De entre el tsunami de festivales de este 2022, y tras el paso por Sónar y el Primavera Sound, sin duda uno de los que esperábamos con más ganas era el festival madrileño, que gracias a cabezas de cartel como Metallica, Muse o Florence + The Machine nos ha tenido expectantes hasta la semana pasada. Hoy os contamos cómo lo hemos vivido.
Primero empecemos por el elefante en la habitación para no estar repitiéndonos, el sonido fue en muchas ocasiones, digámoslo de manera suave, insuficiente. En los escenarios principales muchas veces el volumen se percibía muy bajo, a menos, claro, que estuvieras muy delante y muy en el centro; las constantes subidas y bajadas llegaron incluso a disminuir el impacto de actuaciones como las de Metallica o Muse, que si por algo se caracterizan es por su potencia. Por suerte, conciertos como los de Florence y Los Pixies sonaron como se supone que tienen que sonar.
Y ahora, centrémonos en la actuaciones. Placebo fue sin duda una gran decepción, y no porque Molko y compañía no estuvieran bien sobre el escenario, si no por un set list en el que predominó su último álbum Never Let Me Go. Se entiende perfectamente que se venga a promocionar un último trabajo, pero especialmente en un festival uno esperaría un repertorio más equilibrado, la banda no tocó ni un solo tema de su mejor y más importante disco, Without You I’m Nothing, en cambio, eso sí, cerraron con su versión de Running Up That Hill de Kate Bush, que es sin duda la canción del verano, y seguro emocionó a muchos de los asistentes que pululaban por allí con su camiseta del Helfire Club. Metallica son una leyenda con 40 años a sus espaldas y eso se nota en el mejor de los sentidos: su show es tremendo y avasallador, lleno de energía y fuego, literalmente. La voz de James Hetfield estuvo en su punto perfecto, y ver a Lars Ulrich en directo tras tantos años es alucinante, ese tipo no es de este planeta. Hetfield dio la bienvenida a la familia a los “Metallica virgins”, y nos dejaron un concierto para el recuerdo con temas del calibre de Enter Sandman, Wherever I May Roam, Nothing Else Matters, y por su puesto el apoteósico final del show con Master of Puppets. Lo dicho, inolvidable.
El jueves nos recibía en el escenario principal La Femme, el sexteto synthpop dio un directo divertido, seguido de unos Deftones con su sonido pesado y oscuro que transmitieron fuerza y poderío. Y para poderío, Peggy Gou con una sesión de locura. Imposible parar de bailar y sudar. Si ya de por sí hacía calor al aire libre, imaginaos dentro de una carpa que aún siendo la grande se quedó pequeña. Ver a Peggy fue todo un acierto. ¿Nos perdimos a The Killers e Imagine Dragons? Pues sí. Es lo que tienen los festivales. También coincidieron de forma lastimosa y inexplicable St. Vincent con The Killers. La deslumbrante Annie Clark dio un show para muchísima menos gente de la que merece, pero ella, como sabemos todos los que la hemos visto varias veces, siempre lo da todo y la suya fue una actuación memorable. Destacaron los temas del que probablemente es su mejor álbum hasta la fecha, Masseduction, en particular New York, que terminó cantando en medio del público enarbolando la bandera arcoíris. El suyo ha sido sin duda uno de los shows de esta edición, solo superado por otra diva un par de días después, pero no nos adelantemos. Cerraba la noche Foals, que también son una garantía en directo, si algo caracteriza a Yannis Philipakkis y compañía es su entrega en los escenarios, unido aquí a un set list muy bien equilibrado.
El viernes era indiscutiblemente el día de Muse, que reunió un gentío importante, de hecho dio la impresión de ser la actuación con más público del festival. Antes de la banda de Bellamy pudimos ver a Incubus y The War On Drugs, pero ambos nos dejaron algo fríos. Lo dicho, Muse se plantó ante la gran masa y cumplió. Es una pena que el sonido no acompañara, pero un repertorio sólido y potente fueron más que suficientes para conectar con el público que coreó los temas más accesibles y reconocibles de la banda. Qué lejos queda aquel primer y deslumbrante Showbiz, visto lo visto creo que somos minoría los que preferimos aquella etapa del grupo. Sea como fuere, su directo cumplió con creces. Quien no sabemos si cumplió o no fue Alt-J, cualquiera se arriesgaba a quedarse o bien deambulando por Ifema o bien muriéndose del asco en una cola interminable para volver a casa, otro de los grandes problemas del festival.
