Siempre se ha dicho que para celebrar algún acontecimiento importante en la vida, solo necesitas rodearte de seres queridos. Pues bien, tras conocer el trabajo de Gang and the Wool, se podría hacer una pequeña puntualización; necesitas a esas personas especiales y crear la atmósfera ideal. Y es a esto a lo que se dedica Manuela Sosa, el rostro detrás de Gang and the Wool. Su gusto por el detalle hace que los materiales con los que trabaja, principalmente flores, se impregnen de su personalidad.
Desde siempre las flores han formado parte de nuestra sociedad como símbolo religioso, curativo, de poder, de belleza y como el medio para expresar un sentimiento. Y es que su color, su olor, su forma, todo en ellas tiene un significado, como por ejemplo, los lirios, que simbolizan la pureza. Desde siempre, todas las diferentes culturas y civilizaciones han utilizado las flores no sólo como elemento decorativo, sino también como carácter sagrado con fines ceremoniales y mágicos, función que se sigue manteniendo en nuestros días. Una de las culturas que más importancia le da a la flor es la japonesa, donde se considera a la flor como el resumen del ciclo vital de todas las criaturas y su efímera duración.
También tiene otros usos como el gastronómico y el medicinal, pero es el emocional el que mueve gran parte del mercado. A nivel mundial el mercado de las flores movió en el 2012 una cifra de 27.8 billones de dólares americanos. Entre los mercados más consumidores de flores se encuentran Alemania, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Holanda, Japón, Italia y Suiza; mientras que se consolidan nuevos mercados exportadores tales como Colombia, Ecuador, Etiopía, Kenia e India.
En el caso español, y debido en parte a la crisis económica, la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas (Fepex), comentó que a pesar de que la importación descendiera un 9% y la exportación aumentara un 11% (según datos de agosto del 2013), las cifras son insuficientes para que el mercado de la flor se consolide.
A pesar de la situación del mercado español, afortunadamente, la sociedad está volviendo a apreciar y adquirir hábitos de consumo floral. Por este motivo, se ha incrementado el número de negocios o proyectos centrados en el arte de las flores y plantas.
Un ejemplo de negocio floral es el caso de Gang and the Wool y Manuela Sosa, que se caracteriza por realizar trabajos artesanales y creativos marcados por el cuidado y la atención; entre ellos destacan ramos de novia, arreglos florales, prendidos y diademas. El estilo de Manuela se podría definir como romántico, personal y en constante evolución. “Yo creo que la vida está para aprender y para ir creciendo poco a poco y eso me lo aplico tanto en el plano personal como profesional, de ahí que me guste probar distintas formas de potenciar a las flores”.
Los elementos que emplean son 100% naturales, y entre ellos se encuentran: las flores como protagonista principal, semillas, ramas y plantas, utilizando los mismos materiales que los ikebanas japoneses. Todos estos productos provienen del mercado catalán, con lo que además colabora con el mercado local. Según Manuela, el tema de la sostenibilidad es muy importante para ella, “a mí me gusta comprar con el mercado local porque si me ofrece lo que demando, no hay necesidad de adquirirlo fuera. Yo creo que es más una cuestión de respeto, respeto por los negocios de la zona”. Además, no solo compra las flores en el mercado local, sino que a la hora de realizar algunos de sus eventos también tiene en cuenta colaborar con otros proveedores de la zona como el catering de Caravan Made.
Todo comenzó hace cuatro años, tras preparar las flores para la boda de una amiga, cuando decidió dar un paso más y convertir su pasión en un negocio. Conocimientos tenía. Desde pequeña su madre le inculcó el amor por las flores y como trabajar con ellas, además hizo un curso de florista en el Garden Club de Uruguay. Estaba preparada para dar el salto.
Como todo creativo que se precie, necesita de la inspiración, por eso, Manuela Sosa decidió poner la oficina en su casa, situada en Vallvidrera, en las montañas de Barcelona y rodeada de la naturaleza, como ocurría en su infancia. Esta oficina o flower studio consiste en un invernadero de cristal y en una terraza, donde ella hace sus arreglos florales.
Pero además de la naturaleza como fuente de inspiración, también se vale de sus conocimientos de arquitectura los cuales emplea para distintos trabajos como estilista, como los realizados para los restaurantes Pezvela y Gallito en Barcelona. “A la hora de ejecutar un encargo, procuro aplicar la arquitectura al 100%. Los conocimientos que adquirí en mi época de estudiante son muy útiles a la hora de llevar a cabo la composición floral en un hotel o en un restaurante. Me resulta muy fácil leer los espacios, porque creo que es necesario tener empatía con ellos para poder conseguirlo”.
Manuela tiene en cuenta diferentes factores a la hora de trabajar, aunque lo primero de todo es saber la libertad que tiene a la hora de crear, “por ejemplo si es una boda, la novia suele saber cuáles son sus flores favoritas, aunque también conocen mi estilo y siempre aceptan consejos. Lo siguiente en lo que me centro es en la temporada, si puedo trabajar con las flores de ese momento o si las tengo que encargar de fuera, en el caso de que el cliente quiera algo en concreto”.
Su pasión por las flores va más allá, y Manuela Sosa también ofrece otros servicios como taller de diademas, donde ella enseña el arte de unir flores, consiguiendo unos resultados increíbles. Valiéndose de los recursos que posee, ofrece su invernadero, un espacio vintage rodeado de libros, cerámicas y utensilios, para despedidas de soltera, cumpleaños, cenas privadas y sesiones de fotos, con los que comparte esa atmósfera idílica con la que ella convive.
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