La historia de la pintura está plagada de ejemplos en los que la obra pública del hombre se convierte en obsesión creativa para los grandes maestros. La capacidad para construir grandes catedrales, palacios, puentes y bulevares ha fascinado a la mayoría de los artistas, hasta el punto de evocar lugares inaccesibles para las masas. Bea Sarrias nos sumerge en el interior de las casas que frecuenta, plasmando con su trazo un momento preciso, casi una exclamación de lo observado.
Esta artista barcelonesa acaba de presentar su obra reciente en la Galería Emotion Art Gallery de Madrid. Su próxima exposición se anuncia en septiembre en la Fundación Setba de Barcelona. Atentos a su particular mirada sobre interiores, exteriores y mobiliarios simples de las residencias de la burguesía ilustrada. Un mundo en el que la única concesión posible es la belleza. Como bella es la extensa serie de cuadros que Bea ha ido produciendo con el ojo puesto en los detalles y en la fragilidad del tiempo, con una pincelada muy libre.
¿En que momento decides que quieres dedicarte a la pintura?
Desde siempre. Como quien quiere ser médico o astronauta. Y sobre todo a la pintura específicamente y no a la escultura o a otra disciplina artística. Supongo que me atraía el pincel como herramienta. A eso ayudó que como zurda que soy, tengo dificultad o antipatía hacia ciertos utensilios de trabajo. Ahora es cuando me empiezo a plantear saltar hacia otras disciplinas, pero ese resultado ya se verá más adelante.
¿Cual fue tu relación con el dibujo siendo una niña?
Soy la pequeña de siete hermanos, y me llevo muchos años con ellos. Para que estuviese callada mientras ellos estudiaban la única forma que tenían de conseguirlo era dándome papel y lápices… ¡Pintaba y dibujada a todas horas! Con trece años pedí a mi madre que me apuntase en algún taller, pero no para niños sino uno en los que se fuese a pintar de verdad, con caballete y óleos. Estuve un par de años en el taller de la pintora Conchita Bravo. Ella me marcó y me hizo pensar que realmente quería ser pintora.
¿Qué recuerdo guardas de aquel tiempo?
Recuerdo a mi padre trayéndome unos blocs grandes rojos de la marca Uni, creo. Me encantaban porque no tenían espiral en el lateral, sino que se abrían verticalmente, y los Plastidecor, que son redondos y resultaban mucho más cómodos para pintar. En aquella época no era muy consciente de que pintar con la izquierda tiene sus dificultades. A mi padre le encantaba prometerme uno de esos blocs una vez tuviese bien “lleno” el viejo.
¿Qué ambiente necesitas en tu estudio?
En mi estudio necesito mi rutina habitual. Pinto con auriculares, con música porque no soporto los ruidos externos. Mi estudio es pequeño y bastante oscuro, pero conozco como entran la luz y los ruidos. Tengo todos los objetos controlados dentro del desorden. Cambiar de espacio para pintar me desorienta aunque estoy buscando un lugar más amplio y luminoso.
Cuéntame como es tu proceso creativo.
La verdad es que soy bastante desordenada. Más que el orden, me inspira buscarlo dentro del caos. Mi proceso creativo se podría dividir en dos partes. Es mucho más compleja y lenta la primera que la segunda. En la primera parte trabajo en encontrar la temática, lo que voy a pintar. Una vez elegida, el proceso de pintar el cuadro es proporcionalmente mucho más rápido.
¿Sigues tu intuición para abordar cada nuevo trabajo?
Cuando empiezo siempre me influye lo que me rodea. A veces tengo ganas de irme al campo a encerrarme para estar tranquila y concentrarme en la pintura, pero luego pienso que en todo mi proceso creativo me influye el día a día. Me da miedo pensar que en el campo, sola, me pudiese quedar con la mente en blanco. Es algo que tengo pendiente. ¡¡Quizás acabe cambiando los edificios por flores y vacas!!
¿Qué temas te interesan y cómo llegas a ellos?
Me interesa la arquitectura. La arquitectura como medio para hablar de la luz. Del paso del tiempo. De la ausencia. Creo que los espacios son los que mejor dibujan la luz y la sombra. Empecé pintando espacios interiores, cargados de objetos, con la serie Rambla Catalunya 61, y luego empecé a salir al exterior y a ampliar mi paleta cromática. Ahora me interesa la arquitectura, pero puede ser que mañana la propia arquitectura me lleve a la abstracción o a cualquier otro tema. La cuestión es estar en continua evolución. De lo contrario, resulta muy aburrido pintar.