El sábado Gutarricadelafuente y un sol sofocante nos esperaban para abrir el escenario principal, un beso y un abrazo desde aquí al tipo que nos regaba con una manguera y que hizo más soportable el calor. Lo de Guitarrica y el sonido fue especialmente desastroso y doloroso, una pena porque Álvaro Lafuente llegaba para presentar su estupendo primer álbum, La cantera, entregado y con sentimiento. El público, mucha gente, sea dicho de paso a pesar del horario y el calor, coreó sus canciones todo el rato, y le animó en el incompresible, triste e incómodo momento en el que le cortaron el sonido a mitad de la última canción, su preciosa versión del clasicazo My Way. Los Pixies son también una gran leyenda y en este directo estuvieron a la altura, el suyo fue uno de los shows que mejor sonaron independientemente de donde te encontraras colocado. Hicieron las delicias del público que recibió con móvil en todo lo alto para los obligados Stories con hits del calibre de Here Comes Your Man y obviamente Where Is My Mind? En la carpa mayor Flume estuvo espectacular, su sonido es potente y retumba en tu pecho de una manera que te agita y te obliga a moverte al compás, es casi hipnótico lo que hace, una pena no poder ver el show entero, porque en el escenario principal nos esperaba el que fue el concierto del festival, el que ofreció de manera deslumbrante Florence + The Machine. Florence Welch es un ser divino que llena el escenario de un aura celestial, su tremenda voz es dulce pero resuena con una fuerza increíble. Descalza, impecablemente vestida de Gucci, corre de un lado al otro del escenario, se agita, te seduce sin apenas proponérselo, y cuando la ves ahí, arriba, inalcanzable, va y se acerca al público, y si eres de los tremendamente suertudos que están en la primera fila, puede que hasta tengas la oportunidad de abrazarla para comprobar que sí, que está allí, que no es un delirio, que es humana aunque a veces nos parezca imposible. Gran e inolvidable concierto.
Y terminamos con Nathy Peluso que no paró de mostrar su amor y entrega a una ciudad de la que dijo sentirse agradecida y acogida, y a la que llamó su hogar. Y cuando un artista se toma su show de una manera tan personal eso se nota y es de agradecer. Los que también jugaban en casa, como ellos mismos remarcaron, fueron Natos y Waor. Tal vez por eso se les adjudicó el escenario principal en lugar de a Tinashe (vaya crimen) que fue relegada a la más pequeña de las carpas, pero eso no es culpa de ellos que dieron un directo bastante sólido. Coincidiendo también en horario estuvieron los siempre efectivos Two Door Cinema Club. A ellos les tocó la carpa grande donde no cabía ni un alma. Ante esta situación, que me expliquen por qué el tercer escenario abierto estuvo cerrado este día. Pero de esto la banda ni debe ni teme, así que fueron a lo suyo que es poner a saltar a todo el mundo, y vaya si lo hicieron. Y para cerrar el festival se presentó un Jack White imponente que para delirio de todos tocó grandes temas de su época en The White Stripes, Hotel Yorba, Black Math, The Hardest Button to Button, además del gran hit de sus Raconteurs, Steady as She Goes. Pero si había una manera gloriosa de dar por terminado cinco días de festival tenía que ser con su mayor éxito, la inmortal Seven Nation Army que el público coreó hasta desgañitarse. Por cierto, un aplauso a los de Mahou por la carpa más divertida del festival, que lo mismo te trae a OBK, que a Locomía (al menos los que ahora se hacen pasar por Locomía), que a un Chimo Bayo desenfrenado poniendo la pista patas arriba.
Más allá de los problemas de movilidad, sabido es lo que pasó con Uber y las largas e interminables colas para coger un taxi, lo hemos pasado en grande viendo brillar como prometía el slogan del festival a grandes y no tan grandes bandas sobre el escenario. Las lanzaderas gratuitas a Plaza Castilla fueron muy de agradecer, aunque aún no entendemos por qué se suprimieron el domingo. Esperemos que el próximo año en su nueva localización MadCool logre solventar estos problemas para que la experiencia sea ya del todo satisfactoria.