Es posible que la calidad de la imagen, el movimiento de los avatares digitales o la variedad de escenarios evolucionen con el tiempo, en el caso de que esta herramienta se consolide como uno de los formatos predilectos. Pero lo que es innegable, es que Royo es quien ha asumido el riesgo que toda innovación conlleva. “Al principio todo cuesta y puede que tarde años, pero las pasarelas 3D y las físicas van a convivir en un futuro cercano. No tengo ninguna duda”, vaticina. “A nivel global, Japón va adelantadísimo. Y ya se están viendo propuestas de distintas ubicaciones del planeta muy increíbles. Espero que en España la industria no se quede atrás, y podamos estar a nivel internacional”.
La experimentación visual, la superposición de planos y la gran dosis de humor –presente en la pasarela de principio a fin–, evidencia las insaciables ganas de Iván por seguir aprendiendo. Pero, ¿por qué decidió arriesgarse apostando por este formato de forma íntegra? “Todo empezó por una lesión que tuve a finales de 2019 que me hizo pasar por quirófano y trastocó todo el calendario de proyectos. Desde finales de año, ya tenía esa curiosidad por el 3D, y cuando se decretó el confinamiento a raíz de la pandemia, tuve tiempo para aprender a modo de hobby”. Una decisión que acabó convirtiéndose en un proyecto de moda en mayúsculas, para el que ha contado con profesionales procedentes de distintas disciplinas. “Las cabras tiran al monte, como dicen en mi pueblo”, dice entre risas.
“A mí lo que me gusta es desarrollar, crear conceptos, compartir proyectos con amigos y disfrutar de todos esos momentos. Todo ello mientras se da forma a una expresión de manera creativa”, reconoce. Y no hay duda de que ha superado su objetivo con creces. ¿Próximos proyectos? “Próximamente, va a salir una colección cápsula a modo de performance, y aún tengo que ver cuándo será la próxima colección física. También estoy decidiendo si sacar otra nueva colección este año. Tal y como dice el propio Iván, “el tiempo lo dirá”.