¿Qué quieres transmitir?
A veces me da la sensación de que pinto ventanas. Pinto lo que querría ver o donde querría estar. De ahí mi obsesión con la luz y con dar la sensación de profundidad. También por eso me da miedo cambiar de estudio. Si paso de un lugar pequeño y oscuro a uno grande y luminoso, quizás no tendré la necesidad de pintar estos espacios. Realmente la pintura viene de la necesidad de expresar, de evadirte, comunicar.
¿Con qué materiales sueles trabajar?
Con los materiales no me complico. Primero dibujo con lápiz o rotulador acrílico y luego pinto con pintura acrílica sobre tela o madera. La pintura acrílica la elegí por salud y además funciona muy bien con mi ritmo de trabajo. Hace unos años me intoxiqué con trementina, diluyente que se utiliza para la pintura al óleo, y a partir de entonces me pasé a la pintura acrílica. También utilizo tintas, ceras y pasteles para abocetar, pero estos dibujos nunca los he mostrado.
¿Cómo ha evolucionado tu obra?
Al principio pintaba influenciada por el expresionismo alemán. En mi primera exposición, en el año 2000, realicé figuras humanas sobre papel, con un trazo muy expresivo y gestual. Es gracioso porque hace poco volví a ver una entrevista de entonces y dejaba bien claro que los fondos y el espacio no me interesaban… Pero todo cambió en el año 2004. Tuvimos que vaciar un piso del Eixample barcelonés, que había sido habitado durante más de un siglo por la misma familia, tenía mucha historia y estaba lleno de libros y recuerdos. Estuvimos meses haciendo fotos, vídeo y Súper 8. A partir de ese material, reduje mi paleta de cromática a cuatro colores y empecé a pintar espacios hasta hoy.
¿Qué opinión tienes del mundo arte?
Como dice Antonio López, “me considero más un artesano inspirado que un artista”. El mundo del arte es un mundo feroz y complicado. Cuesta mucho entrar… Y muchas veces depende de factores que no puedes controlar. Lo que intento es meter un pie sin perder del todo la libertad creativa.
¿Si tuvieras que convencer a alguien sobre la necesidad del arte, qué le dirías?
Se mide la prosperidad de una sociedad por su aportación creativa. En todos sus aspectos. Y personalmente no hay mejor terapia que el arte. Escribir, pintar, cantar. Cualquier cosa que te aleje un poco de tu monotonía.
¿Cuál es tu relación con el espacio en lo cotidiano?
Toda la realidad que me rodea es importante. Cuando estaba pintando uno de los cuadros de la exposición leí la noticia del homenaje a Miguel Milá, y justamente tenía un espacio que necesitaba un objeto. Añadí la lámpara “cesta” que él diseñó.
¿Cómo explicas tu fascinación por los interiores y la arquitectura?
Supongo que la vida misma te lleva a tomar una dirección poco a poco. Mi hermano mayor es arquitecto y siempre estaba comprando libros de arquitectura. Me contagió su fascinación por ella. Cuando tuve que tomar la decisión de elegir una carrera universitaria, entré en Arquitectura y también en Bellas Artes. Antes se realizaba un examen de acceso. Ahí fue cuando mi padre, que era médico, me dijo que no entendía mi duda, que siempre había querido ser pintora. Los espacios me fascinan desde siempre. A veces, en los museos, me interesan más los continentes que los contenidos. La última vez que me ocurrió fue en el Museo Oteiza de Pamplona, de Sáenz de Oiza. Es un espacio impresionante.
Me interesa especialmente tu trabajo sobre el proceso de desmontaje de un piso habitado por una familia durante un siglo. ¿Cómo y por qué te lo planteas?
Era una casa familiar con mucha historia y mucho encanto. Un espacio muy típico del Eixample barcelonés, en plena Rambla de Catalunya, con suelo hidráulico, lleno de estanterías repletas de libros y objetos que hablaban de la historia de la familia. Estuvimos cuatro meses vaciando y desmontándolo. Y aprovechamos, junto a Morrosko Vila-San-Juan, para filmar y fotografiar el proceso. Hicimos una especie de cartografía minuciosa de un espacio que estaba a punto de perderse para siempre. Yo estaba en un momento artístico en el que necesitaba encontrar un camino más definido. Al tener todo este material decidí hacer un cambio radical y reduje mi paleta a cuatro colores y concentré la temática en los espacios. Dejé la figura de lado.
