Aplazado varias veces a causa del Covid-19, el ‘embalaje’ del Arco de Triunfo por fin se inició el 12 de septiembre. Esta no es la primera intervención descomunal de Christo, el artista estadounidense de origen búlgaro en la capital francesa. En 1985, ya había embalado el Pont Neuf. Junto a Jeanne-Claude, su esposa fallecida en 2009, también envolvió en 1995 el Parlamento alemán bajo una suerte de sábana de 100.000 metros cuadrados.
El arte que se emancipa de lo establecido irrita, incomoda; parte de la incomprensión y la ignorancia para ser finalmente aceptado, abrazado y enaltecido. Fue el caso de la Torre Eiffel, de las esculturas de Rodin, de la pirámide de Pei o de las vanguardias y movimientos artísticos de todos los tiempos, edades y eras. Es su sino. La obra póstuma del artista Christo, fallecido en 2020, ha suscitado reacciones polarizadas en redes sociales y medios franceses.
Por su originalidad y su voluntad de ‘ocultar’ un monumento histórico primordial, esta obra es objeto de debate, polémica y controversia en soportes digitales e impresos. En un artículo publicado en Le Monde el 11 de septiembre, el arquitecto y amigo del artista Carlo Ratti solicitaba que el Arco de Triunfo fuera ‘desembalado’ por razones ecológicas: “Desde el punto de vista medioambiental, ¿podemos permitirnos desperdiciar 25.000 metros cuadrados de tela para envolver un monumento?”. Desde luego; un retal de tela reciclable insignificante comparado con el despilfarro perseverante de la fast fashion.