Servando Rocha, comisario de la exhibición junto a Jordi Costa, se basa en su ensayo Algunas cosas oscuras y peligrosas. El libro de la máscara y los enmascarados. No hay mejor manera de entender lo que nos viene a decir que con sus propias palabras: “Las máscaras sirven para comunicarnos con lo invisible, pero también poseen un componente subversivo y clandestino. Bajo estas, al amparo de lo no visto, nuestra identidad queda en secreto y somos capaces de hacer realidad nuestros deseos más prohibidos con cierta seguridad. La máscara no es pasado, como tampoco miente.” Y es que sus reflexiones toman sentido a lo largo de los ámbitos que recoge la muestra, formados por una llamativa y extensa selección de objetos, material documental y recursos audiovisuales.
Todo esto lo podemos ver en símbolos como las balaclavas, que nacieron como forma de protección en la guerra que enfrentó a rusos contra ingleses en 1854, y que en 2021 han resurgido como tendencia de moda. También el colectivo Pussy Riot cambió radicalmente la imagen de los clásicos pasamontañas negros hacia 2012, apareciendo con unos de colores ácidos. Este icono ha inspirado posteriormente a nuevos activismos feministas que utilizan la capucha como método y arma identitaria.
O sino en la fuerza social que representan las máscaras en la lucha libre mexicana; son héroes del pueblo, y su origen se remonta a la cultura azteca y a sus guerreros enmascarados. Este atributo característico ha pasado de estar en el ring a encarnar la lucha social con personajes como Superbarrio Gómez, un personaje mediático y político en México creado por el activista social Marco Rascón Córdova, que pertenece a una organización de lucha por la vivienda llamada Asamblea de Barrios.
Como vemos, las máscaras han formado parte del cine y de la cultura tanto en el pasado como en el presente. Sin ir más lejos, solo hace falta recordar como V de Vendetta inspiró a Anonymous, la organización ciberactivista que utiliza estas máscaras para ocultar sus rostros y así impedir que se descubra su identidad. O como en la exitosa serie La casa de papel que utilizan máscaras con la caricatura de Salvador Dalí como símbolo revolucionario y de espíritu de resistencia, como el que tenía el artista en su época.
El cierre, como no, lo marcan las mascarillas que llevamos para protegernos de la Covid-19. Mascarillas de gran parecido a las que se usaron para la peste, la gripe española o la cólera. En el texto introductorio a la exposición se plantea lo siguiente: “El rostro enmascarado bien podría ser el gran símbolo de una contemporaneidad en la que las batallas se libran en el reino de las apariencias y las fronteras entre ficción y realidad se desvanecen.” Una frase que cobra aún más sentido al llegar al fin de la muestra, cuando nos damos cuenta de que el rostro enmascarado que tradicionalmente tenía connotaciones como el peligro o la clandestinidad, hoy en día representan a un ciudadano solidario. En estos tiempos asusta más ver un rostro descubierto en lugares públicos que uno con mascarilla. Así que solo nos queda preguntarnos: ¿qué papel adoptará la máscara en un futuro?