Nacido en Las Palmas de Gran Canaria (España) en una familia de diplomáticos, Rio Branco se acostumbró de pequeño a cambiar de ciudad, de contexto, de entorno, y a adaptarse a cualquier sitio donde el trabajo de sus padres lo llevara. Así, su espíritu curioso y observador le llevó a trazar paralelismos entre las urbes y sociedades que iba conociendo. Ahora, convertido en fotógrafo, cineasta, pintor y artista multimedia, trabaja para crear narrativas universales en las que gente de todo el mundo pueda sentirse identificado.
Este es el caso de Maldicidade, una serie de fotografías que ahora publica como libro. Tokio, Nueva York, La Habana, Salvador de Bahía; da igual su clima, si sus economías están más o menos desarrolladas, o las infraestructuras de las que dispongan. En todas ellas hay mendigos, perros callejeros, coches desvalijados, prostitución, narcotráfico; escenas más propias de la desolación tras una guerra que del sueño de la gran ciudad, el epítome del progreso. Pero todos ellos existen. Y todos nosotros los vemos, por más que, a veces, prefiramos apartar la vista.
En Maldicidade, el autor nos enfrenta a la cruda realidad, que es cada vez la de más personas. Junto a Paulo Herkenhoff, comisario de exposiciones y crítico –entre otras cosas, fue director artístico de la 24ª Bienal de São Paulo y curador del Pabellón de Brasil en la 47ª Bienal de Venecia–, han conseguido contar un relato de la ‘experiencia urbana común’, creando una secuencia fotográfica que podría pertenecer a cualquier urbe. Maldicidade juega con las palabras ‘ciudad’ y ‘maldición’ en portugués, ya que el autor vive en Río de Janeiro. Y es el sentimiento que quiere transmitir, el de una ciudad maldita. Pero también es el retrato de una ciudad universal. La tuya, la mía, la suya. La de todos y todas. Y también la de nadie.