Sensible a las conexiones entre las artes, YSL nunca dejó de hacer malabarismos con los ritmos y los colores, las luces y los materiales. Así queda patente en el Museo de Arte Moderno de París, que alterna salas y obras monumentales con secuencias más íntimas. El recorrido por las colecciones permanentes muestra –con homenajes a Matisse, Bonnard, Raoul Dufy y otros artistas– cómo YSL cultivaba la genialidad de pasar del plano al volumen, de la estética de la superficie a la estética del cuerpo.
El Louvre también ha querido sumarse a esta manifestación especial y exhibe, dentro de uno de sus espacios más pomposos, la Galería de Apolo –concebida por el arquitecto Charles Le Brun para el rey Luis XIV–, varias prendas joya que subrayan la fascinación del modisto por la luz, por el oro, por las artes decorativas y también por la grandiosidad. La riqueza de las fuentes de inspiración de YSL también pone de relieve el savoir-faire de los artesanos franceses.
El Museo de Orsay, por su parte, explora la pasión proustiana de YSL, así como la cuestión de género a través de los códigos de vestimenta masculinos y femeninos. Aquí se expone una colección de vestidos y trajes diseñados por YSL en 1971 para el Bal Proust ofrecido por el barón y la baronesa Guy de Rothschild en el castillo de Ferrières. Inspirados en los personajes de En busca del tiempo perdido, los outfits se disponen frente a uno de los relojes gigantes de la antigua estación de tren que hoy acoge al museo. Esta evocación de la pasión proustiana del creador continúa en la sala de artes gráficas (sala cuarenta y uno) con una breve colección de dibujos y fotografías.