¿Qué dejamos en los espacios que hemos habitado?
Lo dejamos todo y nos damos cuenta de que no somos nada. Realizo retratos de espacios, la mayoría de las veces aún siguen habitados y sus dueños están vivos. Me gusta que mientras los fotografío me vayan explicando la historia de la casa y la de los objetos que los habitan. Te das cuenta que al final, cuando ya no estamos, parte de nuestro recuerdo queda en los objetos y espacios que habitamos. Evoca más el recuerdo de una persona un espacio, su luz, su olor, que una fotografía suya.
¿Cuál es la esencia de tu obra reciente?
La luz y la arquitectura. Estos dos elementos conjugados provocan el viaje a un estado emocional de serenidad. De una de las últimas obras que realicé, Casa C y piscina, le envié la foto a un amigo arquitecto y le escribí la sensación que yo había querido expresar en ese cuadro. Le escribí: “¿Sabes cuando te despiertas muy pronto en la playa o la montaña y todo está en silencio, huele a agua y te da la sensación de que estás estrenando un nuevo día…? Y te das cuenta que eres feliz. Esto es para mí este cuadro”. Pinto sensaciones.
¿Qué significa para ti exponer en la galería Emotion Artgallery de Madrid?
Creo que es otro punto de inflexión en mi carrera, sobre todo a nivel creativo. He pasado de pintar espacios interiores a pintar exteriores, y la luz que eso implica con una ampliación de mi paleta cromática. En su momento aparté el color de mis cuadros y llevaba mucho tiempo intentándolo recuperar. Al final ha sido de una manera natural y fluida.
¿De qué depende que la relación entre el galerista y el artista sea positiva para ambas partes?
Como en casi todo, de la sinceridad y la confianza. Como en cualquier relación entre personas. Si que es verdad que aunque ambas partes se dediquen y amen el arte, es desde puntos de vista diferentes. Para un artista es muy importante poder confiar en un galerista, no solo para que venda tu obra, también para que la de a conocer y te aporte significado y criterio.
¿Por qué has titulado tu exposición Arquitectura y luz?
Le di muchas vueltas y al final volví al título original. Tengo otra serie de cuadros, centrada en la obra de José Antonio Coderch, que se titula La casa de tus sueños. Pero para mí la luz tiene mucha importancia y tenía la necesidad de dejar bien claro desde el comienzo que el tema principal era la luz.
Te acercas a los interiores de casas icónicas de la arquitectura española contemporánea. ¿Cómo has llegado hasta ellas?
A través de la investigación y la documentación. Y, cómo no, de amigos arquitectos que me han ayudado mucho. Al ver mi interés en pintar arquitectura me fueron recomendando y facilitando fotos que ellos mismos habían hecho sobre espacios arquitectónicos. Una cosa llevó a la otra.
¿Dónde te ubicas artísticamente?
La verdad es que no lo sé. Tampoco le doy mucha importancia. Creo que ubicar a los artistas pocas veces les corresponde a ellos. El adjetivo más conciso que le ha dado un galerista a mi obra ha sido realista.
¿Cómo influyó tu vida Berlín en tu mirada como artista?
Creo que fue más una experiencia vital que artística. Pinté mucho, pero aún pintaba influenciada por el expresionismo alemán. Ahora mismo pensándolo creo que lo que me fascinaba más eran los edificios de la parte comunista de Berlín que era donde vivía.
¿Qué relación tienes con la soledad?
Creo que es un lujo que hoy en día nos da miedo. Las mejores ideas vienen de la soledad y el aburrimiento. En este sentido creo que los teléfonos móviles, redes sociales y demás nos hacen un flaco favor. Al final será difícil sentirse feliz en la soledad. Mis cuadros no dejan de ser un espacio para la soledad. Regalo al espectador un lugar maravilloso donde estar solo sin ningún tipo de remordimiento.
¿Y cómo te llevas con la realidad?
Soy una persona feliz y positiva por naturaleza. Creo que es algo químico, cerebral. Me gustaría saber de qué parte exacta del cerebro depende. Vivo la realidad y el día quedándome con las cosas buenas de las personas. La realidad puede resultar muy dura, pero creo que tengo un filtro que hace que consiga ver la luz en las personas y las cosas. Sé que sonará cursi, o poético, pero soy así de simplemente complicada… Como mi pintura.