Le sigue Los Álamos, que abarca sus fotografías, ya en color, tomadas de 1965 a 1974 entre Tennessee, Nueva Orleans, Las Vegas y California. Esta colección nos transporta de pleno a los paisajes más emblemáticos de Estados Unidos, en una especie de alabanza y crítica a la tierra. Estas fotos definen la estética del autor y permiten ver cómo investiga con colores, texturas y composición. Por otro lado, su discurso empieza a presentarse con elementos contrastantes que entablan diálogos entre sí. Colores pop, llamativos y brillantes, y figuras delicadas y vaporosas son colocadas al lado de representaciones de dureza, desgaste, decadencia y precariedad, presente en la vida de los suburbios estadounidenses. Esto marca el tono político y cultural que, a pesar de no ser demasiado obvio, permea toda su obra, y hace que se nos presenten las mismas preguntas: ¿Qué se ve en esta foto? ¿Por qué está ahí? ¿Qué función sirve?