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Visitar la planta baja del Centro de Estudios y Documentación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona es una oportunidad única para abrir la mente a nuevos sistemas no convencionales desde una óptica artística, musical y literaria. Bajo unas luces tenues que oscilan entre contrastes rojos y azules, junto a una música de ambiente con aires techno casi hipnótica, nos adentramos en la exposición comisariada por Maite Muñoz y Magui Dávila titulada Manuales de reparaciones y sonidos cósmicos –disponible hasta el 20 de mayo– que se inspira en el trabajo difícilmente clasificable del influyente utopista, inventor y arquitecto Buckminster Muller.

Mediante trabajos autoeditados de varios artistas, desde los años sesenta hasta la actualidad, se nos plantean nuevos modos de habitar el planeta y de relacionarnos con otras especies desde una mentalidad ecologista y feminista. Las obras seleccionadas convergen en una misma sala para visibilizar las heridas que el capitalismo patriarcal ha causado al planeta y a las personas. Simultáneamente, se promueven una serie de alternativas que buscan concienciar sobre la alarmante emergencia climática: no podemos seguir avanzando así, el coste es demasiado alto, así que es urgente que aprendamos a relacionarnos con el planeta de una forma menos destructiva.

El egoísmo y el egocentrismo tan presentes en la especie humana no tienen cabida en el proceso de adaptación hacia una sociedad sostenible e igualitaria. A través de referencias instrumentales como Green, la exhibición propone otras maneras de relacionarnos con la naturaleza, por ejemplo, generando música para humanos y para plantas. Desde la visión de artistas como Paulina Oliveros, se crean proyectos que en vez de limitarse a difundir ideas a través de publicaciones en papel, dan protagonismo al uso del sonido para promover una escucha consciente y profunda.

Las composiciones sonoras, los fanzines y los manuales que actualmente visten esta sala del Museo son herramientas para girar las tornas. El reconocimiento de la existencia de una multiplicidad de cosmologías debería poner punto final a la utopía de la globalización que viene del colonialismo y la supuesta modernidad que esta conlleva. A partir del valor simbólico de proyectos comunitarios como Drop City (1971), Christiana (1976) o The Farm (1977) podemos ver contenidos al margen del antropocentrismo y la universalización, que llaman al surgimiento de un modo de vida espiritual en busca de personas conscientes y capaces de generar los cambios que la Tierra nos pide a gritos.
Manuales de reparaciones y sonidos cósmicos podrá visitarse en el MACBA hasta el 20 de mayo.

Texto
Aina Lino

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