La objetividad también puede ser bella. Karl Blossfeldt (Schielo, 1865 – Berlín, 1932) nos sigue demostrando, a día de hoy, que pocos como él pudieron captar con tanta precisión la belleza oculta de la naturaleza. A lo largo de toda su vida se dedicó a capturar plantas y flores con cámaras diseñadas por él mismo, capaces de aumentar hasta treinta veces el tamaño del sujeto fotografiado. El resultado nos consigue atrapar casi un siglo más tarde.
A través de la serie de imágenes que se expone en el Museo Thyssen-Bornemisza, Blossfeldt nos muestra una nueva percepción de la naturaleza, muy austera pero a la vez muy sensible y punzante. La exposición, comisariada por Juan Naranjo, se compone de una cuidada selección de cuarenta fotografías del autor alemán que se publicaron en Unformen der Kunst en 1928, un libro gracias al cual sus potentes imágenes entraron en la escena artística internacional. Instantáneas en las que, a través del encuadre y la iluminación, las plantas aparecen retratadas como esculturas.