El 27 de noviembre de 1970, Yves Klein publicaba la primera y última edición de Dimanche. Lo que a priori parecía un periódico de un solo día guardaba tras de sí una pluralidad de interpretaciones artísticas, desde la idea de una exposición en papel hasta una performance de 24 horas. Documentaba ahí también su famoso fotomontaje Salto al Vacío, una obra que le costó fracturarse el tobillo a Klein.
Es precisamente bajo esta filosofía de confluencia artística que surge Domingo. Una invitación a los espectadores que busquen indagar en la relación entre cuerpos, imágenes y acontecimientos. Para ello coexistirán dos narrativas: la performatividad de la mirada, aquello que no consiste en mirar lo que acontece, sino que es un acto per se; y el potencial ausente, “aquello que actúa sin existir físicamente pero que opera efectivamente en el mundo”, en palabras de Mark Fisher.
Cuando parece que este año pandémico donde las circunstancias necesarias para la exhibición de artes escénicas están, por fin, llegando a su fin, Domingo surge para poner el foco en las artes vivas peninsulares. Porque la reinserción de la cultura presencial y física era algo que teníamos que celebrar, así que qué mejor nombre que un día festivo.