La Cineteca de Matadero ha sido testigo del anuncio de una edición que promete marcar época. Del 6 al 11 de mayo, Documenta Madrid vuelve con su vigésimo segunda edición, y lo hace con una propuesta valiente, expansiva y profundamente arraigada en la memoria, el archivo y las nuevas miradas del cine documental.
Este año, el Festival Internacional de Cine del Ayuntamiento de Madrid se desdobla en seis sedes: Cineteca, Filmoteca Española, Museo Reina Sofía, La Casa Encendida, ECAM y Fundación Casa de México. Veinticinco películas en competición, cinco ciclos retrospectivos, cuatro proyectos en Corte Final y una imagen de campaña firmada por Ricardo Cases que retrata el alma mutante de Usera. “Son fotos raras pero reales, llenas de vida, porque han sido tomadas en las calles de Madrid. Cineteca también intenta captar la vida que hay alrededor suya”, afirmó el director artístico de Cineteca Matadero, Luis E. Parés, durante la presentación del festival.
La apertura será un viaje en el tiempo, pues se presentarán dos películas inéditas del arquitecto Ricardo Bofill, rescatadas del olvido tras medio siglo, junto con Maldito Niño, proyecto surgido de la Escuela Dentro Cine. Una forma de empezar con el pie bien plantado en la memoria y el futuro.
Parés, junto al comité curatorial, ha trazado una programación donde la imagen de archivo no es reliquia, sino dinamita. Cine como arqueología y como detonante, “como si hubiese adquirido conciencia de que tiene una historia”, sentenció el director. El archivo es el presente.
La Competición Internacional nos lleva desde el Beirut de Lawrence Abu Hamdan hasta la Galicia fronteriza de Deuses de pedra, pasando por caminatas botánicas, oficinas psicodélicas y estatuas insumisas. Mientras, la sección nacional propone cine que brota desde el cuerpo, el territorio, el trabajo, la locura y la resistencia.
Y como si fuera poco, las secciones paralelas son una galaxia en sí mismas. El cine de Kamal Aljafari como poesía de la diáspora palestina; la América soñadora en La Casa Encendida; el pulso femenino experimental de Ute Aurand y Miranda Pennell; y el documental mexicano que mira su presente con ojo agudo.
La clausura será todo menos un epílogo. Una película de Alberto Portera invocará la figura del neurólogo-cineasta a través de fragmentos inéditos sonorizados en directo, todo un homenaje al grupo El Paso y su contexto artístico.
Además, Documenta Pro creará espacio para la industria y la formación, con talleres, masterclasses y diálogos intergeneracionales. Porque Documenta Madrid no solo proyecta cine, sino que lo piensa, lo siente, lo transforma y lo sueña. “¿Y qué es lo que estamos soñando? Con la pérdida de personalismo, con tejer redes y crear colectivos”, aseguró Parés. Madrid se convertirá, por unos días, en una pantalla viva, donde el cine documental será capaz de atravesar al espectador.