportiva que interviniste en La Marina de Valencia y que fue inaugurada el verano pasado. En ella podemos ver colores primarios, formas geométricas y volúmenes, aspectos constantes en tu trabajo. ¿Cómo has ido labrando este imaginario?
De manera natural se siente predilección, disfrutando de unos procesos más que de otros. Partiendo de eso, una investigación activa hace que tu lenguaje evolucione y se retroalimente constantemente. Cada conclusión te lleva a una nueva o redescubres otra de olvidada, y es ahí donde nace la fluidez creativa. Tengo constantes sólidas como la importancia del color, la volumetría y el espacio como elementos narrativos. El imaginario tiene una base y pilares sobre los que crece, pero es algo vivo y cambiante. Atarme a un lenguaje de una manera definitiva e irracional, a la larga, acabaría matando la creatividad y substituyéndola por la repetición y no es lo que me interesa. Para mí es vital dejar margen a la espontaneidad y generar un espacio de desarrollo constante.
“El imaginario tiene una base y pilares sobre los que crece, pero es algo vivo y cambiante. Atarme a un lenguaje de una manera definitiva e irracional acabaría matando la creatividad.”
Relacionado con la pregunta anterior, ¿cómo el graffiti ha influenciado este imaginario?
El graffiti ha influido a largo plazo en mi obra a nivel conceptual más que visual. Pictóricamente mi imaginario ha alimentado mi graffiti, y esa suma ha alimentado mi imaginario, y así sucesivamente. Entiendo el proceso creativo como una progresión constante de ideas, si no aporta algo a esta progresión, entonces no es una buena idea. Para entenderlo, imagina mi obra como un mecanismo de engranajes. Aunque el giro sea contrario, viene dado por la pieza anterior y ese giro es necesario para que el mecanismo siga en marcha.
Y hablando de influencias, ¿cuáles son tus principales referentes artísticos?
Diría que ‘los ismos’, viéndolo como movimiento de ruptura y vanguardia. Entiendo el arte de una forma similar, dejando a un lado la contemporaneidad.
En tus obras, exploras a través de la pintura, cerámica o escultura, el color o los materiales, formas de arte basadas en la abstracción. ¿Cuál es tu proceso creativo?
Se trata de la progresión de ideas que te ejemplificaba antes hablando de mi imaginario. Del mismo modo, cada investigación suma y aporta nuevas conclusiones. La abstracción en mi caso nace del querer desvincular la forma de su dimensión figurativa para darle nuevos usos descriptivos. Actualmente me muevo entre varias disciplinas y materiales alrededor de los procesos industriales. Parto de una idea y a través de esos procesos, junto a mi lenguaje, busco soluciones con la finalidad de hacerla tangible.
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Hace poco, en una entrevista con el artista Yi-Shuan Lee, nos decía sobre la situación que estamos viviendo actualmente con la pandemia del coronavirus que, como artista, es imposible no verte afectado o inspirado por ello. ¿Cómo estás viviendo tú esta situación, y más, cuando el mobiliario urbano es para ti un constante en tu obra?
Creo que es una pausa necesaria a nivel social de reconexión y replanteamiento, no solo con uno mismo sino con todo lo que nos rodea. Recordar el valor real de las cosas, quiénes somos y el papel que jugamos dentro de algo mucho más grande. Dos de las últimas piezas que hice, Hello my Name is Abel Iglesias y No Home orbitan esos pensamientos. La segunda está expuesta en Valencia desde el principio de la cuarentena para nadie, no se llegó ni a inaugurar. A la pieza se le ha sumado un nuevo significado, No Home for a No City. La interacción se genera en la no interacción, reforzando el concepto inicial. Como artista es inevitable que la contemporaneidad se refleje en la obra, cada cambio trae nuevas conclusiones.
Que el mobiliario urbano sea un constante en tu obra significa que los ciudadanos interactúan con ellas, como en la foto que publicaste en tu Instagram de un abuelo fotografiando tu Ephemeral show en la Plaza de la Virgen (Valencia). A lo largo de la historia, la relación artista-público ha ido cambiando. ¿Qué significa para ti esta relación?
Para mí es crear una vía de comunicación no verbal. Lo escrito asume una verdad absoluta sobre lo que describe. Busco despertar una reflexión personal a través de una conexión entre el público y la pieza, no una verdad absoluta. Opino que hay ideas que en un lenguaje verbal se limitan y pierden esencia. Con la interacción pretendo generar ese acto comunicativo entre la pieza y el visitante directamente, sin intermediarios, y es ahí es donde la obra culmina una de forma individual.
Aunque actualmente estamos viviendo un momento excepcional y todo está paralizado, no implica que nuestras mentes no sigan divagando y soñando. ¿Hay algún proyecto futuro que esté ocupando tus pensamientos en este confinamiento?
Tengo ganas de hacer algo con las pinturas, no suelo exponerlas porque trabajo las exposiciones alrededor de una idea concreta y no todo tiene cabida. Con el tiempo voy acumulando obra sin clasificar que hago de una forma más personal paralelamente a los shows y me gustaría mostrar algunas piezas.
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